
Por FERNANDO CAYO
Me encuentro en este momento inmerso en las representaciones en Madrid de “Los hijos de Kennedy”, la obra de Robert Patrick, dirigida por José María Pou e interpretada por mis amad@s Maribel Verdú, Emma Suarez, Ariadna Gil, Alex García y por una servidora. Una pieza que analiza, a través de cinco diferentes arquetipos, las excelencias y maldiciones de los benditos años sesenta.
En esta obra me toca el papel de “Sparguer”, un actor homosexual del Off de Broadway que nos cuenta con mordacidad y desparpajo los vericuetos, complejidades, sinsabores y traiciones del mundillo del teatro “underground”. ”Alternativo”, diríamos nosotros. Habla también de la efervescencia de los pequeños teatros de aquel momento.
El “Café Cino” –caféteatro en el que arrancó su carrera Al Pacino, entre otros– era uno de los 400 teatros underground del New York de mediados de los sesenta y sirvió de modelo al autor para crear el imaginario “La Opera di Buffo” del que habla en nuestra función. Es el equivalente sesentero y neoyorquino de los microteatros, teatros alternativos y casas teatrales de la actualidad en nuestro amado country. Aquí siempre vamos con retraso… Excepto en los sectores de la corrupción y la privatización draconiana, en esto avanzamos a la velocidad de los incrementos de tasas en la factura de la luz. En esto sí somos potencia mundial de primera magnitud… una potencia del copón diría yo.
Cuando empecé a trabajar este papel hice el ejercicio mental que hago siempre con todos los personajes, responder a la pregunta: ¿qué es lo que este personaje me está contando de mi actual momento personal? La respuesta me conduce siempre a brillantes momentos de aprendizaje personal. Las reflexiones que me dan los personajes sobre mi propia vida son una de las mejores terapias que he hecho nunca. Tanto que he llegado a pensar que todo lo demás: ensayar, actuar, ir de gira, etc… es una excusa de la vida para mostrarme la aguda y certera reflexión que cada personaje me brinda.
“Sparguer” es un tipo claramente quemado y mosqueado. Lleva mucho tiempo haciendo espectáculos underground… Algunos son la ostia, pero otras veces son absurdos experimentos, pajas mentales… Ha perdido el rumbo y está metido en una perniciosa rutina que anestesia con alcohol. Se lo toma con humor pero lo que hay detrás es rencor, ira por la precariedad del oficio, frustración, dolor. Su zona zero, el origen de su conflicto, es el momento en el que descubre que los compañeros que pensaba que eran “auténticos” artistas, seres entregados a la creatividad, resulta que lo que querían era el éxito, el dinero y el halago. No ha superado esa “traición”.
El problema de “Sparguer” en esencia, es que se enfada porque los demás no son como él quiere, la profesión no es como él quiere… la vida no es como él quiere. Y es que, muchas veces la vida no es, efectivamente, como queremos.
Y aquí encuentro un enlace con mi propia vida, una buena respuesta que me liga a mi personaje, que contesta a la pregunta que me hago siempre, repito: ¿qué es lo que este personaje me está contando de mi actual momento personal? Hay muchas cosas que no son como yo quiero: los compañeros en paro, el IVA que nos chupa la sangre, el maltrato y el desprecio de este gobierno por la educación, por la cultura, por los ciudadanos de Madrid –hasta los cojones de esta señora que hace de alcaldesa.¡¡¡Qué error de casting por Dios!!! –, … por… podría seguir… pero no.
Los personajes de esta obra están enfadados y anclados en la frustración. Tomo nota. Aprendo y salgo de esto. Aporto todo lo que de valor puedo aportar a la situación para crear conciencia y generar cambio y denunciar y tiro palante y sigo… Porque si sigo, cambio el mundo, y quizá los buitres se espanten. (Fade in de música heroica.)
Yo ahora quiero superar el momento en el que los sueños de juventud son pasados por la vida. Quiero crear nuevos sueños, más bien, realidades que disfrutar ahora. Quiero luchar pero sin la carga de la frustración. Reconocer algunas derrotas, poner al día las prioridades y lanzarme, divertirme creando dentro y fuera del escenario. Con los cojones pintados de rojo, como sugiere Jodorowsky, siempre tan pinturero, para tomar conciencia de tu energía creativa… Bueno, de rojo o al natural, como cada uno lo sienta más pertinente, que las pinturas de guerra no a todo el mundo le sientan bien y además puede que haya algún alérgico; en ciertas zonas la piel es muy sensible. (Fade out de música heroica. Oscuro.)
Genial reflexión!! como un buen menú, el punto justo de proteinas ( autoimagen y crecimiento personal) y vitaminas (cultura y critica social) y sin el – para mi gusto- esceso de grasa ( tacos y retacos…) de otro articulo tuyo
lo dicho he disfrutado mucho.
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