ARQUITECTURA / La Tía Margarita

© Ilustración: Carlos Muñiz Sánchez.

En este escrito, a modo de cuento corto, el arquitecto leonés Carlos Muñiz Sánchez aborda «las permanentes obras que ha sufrido la Catedral de León y que la hacen, poco a poco, más nueva». Lo acompaña con un dibujo suyo en el que recrea el desaparecido pasaje cubierto de Puerta Obispo que cruzaba la Tía Margarita.

LA TÍA MARGARITA

“Os han engañado, la Catedral no es tan antigua como cuentan, la he visto levantar yo», repetía con ingenua insistencia la tía Margarita, siempre que podía, a los que quisieran oír su peculiar testimonio de niñez.

Habían pasado muchos años desde que en brazos de su madre bajaban las cuestas de La Sobarriba para acudir puntualmente al mercado semanal de la Plaza Mayor.

A la vista del caserío de la ciudad, tras bordear los huertos de San Pedro, cruzaban el pasaje cubierto de Puerta Obispo para llegar a la plaza de una Catedral casi oculta por múltiples estructuras de madera, que según se sabe, fueron necesarias para mantenerla en pie.

La tía Margarita había nacido en 1883 y como todos los de su condición, nacidos en tiempos y lugares difíciles, era analfabeta igual que su hermanastro Sixto, mi abuelo, que no aprendió a leer y escribir hasta que se incorporó voluntariamente a filas para acabar defendiendo la causa perdida de la guerra de Filipinas.

En sus constantes visitas y a los ojos de una niña, por encima de andamios y puntales, iba surgiendo hacia el cielo su catedral nueva.

Fueron necesarios derribos de bóvedas y pilares, arcos, contrafuertes y hastiales para evitar la ruina natural provocada por el desgaste de los tiempos y la mala piedra.

Había que reedificar todo lo posible para preservar los auténticos vestigios y recrear la imagen actual al más puro estilo original.

La catedral es hoy nueva por culpa de no ser eterna, como cualquier otra por el mundo aunque se lo tengan muy callado.

La Catedral no es nueva en su concepción pero la sutileza de sus proporciones constructivas y sus vacíos la hacen única y ese sigue siendo su secreto.

Los constructores de catedrales medievales descubrieron el cielo leonés, después de otros intentos fallidos por los caminos del Norte, buscando introducir en el interior la luz permanente del día y de la noche.

Por eso, a diferencia del resto de catedrales góticas, la nuestra es una nave perfecta por estar exenta en todo su perímetro, incluso de sus torres, consiguiendo la ingravidez interior gracias al baño de luz continua.

La tía Margarita tenía razón.

Carlos Muñiz Sánchez, arquitecto

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