
Este artículo de Gema Gutiérrez Martínez parte de la lectura de una novela que llegó a sus manos, y que le pareció «fascinante y atípica»: ‘Centinelas del Tiempo’, del periodista barcelonés Francisco García Novell. La novela está aún inédita. «Con este artículo pretendo dar visibilidad a un libro que, según mi parecer, no puede caer en el olvido, por la importancia y originalidad estructural y temática que posee», apunta la autora.
LOS TESOROS ESCONDIDOS DE LOS JESUITAS
Una lectura de la novela inédita ‘Centinelas del Tiempo’, de Francisco García Novell
Por GEMA GUTIÉRREZ MARTÍNEZ
Arranca el tema principal de la novela con una poderosísima imagen: Un grupo de jesuitas va por la ladera de una montaña, como en procesión, custodiados por la Guardia Real, en la oscuridad de una noche cerrada.
Unas páginas más adelante se nos presenta la imagen inversa: Un grupo de indios vuelve por la misma ladera, custodiados o “espoleados” por un grupo de jesuitas.
Las dos imágenes corresponden a tiempos distintos. La segunda se supone anterior en el tiempo a la primera. La primera forma parte de la Historia. La segunda, de la Leyenda.
En este caso se nos muestra el hecho y la opinión al mismo nivel narrativo.
En 1768, Carlos III hace cumplir la orden que, años atrás, había dado en España; orden que también se había venido dando por el resto de Europa, de que los jesuitas debían abandonar los territorios españoles de América.
Les hace salir de noche, y con ello empieza a caer la noche más oscura sobre uno de los proyectos culturales y humanitarios más trascendentales de la historia.
Con estas dos imágenes ya empezamos a intuir las distintas capas de la realidad y de la ficción sobre las que se articula toda la novela.
En el texto encontramos dos planos fundamentales, el plano de la realidad, lo que corresponde a la Historia y el plano de la ficción. Una realidad histórica rastreable, con personajes que existieron realmente, y otra realidad inventada, con personajes de ficción. Estos dos planos se retroalimentan constantemente.
En el plano de la Historia tenemos la narración de este hecho histórico, lo que le precedió y lo que le sucedió: Los jesuitas son acusados de ir contra los intereses de la Corona y empieza a circular la idea de que pretendían enriquecerse explotando las riquezas de los territorios de América. Una vez expulsados comienza el silencio sobre la verdadera actividad que desarrollaron allí. Se les atribuye haber escondido, con la ayuda de los indios, todas las riquezas que encontraron.
Ahora la opinión se convierte en prejuicio. Es evidente que la Compañía de Jesús también tuvo su propia Leyenda Negra.
La historia de las riquezas en los territorios de América del Sur comienza poco después de la Conquista. Se habla del oro de los Incas, de la plata del Potosí, de metales preciosos por distintos lugares… todo ello documentado a través de los textos. Pero pronto surgirán leyendas como El Dorado, la ciudad de Paitití, u otras imposibles de determinar.
La que nos ocupa ahora es la presunción de que los jesuitas encontraron estos lugares míticos y escondieron numerosos tesoros antes de ser expulsados de América.
Esta leyenda sirve de reclamo para viajeros, como Ciro Bayo; exploradores, como Percy Harrison Fawcett; naturalistas como Alcides d’Orbigni, aventureros y gente sin escrúpulos como la del triste episodio relatado en la novela referido a la “Siringa”, o historia de los gomeros en el país boliviano. Estos últimos son algunos de los antagonistas en el plano de la Historia.
En el plano de la ficción también nos vamos a encontrar antagonistas que, al igual que en la vida, tratarán de entorpecer la búsqueda de la verdad. De esta circunstancia surgirá una trama de suspense o intriga.
Capas narrativas
Por otro lado, tenemos en la novela, varias capas de la narración, varios niveles de la historia.
En el plano de la ficción empezamos en el presente, con el personaje de Laura, que trata de reconstruir los últimos años en la vida de su padre, Gabriel, a través de los cuadernos que escribió y de sus propias percepciones y conocimiento del lugar donde acabó sus días. Conoceremos los diarios de Gabriel y todas las vivencias y la información que recopila con respecto a la historia de los jesuitas en los territorios de la Chiquitania, en el oriente boliviano.
