El hombre que sabe que había nieve

not feijoo dorado

Por PRIMITIVO CARBAJO

Hoy me quedo a este lado del Telón de Grelos, hay un buen sainete. En papel estelar, como no puede ser menos, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, aspirante cualificado en marzo a suceder al más presidente y plasmático del Momento. Precisamente por ser éste plasmático y mostrarse escurridizos y destemplados los tenores de su equipo en relación con Sucabrón Bárcenas, el gallego, hinchado por las apuestas a sus posibilidades sucesorias, se asomó a los medios en abril muy torero, vean cómo yo soy otra cosa, para explicar unas fotos antiguas suyas, de 1995, con el narcotraficante Marcial Dorado: aquí en el yate del narco, con el chorrito de protector solar sobre el hombro como cagada de gaviota, o bajando en otra de su todoterreno en ambiente de montaña, que él contó así: “No recuerdo si fuimos a Andorra [paraíso entonces predilecto para el blanqueo arousano] o a los Picos de Europa: sólo recuerdo que había nieve”. Oh!

No puede tener España un presidente con este descoloque geográfico, esta ignorancia del perfil de la piel del toro y, subsiguientemente, de qué territorio pisa cuando pisa unos territorios y otros como los pisan los presidentes. Entonces, es cierto, Feijóo no era presidente ni candidato, sólo era el número dos de la Consellería de Sanidade, pero ni a su edad de entonces, treintaytantos años, se pueden disculpar tamaños desvíos geográficos porque, si es por nieve, cualquier día te mete el Himalaya en la piel de toro o manda el Mulhacén a Filipinas. O sea, que ahí ya estrelló él solito sus opciones de relevista del presidente plasmático. Salió a exhibirse transparente y los destellos de nieve le cegaron: no sabría decir más paisaje. Pero hay más.

Las limitaciones de su memoria, ese único recuerdo de nieve, detona la cursiva como se ve, automáticamente, y, contra lo que él pretendía, subraya su presencia en el círculo Dorado con el énfasis de las verdades poéticas. Entonces Feijóo, adujo él mismo, no sabía quién era Marcial Dorado, y es otra explosión de ignorancia en el saber común, pues hasta los escolares de Arousa le tenían, a Dorado y demás contrabandistas, como referente profesional y de la prosperidad que deseaban para cuando se hicieran mayores, qué ayuda el colegio a triunfar en la vida. Ni entonces –añadía Feijóo en su defensa–Dorado estaba imputado por narco, que fue después; pero, hasta que finalmente cayó enfariñado como los demás, fue comandante en jefe del rubio de batea, del que se vendían a diario toneladas en Galicia y toda España sin control sanitario ni peaje fiscal, y a su lado la segunda autoridad sanitaria de Galicia, el ahora presidente que quiso ser transparente, no se dio entonces por enterado, ni imaginó siquiera que tales cosas pudieran suceder en terrenos de su competencia, qué incompetente.

Total, que este ufano campeón de la transparencia, con su propio relato llenó el escenario de charcos que hasta ahora, y desde entonces, no ha sido capaz de saltar ni tapar, mira tú para qué sirven los aires transparentes. Enseguida metió marcha atrás, pisando a fondo para humear el ambiente. Ya hubo varias broncas parlamentarias que han servido, sobre todo, para sumar charcos y mentiras al justificar él, ahora, la legitimidad de su opacidad cuando niega a la oposición el detalle de las relaciones de la sanidad gallega con las empresas de Marcial Dorado en la época, como en los suministros por ejemplo de combustible a los hospitales… No hay manera de saber esas cosas por las buenas. Como otras del sainete al que voy.

El Estado ha metido 9.000 millones –9.000 millones de euros– en sanear la fusión de las dos cajas de ahorros gallegas, cuyos directivos, de una y otra, tras convertir la fusión en banco que ya está en venta, escaparon por la ventana con una cantidad infame de millones, justiprecio de ladrones en correspondencia con la magnitud de la catástrofe financiera que lograron como gestores. El Parlamento de Galicia se propone investigarlo, Feijóo repartió cartas en la partida: de eso va el sainete. Galicia quiere saber lo que ocurrió –ahí estaba la mitad de todo el ahorro gallego– porque cuando ocurría se tapó con fotografías de fanfarrias y besamanos.

Cuando directivos, esa tropilla anduvo siempre por alfombras roja que les tendían los gobernantes todos, no importa el partido. Pero las cosas cambian en un momento, siempre en términos del Momento Mariano, y ahora estos fulanos, ya sin galones, honores ni distinciones, que los ayuntamientos y otras corporaciones les han ido retirando por malhechores, pidieron para empezar “protección” en los accesos al Parlamento contra una hipotética turba: el escrache de un puñado de los miles y miles de preferentistas a los que engañaron y dejaron sin ahorros. No se los devuelven, como tampoco los fulanos las indemnizaciones megamillonarias que apañaron. Es el nudo del sainete, que empieza con esa petición de protección, ay, por su delicadeza de oído.

El desfile de enterados comenzó el jueves. El presidente que se ufanó de transparente intentó hasta el último momento que las sesiones fueran secretas. No lo consiguió. Pero dejó bajo llave unas partes sustanciales del guión, como las actas de los consejos de administración que bendijeron la fechoría. Los enterados del jueves culparon a los directivos, que finalmente, en lugar de alfombra roja, comparecen con armonías de vuvucelas. Ya sé que entonarán “No fui yo” y que sepultarán aquella orgía con más nieve. Alguna se derretirá llegado el verano, digo yo, y divierte en el sainete mirarles saltar charcos, como a Mariano.

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