Haría falta talar muchos árboles si cada vez que observamos deficiencias en el funcionamiento de la cultura, pidiéramos la hoja de reclamaciones. Pero no es un capricho. Los profesionales de las artes escénicas están prácticamente parados y, lamentablemente, no se ven movimientos por parte de las autoridades para buscar una salida. Es como si se hubieran tirado al surco y que allá se las den todas… ¿No fue abolida la esclavitud?
Por ISAAC MACHO
Quiero dejar constancia, en primer lugar, de mi radical desacuerdo con ese alcalde, ese diputado, esa consejera de las culturas que se cruzan de brazos e insisten a coro que no pueden hacer más, que la situación está muy mal, que no hay dinero para las artes escénicas. ¿Cómo que está dicho todo?
Es que, acaso, no disponen de un espacio público, una dependencia en el ayuntamiento, una asociación cultural a la que no han hecho caso, una compañía de teatro que ha terminado por disolverse ante la indiferencia de quienes manifiestan ser nuestros representantes, un teatro que está al ralentí y que explotan adecuadamente, un colegio de niños encantados de asistir a esas representaciones que les transportan a esos mundos ingeniosos de “hobbit” y que desgraciadamente van de pascuas a ramos a ver una obra por falta de oferta…
Dígame que la Diputación no posee locales vacíos o sin utilizar, que no puede reunirse con los alcaldes de la provincia para meterles en la cabeza que tienen la responsabilidad de impulsar acciones orientadas a gestionar eso que llamamos Cultura como una manera de dar un servicio a quienes pagan los impuestos y necesitan alimentar la inteligencia, la crítica y la utopía como una manera de pasar por esta incierta vida, cargada de tropiezos invisibles…
Acaso, no cree consejera, que si no tiene dineros ni ideas para ofrecer una alternativa a esta negra situación escénica de colapso, lo coherente sería reunirse –hágalo por dignidad y por compromiso con su cargo– con las asociaciones de profesionales, con sus representantes, con los directores de las compañías, con los programadores, con grupos de trabajo para encontrar una salida negociada entre todos, que seguro que la hay… Si lo ha hecho ya una vez, dos veces y no ha dado resultado, inténtelo, de nuevo, tres, cuatro… 25… hasta alcanzar la fruta madura.
Protesto por los discursos de algunos responsables públicos que en acontecimientos culturales venden todavía menús-demagogia para idiotas, que acuden a sus exposiciones sin argumentos y que están más pendientes de salir en la foto o del logotipo que en el fondo de sus planteamientos.
Recuerden, sea cual sea su jerarquía en el organigrama institucional, que los ciudadanos esperamos de su quehacer una gestión eficaz, y que el presidente Herrera promete en sus parlamentos gobernar para todos. O, ¿es que tan poco importan ya las palabras? Yo me crié en un lugar donde la palabra tenía el valor de un contrato. Y, aunque no conocíamos a este ministro de Justicia que nos ha salido rana, no hacía falta acudir a los tribunales porque las personas fueran jóvenes o mayores, jefes o súbditos, damas o caballeros, cumplían lo pactado.
Seguiré usando hojas de reclamaciones mientras los servidores públicos no lleven el mono de trabajo ni huelan a sudor, mientras no sepan embutirse el buzo del interés general o continúen pendientes solo del voto y de las componendas ad hoc. Más respeto a los árboles…
