Por JOSÉ ANDRÉS HERRANZ.— Esta es la historia de un viaje inconcluso, de un compromiso personal y público, de una forma de abrazar a un ser querido, apreciado, respetado, admirado. Antonio Machado es el padre de estos hijos que cada cierto tiempo le rinden un homenaje para agradecerle su entrega política e intelectual, para llorarle a los pies de su tumba. Por eso, cuando pueden, este grupo de personas de Valladolid le visitan en Collioure (Francia), le leen una poesía o le cantan, guardan silencio, se vuelven y hasta una nueva ocasión.