Publicamos una tercera crónica del TESLA, Festival de experimentación sonora en tres jornadas y un epílogo correspondiente a la Jornada principal (20 de febrero) en el Museo de León, con texto y fotografías de Antoine González sobre las actuaciones de Teatro El Mayal – ULE (Tesla a través), Hara Alonso, Jaula 13, Ainara LeGardon, Javier Iriso + Carlos Luxor, dUAS sEMIcOLCHEIAS iNVERTIDAS (dCSi) y Neukleonen.
Por ANTOINE GONZÁLEZ
(20 de febrero)
Tras un cafetín reparador en El Colibrín encaminé mis pasos al Museo de León bajo un sol primaveral que nos ha acompañado todo el festival. Ya en el museo comenté a los organizadores que lo mejor que habían hecho era llevar los huevos a las clarisas. Bromas aparte, lo primero que me encontré al entrar en el museo fue a Fandiño y Ordás con los últimos preparativos. Todos vestidos con la rigurosa camiseta Tesla, me mostraron el completo merchandasing que se ha creado para esta edición: bolsas diseñadas por Ector Loureiro, chapas, piezas únicas de ropa de Sonia Pacho, parches… sólo faltaba la camiseta del año pasado por la que preguntaron muchos. Luego antes de que empezaran los conciertos (y en cada uno de los intermedios), obligada visita a la barra que en el exterior montó el Babylon.
Y así daba comienzo la jornada en el Museo de León. La primera sorpresa fueron las intervenciones de Teatro El Mayal-ULE. Conducidos por el director de la compañía, Javier R. de la Varga, en este espectáculo participan los siguientes actores: Sofía Martínez Pérez, Lorena de Paz Carbajo, Manuel A O, Andrea Soto Vargues, Mónica Martínez Alija, Emma Delgado Perrier, Inés Diago, Ángel Zotes y David Bernardo. En cada una de las actuaciones ellos realizaron una presentación enlazando el carácter experimental de cada artista mediante el uso de la voz, el cuerpo y el movimiento. Una original propuesta con hallazgos muy acertados.
La primera propuesta fue la de Hara Alonso. Para esta ocasión esta compositora de Astorga afincada en Lyon deja el piano por los ordenadores, los micrófonos y los controladores midi. Aunque no deja las maneras de una intérprete clásica de piano y todos los movimientos corporales eran suaves, precisos y elegantes. La primera parte ofreció cortes más clásicos donde asomaban los acordes de un piano, los instrumentos de cuerda y los pizzicati. A esa introducción serena y melodiosa se le sumó la voz de Hara que, como un canto de sirena, parecía el preludio del naufragio. En ese momento el piano y los instrumentos clásicos iban dejando paso a sonidos más electrónicos tipo atari y las cuerdas cedían ante el sonido metálico de tuberías y máquinas, a veces dando la sensación de ametralladoras. Cada sonido cobraba una vida nueva descubriendo paralelismos y sugerencias con otros. Esa calma inicial se hacía tempestad con sonidos de vientos, goznes de puertas, tablas que crujen o animales gruñendo. Y en medio del naufragio de nuevo la voz, envolvente, misteriosa, salvadora. Un preludio de un final apabullante y contundente en el que regresaban los instrumentos de cuerdas, los sonidos de barcos y metálicos que, en espiral, parecían absorbernos hacia un espacio apocalíptico que concluía con la paz del encefalograma plano. Un viaje por las entrañas del sonido creando unos paisajes sonoros muy descriptivos.
Cambiamos de sala para encontrar a toda una orquesta, Jaula 13. Esta formación surge del trabajo colectivo realizado en el Aula-Taller de Improvisación de la Escuela Municipal de Música de León y todos los jueves en el Café Ristán del Hotel Quindós en León ofrecen sus experimentos en público. Los componentes en esta ocasión fueron:
Ildefonso Rodríguez [conducción y saxo tenor], David Encina [sintetizador y ordenador], Roberto Díez [saxo alto y maleta], Rubén Díez [saxo tenor], Javier Vidal [saxo tenor], Héctor Robles [saxo alto], Javier Álvarez [saxo alto], José Francisco Fernández [mandola y rabel], Óscar García [guitarrón], Adrián Chávez [bajo eléctrico], Eduardo Domínguez [percusión], Javier Antúnez [vibráfono], Manuel Urueña [violín], Marta Fierro [flauta], Toño Segura [saxo barítono], Gonzalo Ordás [guitarra], Víctor M. Díez [poesía], Cova Villegas [canto] y Rosario Granell [baile]. Jaula 13. Como una fina lluvia cada instrumento y voz fueron presentándose. La voz como instrumento y las voces de los instrumentos. Una conversación natural donde no hay estructura al principio, sí diálogo y discurso. Ildefonso con breves pautas va escribiendo en un folio en blanco con las voces de esta conversación. Estudia y observa el ritmo, la combinación de sonido y silencio, como en un poema. En un momento sus señales serán luminosas para permitir la proyección en la cámara oscura. Las líneas a modo de garabato seguían el ritmo de los sonidos del sintetizador de Enzina, acoplándose, alejándose, fundiéndose. Y es cuando empiezan a surgir paisajes sonoros, como ese despertar inocente del niño en el campo que Roberto enseña con lo que lleva en su maleta. Lo pastoril da paso al cuerpo, con Rosario Granell y sus movimientos. Un caminar con el lastre del peso de nuestros equipajes o con la cabeza dentro de una maleta. Un cuerpo que pasaba de ser la sombra de otro a la lapa que todo lo absorbe. Y el sonido acompañando… a veces free jazz a veces fluxus, a veces dodecafónico y serial. Una gran oportunidad de conocer el trabajo de este Aula ya que los jueves del Café Ristán siempre me pillan trabajando.