La novela que nos ocupa trata de un viaje interior, un viaje a través de la historia de Bolivia, un viaje en tres tiempos: el tiempo del hecho histórico mencionado, el tiempo de Gabriel, como narrador-personaje, cuyo objetivo es llevar a cabo un viaje de descubrimiento de la verdad, tratando de reconstruir la verdadera historia de los jesuitas en este país, y el tiempo de los que encuentran los cuadernos de este narrador, que tratarán de reconstruir en el presente la verdad sobre su padre y la verdad que su padre buscaba.
Por otro lado, en el plano de los personajes reales o históricos, tenemos al jesuita suizo Hans Roth, en el presente, como informante de Gabriel, que trata de reconstruir el legado de las Misiones jesuíticas en su aspecto estructural, como arquitecto, rehaciendo una de las seis catedrales que proyectó el jesuita Martin Schmidt en el siglo XVIII, apodado “el genio de la selva” por su talento como arquitecto y músico. Hans Roth también se convertirá en custodio de los recientes hallazgos de sus obras más eminentes. Aquí se mezcla la historia con la leyenda.
Un legado musical escondido durante tres siglos
El hallazgo de más de 5.000 partituras de música barroca mestiza selvática originaria de las misiones, algunas atribuidas a Domenico Zipoli, músico y jesuita del siglo XVIII, discípulo de Scarlatti; otras atribuidas a Martin Schmidt, y muchas otras, consideradas verdaderas obras maestras de anónimos indígenas da un vuelco a la historia. Este impresionante legado se escondió durante casi tres siglos como si de un “tesoro” se tratase. La leyenda dice que fueron los “Centinelas del Tiempo”, una misteriosa fuerza, oculta e impalpable, la que custodió los tesoros escondidos de los jesuitas, los responsables de su conservación, pero también se atribuye su coservación, a través del tiempo, a los “achachilas” o espíritus de los antepasados y al celo y cuidado de las mujeres, como protectoras últimas de este gran legado.
En último término, tenemos al autor, Francisco García Novell que, como narrador omnisciente articula las distintas narraciones de los informantes, y, a través de todos los personajes, con base real o ficticia, como si de un puzzle se tratase, va desgranando, con la minuciosidad de un antropólogo, la historia cultural de Bolivia.
La arquitectura de la novela, al igual que la Historia, es circular y concéntrica. Por eso, la búsqueda de la verdad en cada uno de los personajes se convierte en una búsqueda concéntrica de la propia identidad, que tiene, además, como resultado, la recuperación de la historia de la identidad cultural boliviana.
Las huellas de esa identidad cultural las podemos seguir en el relato de leyendas, tradiciones, costumbres, historia, a lo largo de la novela, relatadas casi siempre por el personaje de Rubén, que como natural boliviano sirve de guía o Cicerone de Laura.
Un viaje por Bolivia
El autor, como buen documentalista que es, recoge todas las fuentes de información que están a su alcance: libros, documentos… Pero lo hace a la manera de un antropólogo: con entrevistas, testimonios, observación pormenorizada de la realidad y de su entorno, fundiendo sus experiencias con los relatos que escucha sobre leyendas, mitos y costumbres de los chiquitanos. Más que una novela de viajes construye una novela antropológica.
El lector experimenta un viaje por Bolivia, en concreto por los territorios de la llamada “Chiquitania”, a través de los cinco sentidos.
Nos encontramos con la descripción orográfica y topográfica del magnífico entorno de llanuras y montañas, laderas y ríos, zonas selváticas, como visiones de una fuerza y poder incontrolable de la naturaleza a través de la lluvia, de las tormentas torrenciales, de un sol expléndido. La lluvia, a menudo se convierte en un símbolo de muerte y también de renacimiento en la novela.
El pensamiento indígena de estas tierras considera al hombre en una fusión total con la naturaleza, inseparable de ella, integrado en ella, como una extensión de ella.
No es casual, con esa orografía, que mitos y leyendas chiquitanos y aymaras como el de la Pachamama (el espíritu de la madre Tierra) explique el origen del mundo y su realidad. Nos encontramos, también, con pueblos y ciudades descritos y explicados a través de su historia, a través de su gastronomía, que casi podemos oler y degustar. Toda la descripción, salpicada de términos, vocablos, palabras, en fin, que han permanecido para designar las costumbres chiquitanas. Su lengua es fiel expresión de su realidad.
