Un gigante de ocho brazos en la costa asturiana

Calamar gigante-04

Por CAMINO SAYAGO

Tiene ocho brazos, mide nueve metros de largo y vive en las profundidades submarinas. No es un monstruo que se haya escapado de las historias de Julio Verne, ni un animal mitológico, ni tan siquiera un atrezzo de película de serie B instalado como reclamo publicitario. Es un simple cefalópodo, eso si un calamar descomunal de ochenta kilos y un residente habitual del frío cantábrico de la costa asturiana. Su cadáver ha aparecido este pasado fin de semana en la playa de Merón, en el concejo de Villaviciosa, un hecho que no se producía desde hacía cuatro años y que subraya por qué Asturias es uno de los lugares preferidos de esta especie tan enigmática. Los investigadores oceanográficos explican que la orografía marina de este enclave y los ricos caladeros de bacaladilla tienen la culpa.

Si aún no ha emprendido el descanso veraniego, está a punto, y busca algo cercano que añada un tinte de misterio a la bulliciosa playa, la aparición este inicio de semana del cadáver de un calamar gigante de unos ochenta kilos de peso en la costa asturiana, en Merón, tal vez le ayude a decidirse.

Que Asturias es un paraíso para estos grandes cefalópodos, que han inundado el cine de fantasía durante décadas, es un hecho evidente. Y es lógico, porque la mayor colección de ellos, 31 ejemplares gigantes, reposan en las vitrinas del Centro del Calamar Gigante, en el muelle nuevo de Luarca, que rinde tributo a esta especie siempre envuelta en un halo de misterio y que fue filmada en su hábitat natural por primera vez este pasado mes de enero, a 15 kilómetros al este de la Isla de Chichijima, es decir a unos 1.000 kilómetros al sur de Tokio. Hacia cuatro años que no se presenciaba un nuevo avistamiento de este tipo en el Cantábrico asturiano.

En el vecino Principado ha copado gran interés este hallazgo, que se une a los 50 ejemplares que se han recogido en las costas asturianas desde 1965; en el resto de las costas españolas en donde se han registrado durante este mismo tiempo otras apariciones, se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos. Ya desde el siglo XVI se tiene constancia de su presencia en caladeros de varios países y desde entonces se han contabilizado 650 calamares gigantes. España, con Asturias a la cabeza, forma parte de un pequeño elenco de países que periódicamente contemplan en sus costas estos enormes calamares, tal es el caso de Nueva Zelanda, Sudáfrica, Namibia, Australia o Japón.

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El protagonista, que nos recuerda algunos carteles de las diversas versiones de la mítica «20.000 leguas de viaje submarino», apareció flotando con mordeduras en varias partes del cuerpo y algunas mutilaciones, que se cree  han sido la causa de la muerte. De ahí el “monstruo” fue trasladado a Gijón en donde se hicieron cargo de él los expertos de la Coordinadora para el Estudio de las Especies Marinas, el CEPESMA, la institución que ha hecho posible que se pueda mantener el control y la investigación, a la vez que ha convertido a Asturias en un referente mundial en esta materia.

Una vez que se hicieron cargo, la siguiente operación es la habitual en estos casos, se congela y se exhibe. Incluso algunos de estos ejemplares han viajado a otros continentes, cedidos para su exposición, como sucede en Washington y en Gran Bretaña.

Pero este proceso puede cambiar y de ello se ha hablado en el I Congreso de Ciencia y Gastronomía del Cefalópodo, en Luarca, que cerró sus jornadas de trabajo, curiosamente, pocas horas antes de la aparición del gigante. Tanto el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, como el Laboratorio de Análisis de Bioacústicos de Barcelona, LAB, han sugerido a los responsables del CEPESMA que en la próxima ocasión querían tomar diversas muestras de tejido para analizarlas en el laboratorio antes de proceder a su congelación.

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Refugio y alimento 

Asturias tiene todos los ingredientes para que los gigantes elijan sus costas como residencia. Angel Guerra, investigador del CISC, explicaba en las recientes Jornadas de Luarca que existen dos causas. La primera es que los cañones submarinos que recortan transversalmente la plataforma generan pasillos que llegan hasta 20 ó 30 millas de la costa. Las profundidad es su mejor aliado para esconderse, como se estima sucede en el caladero Carrandi, cuando la mar mira de frente a Picos de Europa.

La segunda causa es más fácil de entender, los caladeros de bacaladilla que son una de las principales fuentes de alimentación: cada ejemplar debe proveerse cada día de un una ración que ronda entre el 10 y el 14% de su peso, que de media se acerca a los cien kilos.

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