¿Qué estamos haciendo aquí? Esperando a Ainara LeGardon. ¿Qué estamos haciendo aquí? Esperando a Ainara LeGardon. ¿Qué estamos haciendo aquí? Esperando a Ainara LeGardon. Este loop de frases de Manuel AO y Andrea Soto daba paso a la artista Ainara Le Gardon. Avanzaban en pijama y lavándose los dientes la repetición, el uso del cuerpo, el sonido de la normalidad. Sus primeros acordes surgieron de los abrazos con el plástico y el porexpan. Un placer descubrir estos hallazgos sonoros con instrumentos que, de tan cotidianos, parecen inverosímiles. A los plásticos se fue sumando la voz angelical de Ainara, siempre acompañada por los sonidos de su cuerpo gracias a una red de micrófonos por todo él. Esa red junto a sus cartucheras de amplificadores analógicos hacen que el cuerpo tome un protagonismo inaudito en una propuesta musical. De hecho los pasos se convierten en la base rítmica en casi toda la acción. Unos sonidos que van de la iluminación meditativa a la balada heavy. Luego la voz y las distorsiones darían lugar a un paisaje de corrientes subterráneas, al sonido de las entrañas de la tierra y un llamador de cascabel avisaba a la manada. Comienzan entonces los loops con su voz y el juego entre la voz, el cuerpo y el movimiento. Sorprendente también la amplificación de los sonidos de su garganta, creando una danza con la respiración.
Una chamana liberando las fuerzas de la naturaleza con una presencia en escena anodadante.
Recuerdo a Carlos Luxor y Javier Iriso como los Queer Toys en el torreón del Pi, un evento de Producciones Infames que nos trasladó por un momento de Guzmán a Berlín. Algo queda de esos Queer Toys en la nueva propuesta Superfluos. Quizás sean los sintetizadores o quizás un cierto tono melancólico. Lo cierto es que esta vez el registro es muy distinto. A las maquinitas se ha sumado la guitarra y la voz. Y la abstracción del ruidismo se ha hecho rock y pop. La voz y las letras le dan un tono melódico a todo aunque no abandonan la experimentación. Me recordaron a Vainica Doble y a Depeche Mode. Las letras todas ellas sublimes poemas pop: Giran los planetas en mi cabeza, Te amaré en las horas impares. O el gran himno a dos voces No sé que es lo mejor. A las visuales estuvieron acompañados por Eduardo Cortina.
dUASsEMIcOLCHEIASiNVERTIDAS (dSCi). De nuevo un cambio de sala para una disposición concéntrica de todos los instrumentos y monitores alrededor de un haz de focos rojos. Contrabajo, bajo, batería y guitarra. Todos alrededor del fuego como si de un aquelarre se tratara. Y así fue. Alimentando la hoguera con sonidos, distorsiones, ruido. Un ambiente cavernario con una espiral in crescendo de sonidos. Una contundente propuesta muy distinta de la que ofrecieron en el Babylon en la jornada inaugural. Pero de nuevo llevándote al mantra meditativo del ruido, a su efecto terapéutico.
Neukleonen, Angel Galán y Juan Musik, acompañados por la excelente propuesta visual de Mucrovision, ofrecieron un live redondo. Redondo por lo espacial de casi toda su música, como si los átomos de su logo se pusieran a hablar entre ellos. Para ello recurren a un tecno antiguo lleno de cajas de ritmos, re-secuenciadas sobre la marcha, sintetizadores y frases musicales sampleadas en vivo. Todo el rato tienes la sensación de flotar en ese espacio al que te lleva hasta su vestimenta. La sensación de gravedad cero. A pesar de que ambos son mentes inquietas y hasta diría analíticas (me encanta su homenaje a Asimov), en su música se permiten la imaginación de la ciencia ficción.
Y así terminaba la programación del Tesla en el Museo de León, agradecidos por la calidad, diversidad y puesta en valor de todos los artistas. Impecable fue la organización y el público. Un inmenso placer y deleite para la mente, el cuerpo y el espíritu.
De forma paralela a la programación en el museo, El Gran Café era el escenario del Tesla Off programado en esta ocasión por el colectivo Dead and Leon. Allí disfrutamos de Crisopa e Israel Alonso aunque había más de cuatro lives y tres sesiones de dj.
Entre escenario y escenario obligada era la parada y fonda en El Colibrín y en el St Martino. En este último degustamos una exquisita cena que nos permitió encarar la noche con más fuerzas. Quedaban por delante los live de Analog Pleasure y Diego Cadierno en La Galocha, entre otras actuaciones.
Y agotado pero contento me fui a descansar. Por delante tenía el domingo en el Musac.
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