Guerrilleras

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Por TOÑO MORALA

María había visto con sus ojos como los falangistas se llevaban a su padre y abuelo a principios del año 1939. Nunca más supo de ellos. Su madre había muerto de tuberculosis cuando ella tenía dos años; así que la historia silenció durante décadas la barbarie, el sufrimiento y la lucha de muchas mujeres guerrilleras. Se quedó a cargo de su abuela en una pequeña aldea de La Cabrera (León). En la parte de abajo de la casa techada con centeno convivían una veintena de cabras, una vaca, unas gallinas y poco más… el humero en los duros inviernos calentaba y preparaba el pote diario. Allá por el año 1945 bajaron unos maquis, unos cuatro o cinco en busca de provisiones y algo de compañía. Allí a los 17 años conoció a Eladio, un guerrillero de unos veinte años, de la parte de Puente Domingo Florez. Era alto y fuerte, sonriente; empezaron a entablar amistad y a conversar sobre la necesidad de desbancar a Franco del poder. El idealismo brillaba y salía por sus ojos, y así, María se fue comprometiendo con la causa. Así también se fueron enamorando a pesar de las largas ausencias de Eladio que estaba por todos los montes refugiado de la guardia civil y luchando. María hacía de enlace entre varias guerrillas, así como dejaba comida y provisiones en el monte. La señal para que Eladio pudiera bajar hasta la aldea era una prenda tendida en el tendal en verano; en invierno, dejaba la pala de dientes hacia arriba, y así sabía que no estaban por allí los guardias.

Su abuela se puso enferma y falleció en el año 1946; María se quedó sola. El cerco de la guardia civil cada vez era más estrecho, hasta que un buen vecino se enteró que venían a por ella y huyó al monte sola en pleno invierno; tardó más de una semana en encontrarse con Eladio y su grupo, también muy asediados y perseguidos… volvió a la aldea y vendió los animales a un primo suyo que se había hecho cargo de ellos en su ausencia, y a un vecino la casa y la huerta, y con ese dinero se pusieron rumbo a Vigo… y un buen día amanecieron en La Argentina. Nunca más se supo de ellos. Hace unos meses vino un hijo suyo con su mujer que también descendía de leoneses y se acercaron a la devastada y abandonada aldea. Todo estaba hundido y abandonado; se acercaron a la casa derruida, como a la pequeña Iglesia, en el portal de la misma, debajo de una pequeña placa a los caídos, y entre otras inscripciones vieron mal escrito, pero entendible… Eladio y María 1946.

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