New Order: cómo ajustar y conciliar lo analógico con lo digital

Por CARLOS DEL RIEGO

Después de su tercera separación, el grupo de Manchester ha vuelto a escena, aunque sin uno de sus fundadores. Analizando su producción artística se llega fácilmente a la conclusión de que lo importante para un músico es hacer buena música (canciones en este caso), independientemente del tipo de decoración con que se dé brillo a la melodía.

Los buenos aficionados a la música, los auténticos melómanos son aquellos que no se conforman con cualquier cosa, son los que no se tragan todo lo que echan algunos medios de difusión, de manera que esos que sienten profundamente la música buscan, investigan, escuchan, escogen, seleccionan y, finalmente, encuentran y se quedan con lo mejor, con aquello que tiene verdadero mérito y talento. Y esto se puede encontrar prácticamente en cualquier género, estilo o tendencia. Sin embargo, suele ser habitual que quien gusta del rock repele el tecno, y viceversa, es decir, abunda muy poco entre los musicómanos la subespecie del que vibra tanto con una guitarra distorsionada como con la percusión electrónica. A pesar de ello, no cabe duda de que hay creaciones excelentes a uno y otro lado del espectro musical. Y uno de los nombres que pueden situarse entre los excelentes, independientemente del género del que se hable, es el británico New Order.

Vuelto a la acción en 2011, cinco años después de su segunda o tercera separación, el grupo ha ofrecido hace unos meses una gira por Sudamérica en la que han revisado sus grandes éxitos, incluyendo más de una de Joy Division; desgraciadamente, el emblemático bajista, Peter Hook, y su bajo a la altura de las rodillas, parece definitivamente (o sea, de momento) irreconciliable con sus ex-compañeros.

A pocos se les escapará la prehistoria de New Order, de modo que sólo los más jóvenes necesitarán que se les cuente que esta banda de Manchester surgió de las cenizas de Joy Division tras la muerte de su cantante Ian Curtis. Luego del deceso y de una breve etapa de evolución, el cuarteto encontró su sonido y personalidad. Vaya por delante que New Order es un grupo de música tecno, pero muy alejado de los estándares del género, muy diferente en cuanto a sonido, estética, postura y relaciones con la industria de lo que se entiende por tecno.

La particularidad del grupo de Sumner, Morris, Gilbert y Hook (aunque éste no haya querido volver) reside en que sus canciones son, ante todo, grandes canciones que funcionarían igual de bien quitándoles todo el arreglo electrónico y dejándolas sin más adorno que una guitarra acústica; y como prueba baste el hecho insólito de que una banda de música tradicional, celta, como los británicos Oysterband (una de las mejores en su estilo, sin duda) haya hecho una versión del tema Love vigilantes de los de Manchester. Este tipo de experimento se puede hacer prácticamente con toda su producción, ya que en sus canciones brillan inspiradísimas melodías y estribillos explosivos que resultan fáciles de tararear (que alguien se ponga a canturrear algo de eso que suena en las discos, a ver si es posible). Pero, por otro lado, es uno de los pocos que pueden meter más y más instrumentos, más y más arreglos sin que la cosa se sature, sin que el resultado final caiga en el batiburrillo o pierda tensión. El factor que definitivamente los hace únicos es ese aire más bien pesimista, a veces oscuro y retorcido heredado del punk y el post-punk (‘after punk’ decían otros), y otras más ligero, pero siempre desprovisto de tonos luminosos y ambientes festivos y alegres.

Aunque en activo durante ya más de tres décadas, sus mejores años coinciden con los ochenta del siglo pasado, cuando publicaron sus mejores discos y, evidentemente, sus grandes canciones. Así Blue Monday, que viene a ser algo así como el abc del sonido electrónico, y cuya estructura básica ha sido imitada hasta la náusea por bandas de todo pelaje y procedencia; por cierto, con el maxi single de este trepidante tema sucedió una cosa muy curiosa: su carátula de cartón era tan cara que la compañía de discos perdía dinero con cada venta, pues cada disco despachado costaba menos que su fabricación. Every things gone green y Temptation son verdaderos modelos de integración de instrumentos electrónicos y analógicos, aquella con su obsesiva guitarra (que tiene un lejano eco de lo que hacía Bo Diddley), y ésta con su hipnótica melodía.

En el sensacional Low life (el único disco en que aparecen sus caretos, distorsionados) se incluyen piezas maestras como el irresistible Subculture, la mencionada Love vigilantes (casi sin elementos tecno) o la ciertamente perfecta Perfect kiss, cuyo vídeo deja boquiabierto a todo el que lo ve por vez primera. Del absolutamente insuperable Techinique (para muchos la cumbre de su producción) se pueden destacar la desconcertante Fine time, la delicada Love less (modelo de composición pop para batería, bajo y guitarra), las saltarinas e irresistiblemente bailables Round & round, Mr Disco y Vanishing point; en este disco (y también en el anterior) se van alternando piezas más tecnificadas con otras ausentes de tecnologías digitales, pero todas funcionan irremisiblemente, todas poseen atractivos imposibles de olvidar una vez escuchados, con lo que se demuestra que cuando una canción tiene chispa, gancho, talento, es secundario el ornamento con que se decora. No se pueden olvidar delicias como la contundente Bizarre love triangle, la preciosa (y algo más lenta) Touched by the hand of God, la elegante, precisa, asombrosa Thieves like us, la impecable True faith, ejemplo de tecno-pop de alta calidad…, y tampoco deben ser arrinconadas maravillas como Confussion, Ceremony (aunque sea de Joy Division), Shellshock, Crystal

Sí, es ciertamente difícil que alguien que menea la cabeza con Motörhead o Ramones experimente sensaciones similares con New Order, pero no es imposible. It´s easy if you try, como decía el escarabajo de las gafitas.

Más información en: New Order vuelve a la carga con “Live At Bes», por Camino Sayago

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