ArribaEspaña Wert reabre los seminarios

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Por PRIMITIVO CARBAJO

Ahora que las destrezas que me ganaron la vida ya no caben en el Momento Mariano, a veces me vienen a la cabeza, tan vacía, ideas como la que me propongo exponer para demostrarme que aún no soy tan inútil, aunque quizá sí. Es una peli, la idea de una peli de terror y sexo, ganchos manidos, vale, pero que siempre funcionan y aquí de lo que se trata es que algo funcione. Tengo la estampa, el cartel, pero solo en la cabeza. En su tercio inferior, un primer plano con las calvas sonrientes, tan singularmente sonrientes, de los infames Montoro y Wert, induciendo que se disponen al juego infantil de médicos y a enfermeras pero infinitamente peor: se disponen a joder, con esas sonrisas de seducción suyas, a todo un pueblo: niñas, niños, jóvenes, adultos de los dos sexos, ancianas y viejos, nadie quede sin ellos joderlos. En el centro de la estampa, aunque en segundo plano, la chica de la peli, Mato Me Mata, a bordo del Jaguar, luciendo bronceado de tigresa y otros detalles de pija mala. Y por otro lado, colándose en la estampa como sanguijuela, el Sotana con mayúscula, esa misma cara que infunde el terror torquemada. Caben más alusiones iconográficas en la estampa, como el presidente que tiene los hilos desde el plasma, pero tampoco voy a agotar ya en ella el reparto que es coral en el guión.

De esta suerte, pues, me echo al cine, a la multimedia, a lo que sea el futuro, por probar y porque, efectivamente, tampoco encuentro ya en mi personal verbo palabras ni expresión nuevas que surtan alguna eficacia para señalar el espanto democrático en que nos debatimos. En los poderes del Momento Mariano se lleva no atender a razones ni a insultos, que es el paso subsiguiente y natural de la razón desdeñada. El Momento Mariano pedorrea terrores en mi película. Tendría que remitirme a la negrura más negra de la Historia de España, ya toda bastante negra, pero a la más negra en tiempos de paz, si alguno hubo, para mostrar su equivalencia, la horma en que encaja esta España moderna del Momento. Si alguien me viene exigente y quisquilloso, lo hago, aunque preferiría preservarme esa pereza, que también soy español y empezó el verano, no estoy para trotes, toda la vida andando de aquí pallá y… por esto mismo, dispongo de créditos y avales para mi peli igual de certeros y tan cómodos como las soirées que me esperan.

Aseguro que no viví en cavernas ni cacé al bisonte de Altamira, que a veces aún me lo preguntan. Cuando yo era niño, España era una unidad de destino en lo universal y caminaba por el Imperio hacia Dios. Era la marca España que nos enseñaban en la escuela y que nos trajinaba las entendederas en el mercado interno (en el externo era mero fascismo). El lector sagaz ya hiló, sin duda, la analogía de aquella unidad de destino y la marca que el Momento Mariano quiere plantar, como bandera que nos falta o para cambiar el trapo roto, en este mundo que hace nada se hizo global, o sea, con la marca que a su vez tomó derivada de globo. España, unidad de destino en lo global, algo así andan buscando para la marca España, y al Primo de Rivera que apadrine el eslogan. Acaso mi peli ayude un poco.

Wert aparece con uniforme militar, Herr Wert o Heil Wert!, con esa impronta nazi, jaquetón sobre botas negras de caña. Es el traje indicado para quien, siendo ministro de Educación, no demuestra ninguna frente al unánime repudio, unánime, a su política por parte de las organizaciones civiles vinculadas al sector, que ya es difícil; a que él mismo no llegue a alcanzar una nota de 2 en la valoración de su trabajo, cuando tanta nota impone para becar; a su risa tijera en mano, que lo mismo anuncia recortes como que va a cortar cojones; a su delectación con el españoleo, todo a españolizar, hay que españolizarlo todo, como si hasta ahora hubiéramos vivido (por encima de nuestras posibilidades naturalmente) en las Chimbambas; el repudio, en fin, al más mendaz cambiazo en la educación escolar, Educación para la Ciudadanía por el catecismo (“¡Y que sea para siempre, y que sea para siempre!”, insta el Sotana en la peli, con artes torquemada y aspecto de rata).

Entonces Heil Wert!, que era sociólogo antes de ser ministro –lo que subraya su condición diabólica, pues de otro modo no se entiende, con esa formación, su risita de desprecios a la sociedad–, entra en un aula de la pública con esa guisa de uniforme y todos los niños se levantan con estrépito, marcialmente, a la vez estiran el brazo y corean Heil Wert! a la vez. Él les dice gracias y que está bien su disciplina, pero que hay que españolizarla aún más. “¡Señor, mi señor!”, se cuadra uno de los chavales para preguntar: “Entonces, señor, ¿tendremos que llamarle ¡ArribaEspaña Wert!?”. “Para empezar, no está mal, je je, incluso es de nota”, se relame, y empieza a contar milongas. Pero la peli salta a la secuencia documental que inspira esas milongas y toda la acción política de ArribaEspaña Wert.

España de posguerra, hambre y miseria en los rostros. Muchos niños, hijos de los perdedores o meramente pobres. Por aliviar todos la economía doméstica y propiciar una prosperidad de estudios, que las familias no pueden pagar, los rapaces comen caliente y estudian en seminarios y con frailes, la vocación es otra mentira que estimula el Régimen. Entre muros decrépitos, huele a rancho, la higiene no es católica y bullen los niños y las braguetas de sotanas lascivos, que finalmente no resisten la tentación y se entregan a la escabechina llevando el temblor de otras manos a sus braguetas abiertas, ¡por el Imperio hacia Dios! Es una secuencia clave en la peli, terror y sexo arrancados de la pura realidad que busca reponer ArribaEspaña Wert.

Pero ya me pasé del espacio que me marco, no daré hoy más pistas del guión. Solo esta breve secuencia por anticipar la alegría de la peli: en una sala palaciega, el presidente plasmático y ArribaEspaña Wert repiten brindis y carcajoden entre copas: ¡Viva el vino!, ¡viva el vino!, ja ja já.

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