
Por TOÑO MORALA
POEMA ROTO
Cuánto duelen algunos seres deshumanizados…
Entonces el sufrimiento se posa sobre el corazón, y no hay palabras
que reconforten tanto hastío, vacío y dolor.
De esa manera ocurre que uno vuelve a la memoria y a los recuerdos como asidero para respirar.
Recuerdas cuando hacíamos noviembre entre remolinos de hojas muertas,
y dibujábamos corazones en el vaho de los cristales de las ventanas de la soledad.
Éramos tan inmensamente niños que la inocencia jugaba a la comba con nosotros.
En los confines de lo humano, no necesitábamos nada más para abrazar una tierna y pálida felicidad.
Ahora, casi es una vida póstuma, esta que nos imponen…
Habrá que calzar de nuevo los viejos zapatos, esos roídos por los tropiezos
con las piedras diarias, y dejarse llevar por ellos…
Ellos saben los caminos de regreso, y así nos convertimos en trotamundos de nosotros mismos, sin llegar a ningún sitio.
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OTOÑO es la lumbre
que alcanza dulcemente
las escombreras del frío
y se bebe el mosto
de los soles maduros
haciendo añicos mi nostalgia
Las alhacenas de la luz
son frecuentadas entonces
por los animales enfebrecidos
y solo los arboles aborígenes
aguantan tanta muerte en celo.
Otoño
adora
el sexo
de la lumbre
Este hocico húmedo
orada la piel de octubre
hasta alcanzar
las semillas del inicio
sus afrutados cielos
Y al fondo del bosque
resplandece
la fragua de los sueños
La muerte en noviembre
tiene la brutal inocencia
del que llega y espera
hasta que tu enciendas
la luz de su cocina.
(un saludo a vuelta de un magnifico presente)
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Precioso poema, entre la nostalgia llena de ternura y la dura realidad.
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Toño y Juan Carlos, gracias por estar y mostrar.
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Muy bello Toño, pero te aseguremos que haremos noviembres y noviembres a pesar de esos, aunque no lleguemos a parte alguna. Salud
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MARAVILLOSO. El poema extraordinarioy, el rapsoda, sublime. Abrazos, Toño.
Azucena M.R.
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Fantastico tu poema como nacido del alma……….abrazos Toño
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La inocencia perdida… no era más que ignorancia
sobre la maduración de un proceso;
aunque nos duela haber perdido
esa felicidad del no saber.
¿Nos guiarán nuestros viejos zapatos?
¿Serán ellos -como duendes- los que nos digan…
lo que hemos de hacer? ¿o calzaremos
una nueva cobardía?
No hacen falta respuestas… Tan sólo se levantan
los que no tienen nada, ni zapatos.
Es entonces, cuando se camina decididos
hacia un nuevo amanecer
(…con un abrazote añadido)
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