
Por CAMINO SAYAGO
El escenógrafo y artista visual leonés, residente en Asturias, Ramón Isidoro, ha vuelto a intervenir el espacio del Museo Barjola de Gijón. En esta ocasión, su trabajo de investigación sobre la luz ha envuelto a la Capilla de la Trinidad con el proyecto con el que ha ganado la VIII Convocatoria 2023 del Premio del museo: la instalación “La unidad es la luz”. Un proyecto específico para este espacio que se podrá ver hasta el 18 de febrero.
Ramón Isidoro (Valencia de Don Juan, 1964), autor de numerosas pinturas, fotografías y montajes ha creado esta instalación site-specific y aglutinante para el Museo Barjola que “suma arquitectura, luz, intervención en superficies murales y pavimento, piezas de volumen y luz, escultopictóricas, un elenco de estructuras y texturas, sonido, espejos y piezas de volumen esférico suspendidas e iluminadas”, según detalla su comisaria Laila Bermúdez.
Se trata de una exhaustiva ocupación del espacio donde se orquesta una composición multisensorial. Y la luz, como indica su título, es la unidad que lo articula. “Se parte de una posible literalidad del material de escena para llevarlo a otra dimensión sensorial y estética, tratando de equilibrar los aportes estáticos y dinámicos, con una sutil economía de elementos y con la apertura multidimensional que aporta una base pavimentada en espejo”.
La luz es un elemento clave en la obra de Ramón Isidoro, y como investigación formal le sitúa en la estela del gran Turner, y de artistas contemporáneos como Friedlander, James Turrell, Olafur Eliasson, o el catalán Antoni Arola. A lo largo de su trayectoria se puede comprobar su interés por abordarla como sustancia estética: por un lado, la luz como concepto intelectual y meditativo, reflejado a menudo en sus títulos y en sus referencias líricas (Fulgor, se tituló su exposición en el Museo de BBAA de Asturias, 2013); por otra parte, la luz como materia plástica y pictórica, con numerosas obras donde la aplica con extrema pureza, llegando a incorporar en sus composiciones piezas y cajas retroiluminadas; y también la luz como núcleo de sus proyectos escenográficos para conciertos y giras musicales (entre otros, Nacho Vegas y la mítica banda Manta Ray) que son una verdadera extensión de su trabajo artístico.
Para el crítico y profesor Miguel Cereceda la instalación “La unidad es la luz” está íntimamente vinculada con una propuesta escenográfica y musical que tiene como núcleo a las esferas. “La esfera es, en primer lugar, la representación del mundo, pues nuestro propio planeta es una esfera, e incluso por analogía, también es la representación del universo. No en vano Parménides hablaba de la esfericidad del ser. Pero en esta instalación las esferas son esferas de luz. Lo que sugiere la idea de soles o de sistemas solares inmóviles. Por otro lado, desde los pitagóricos, la esfera está también asociada con la idea de la música”.
El también crítico e historiador del arte Ángel Antonio Rodríguez destaca además de la luz, la poesía, la música y el silencio que impregna a este trabajo “porque a Ramón le gusta atrapar al público, enredarle, implicarle, envolver al visitante con juegos especulares que nos hacen preguntarnos si estamos dentro o fuera de la obra”.

Percepción sensorial abierta
Si hay una constante que toda la crítica destaca en la trayectoria de Ramón Isidoro, es la elegante y obstinada experimentación que el autor sostiene sobre todas las capacidades de expresión de la pintura y de su materialización, desde su estado intelectual -su espíritu, su aura-, hasta su estado físico -o su ser objeto-.
Fruto de estas exploraciones, y partiendo de una abstracción lírica radical, el artista ha conseguido armonizar en su obra materias tan diversas como la luz encapsulada, el color en la luz, la fotografía intervenida, el reflejo, la construcción e incluso la ruptura total con el soporte pared, facturando piezas que ocupan escultural e instalativamente el espacio expositivo.
Si se quiere definir en una frase su aportación al panorama de la cultura visual, se podría sintetizar como una “incitación a traspasar la convencionalidad de los lenguajes y una decidida apuesta por nutrir al espectador con una percepción sensorial verdaderamente abierta, e incluso sinestésica, frente a la propia materialidad del arte”.