Entre la Filosofía y la Antropología
La novela se mueve entre los campos de la Filosofía y de la Antropología.
La Filosofía como Ciencia del Pensamiento humano que aspira al conocimiento. La Antropología como ciencia que estudia al ser humano y sus manifestaciones culturales, su entorno, gobierno o formas de organización social…
La historia del Pensamiento comienza con la existencia del Hombre. Muchas son las disciplinas que han tratado de dar respuesta a las grandes preguntas de la vida y del mundo. Según las diversas culturas podemos hablar de Mitología, de Religión, de Filosofía, en sus diferentes texturas de la imaginación y de la razón.
El Pensamiento de Platón planea sobre toda la novela. Todas sus ideas encajan y se funden con la experiencia religiosa de los jesuitas: la idea de trascendencia de la realidad sensible, para apuntar a algo superior, perfecto, inmutable y eterno, que está fuera de nosotros, y que tiene que ver con el alma, y no con el cuerpo; el mundo de las ideas (Verdad, Justicia, Igualdad,..); la idea del Bien, como idea suprema que resalta y aglutina todas las demás, y que no se puede entender sino como búsqueda del “Bien Común”…
Platón trata de llevar esas ideas a la práctica, al gobierno y formación de la sociedad, pero fracasa. Muchos siglos después los jesuitas logran convertir en realidad la “Utopía”.
El autor nos relata que, en1793, el jesuita José Manuel Peramás trata de establecer las similitudes entre el régimen de las Misiones y La República de Platón.
Platón en su pensamiento, también lleva a cabo la reconstrucción del pensamiento de su maestro Sócrates. La herencia socrática se nos muestra en ideas tales como la de que, para alcanzar la Sabiduría y llegar a la Verdad, hay que ser humildes y reconocer la propia ignorancia, que la Verdad está en cada uno de nosotros, pero sólo se puede llegar a ella a través de los demás, mediante el diálogo. Es, mediante el diálogo, como llega a un pensamiento crítico que desmonta prejuicios.
Las grandes ideas que después desarrollará Platón, no pueden ser entendidas si no responden a un criterio común, válido para todos. Todo aquello que no es objetivo y universal, sino que responde a intereses personales y entra en conflicto con los demás, rompe la armonía con el entorno.
Los jesuitas son conocedores de todas estas ideas. Ponen en práctica un ejemplo de sociedad en la que prevalece el bien común, un sistema comunitario en el que todos son responsables de todos. No se abandona a nadie a su suerte. Buscan la esencia de las cosas (lo que une) frente a las particularidades (lo que separa)
Por otro lado, consideran que la Belleza es parte esencial de una vida plena, por ello con ellos llevan la Música y el Arte, como otra manera de trascender la realidad.
Respeto al ser humano
A finales del siglo XIX y principios del XX, Franz Boas y después, algunas de sus eminentes discípulas, como Margaret Mead, cambiarán el paradigma en el estudio del hombre para siempre.
Boas de da cuenta de que los viajeros y etnólogos que se encuentran con otras culturas llevan consigo un montón de prejuicios sobre los que basan sus juicios. Boas trata de poner al mismo nivel de credibilidad una cultura y otra, no analizando lo que ve desde la supuesta superioridad de la cultura propia, sino cambiando por completo la manera de acceder a ellas.
Propondrá un método inductivo, de observación de la realidad, recogida de datos, entrevistas con el autóctono, en su propia lengua, para después, de una manera objetiva y precisa llegar al conocimiento de otras sociedades y formas de organización social.
Pone en el centro del sistema de análisis la idea de “contexto” o coordenadas espacio-temporales, para acceder al significado que tienen las cosas y los objetos. Este concepto va a ser, en un futuro, muy fructífero en el campo de la Lingüística.
Con este método quiere conseguir que la Antropología sea considerada como Ciencia, y no como conjunto de impresiones, cambiando su marco teórico- conceptual.
La Antropología tiene como objeto de estudio al ser humano en todas sus dimensiones. Las diferentes ramas de la Antropología se centran en distintos aspectos de la experiencia humana.
