
Por TOÑO MORALA
Tenían la buena costumbre de hacer siempre las camas y las habitaciones antes de marchar a sus quehaceres; los niños a la escuela y los padres a trabajar. Aquel día era un lunes cualquiera del mes de octubre; de repente, todos los peluches de todas las habitaciones empezaron a reírse a carcajadas estruendosas; comenzaron a saltar encima de las camas, a jugar entre ellos, a abrazarse llenos de ternura; así pasaron prácticamente todo el día. Al atardecer, iban llegando a la casa sus habitantes; unos cansados, otros menos, pero con tareas que hacer antes de cenar e ir a acostarse. Cuando entraron en las habitaciones se encontraron con todos los peluches abrazos entre sí, otros en corros cogidos de las manos y con una sonrisa en sus caras… nadie se lo explicaba, hasta que la madre preguntó en voz alta… —¿Quién ha sido?, se miraron entre ellos, y el silencio fue cómplice de aquel maravilloso suceso.