Cecilia Orueta muestra en «Factor Espacio San Feliz» su relato fotográfico sobre la estancia en Ibiza de Walter Benjamin

Este viernes 30 de junio, a las 20:00 horas, en Factor Espacio San Feliz (C/ La estación 3. San Feliz de Torío), tendrá lugar (dentro del ciclo “Habitar en el Aura”), la inauguración de la exposición “Ibiza, la isla perdida de Walter Benjamin” de la fotógrafa madrileña Cecilia Orueta. La autora estará acompañada por Avelino Fierro, que ilustrará sobre la estancia en la isla del pensador y filósofo alemán.

La exposición, que permanecerá todo el mes y culminará con una publicación, es fruto de la inspiración que supusieron para Cecilia Orueta las cartas escritas por el filósofo Walter Benjamin a diversos destinatarios entre 1932 y 1933 a su paso por Ibiza. Las fotografías que la integran son el resultado de los distintos viajes que realizó su autora a la isla pitiusa.

A las puertas de la segunda guerra mundial, el filósofo alemán Walter Benjamin encontró en la isla perdida de Ibiza su particular paraíso: un refugio donde escribir en paz. Fue el último tiempo feliz de su vida. Luego vendrían el exilio, la precariedad económica y su trágico final.

Una fría tarde de invierno berlinés, el pensador alemán Walter Benjamin se encontró por la calle con un antiguo compañero de instituto. El filósofo pasaba entonces por graves problemas económicos y su antiguo compañero de estudios le animó a irse a una isla mediterránea donde el clima, le dijo, era más amable y la vida mucho más barata. “Yo, de hecho .le comentó aquél al filósofo- pienso irme con mi mujer y mi hijo”.

El consejo no fue en vano y al año siguiente, 1932, Walter Benjamin se embarcó en un mercante de nombre Catania y recorrió el contorno de todo un continente, desde el puerto de Hamburgo hasta Barcelona, última escala antes de volver a embarcarse, esta vez en un navío de pasajeros, el Ciudad de Valencia, rumbo a la isla de Ibiza. Allí vivió, según sus propias palabras, una de las temporadas más felices y tranquilas de su vida, entregado a la contemplación del paisaje virgen y misterioso, a la escritura y a la lectura bajo los árboles, a los baños de mar, a las conversaciones o visitas a los bares del lugar (entonces muy escasos), a las largas caminatas a veces prolongadas y nocturnas, e incluso al amor. Alojado en una casa de Sant Antoni de Portmany, en aquellos años un diminuto y apacible pueblo de pescadores, el pensador experimentó tal felicidad que regresó en la primavera siguiente viviendo así en dos diferentes etapas la ensoñación de paz, libertad y belleza con las que la isla ibicenca embriaga a sus visitantes.

Tiempos aquellos en los que el turismo aún era una ficción y sólo recalaban en la isla personajes tan pintorescos como extravagantes: pensadores, poetas, filósofos, naturalistas… Aquellas dos estancias en Ibiza fueron posiblemente las últimas temporadas de paz para Walter Benjamin, el hombre que buscaba incansablemente una explicación para intentar comprender el mundo, que no volvería a encontrar la tranquilidad y la paz que siempre buscó y, a partir de ese tiempo, su vida y su angustia existencial se precipitaron al ritmo en que lo hacían los acontecimientos políticos en Alemania, que acabarían con la llegada de Hitler al poder y el posterior estallido de la Segunda Guerra Mundial. Huyendo de ella por su condición de intelectual y judío, enfermo y cansado tras atravesar los Pirineos guiado por la resistencia francesa, Walter Benjamin llegaría un día de septiembre de 1940 a la frontera española con intención de emigrar a los Estados Unidos de América como tantos otros, pero al ser retenido por los aduaneros españoles y ante el temor de ser apresado por la temible Gestapo alemana que los perseguía, puso fin a su vida con una sobredosis de morfina en la habitación número 4 del hotel Francia, en Portbou, el pequeño pueblo fronterizo del país al que pertenece la isla del olvido en la que tan feliz fue, y que para él significó su momento de mayor plenitud personal y vital.

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