La Etnología estudiará los rasgos individuales, particulares o diferenciadores de las distintas sociedades. He aquí la pertinencia del concepto de “contexto”.
Los jesuitas son los primeros en tratar a los indígenas como sus semejantes e iguales. Supieron darles desde el principio la categoría de ser humano.
Sólo hace falta detenerse en la evolución y las implicaciones de los distintos sistemas de gobierno que los extranjeros impusieron a los indígenas, empezando por la “Encomienda”, pasando por la mal llamada “Reducción”, que devino finalmente en “Misión”.
Franz Boas acaba con los términos Civilización y Barbarie para referirse al estudio de los pueblos indígenas, para referirse a las etapas (sucesivas) en el pensamiento de los pueblos y culturas.
Los jesuitas y la cultura ancestral
Estos hallazgos están presentes en la construcción de la novela pero, sobretodo, lo que llama poderosamente la atención, es que, casi con dos siglos de diferencia los jesuitas entendieron en toda su magnitud y extensión lo que era el ser humano, lo que era su individualidad y su contexto, lo que era el respeto por el “otro” y la dedicación al “otro” para mejorar su vida.
Al encontrarse con una cultura nueva, diferente a la suya, dejaron momentáneamente suspendidas sus creencias para acercarse al “otro”, aprendieron su lengua, escucharon sus leyendas y mitos, respetaron su manera de entender la vida y su expresión artística y después, con paciencia de orfebres, lograron transmitir sus saberes dando lugar a un sincretismo cultural que creó una nueva identidad, más rica, más sabia. Ellos también actuaron como mediadores y depositarios de esa cultura ancestral, que se hubiera perdido.
Todo esto nos lleva a considerar a los jesuitas como pioneros, como auténticos visionarios, como los primeros antropólogos y filántropos de la Historia a una escala sin precedentes, por su obra en común y dilatada en el tiempo.
El «tesoro» de la cultura
La polisemia de la palabra “tesoro”, nos permite ahondar en la construcción de la novela.
La idea inicial de “tesoro” como algo material y valioso económicamente, (como pueden ser las minas de oro, la plata del potosí…) se va transmutando a través del conocimiento y del descubrimiento (hallazgos) en un legado cultural de primer orden. Este es, realmente el tesoro que lograron los jesuitas: la construcción y permanencia de los pueblos, a los que, sin negarles ni masacrar su propia cultura, supieron transmitirles unos saberes integradores para todos ellos. Enriquecieron, no destruyeron, y dieron lugar a una nueva identidad.
Porque, al final, la riqueza de un pueblo se mide por su cultura y por sus obras, por su legado artístico e intelectual.
Es justo que, en estos tiempos de revisionismo histórico en los que se pretende rescatar todas las voces silenciadas de la historia, casi siempre femeninas, se rinda homenaje a aquellos jesuitas que dejaron su tierra y se embarcaron, allende los mares, en el mayor proyecto de construcción del individuo, de construcción del “otro”, el que no tenía voz ni visibilidad. El autor da, con ello, luz a un oscuro pasaje de la Historia. No en vano nos cuenta cómo los chiquitanos temen a “las tinieblas”.
Los jesuitas, siendo la élite intelectual de las órdenes religiosas pusieron su saber y su talento al servicio de la Educación con mayúsculas, de los que no tenían nada. Supieron hacer hombres libres y autónomos. Crearon verdaderos artistas.
Se logra así, rescatar a un pueblo de los barrotes o jaulas que les impuso la Historia, es decir, de los prejuicios: del prejuicio interesado de la supuesta superioridad cultural de los invasores.
También es justo o conveniente que, en una época como la nuestra en la que las “distopías” parecen ocupar la mayor parte del imaginario social, se reivindique el concepto de “utopía”, de trascendencia en el mundo de las ideas, de llegar a la esencia de conceptos como Verdad, Justicia, Belleza, de mirar hacia arriba y no hacia abajo, de sublimar la realidad y no degradarla. Si no, corremos el riesgo de vivir en sombras, sin vislumbrar siquiera los colores de las cosas, como ocurría en la “caverna “ de Platón. Después de todo, los jesuitas lograron convertir un sueño en una realidad palpable. Lograron materializar una utopía, contraviniendo el sentido del término (como algo ideal e inalcanzable).