La «Revolución Delirante» consigue contagiar a 700 profesionales de la Salud Mental

Participantes de la mesa en espejo, integrada por usuarios de los servicios de Salud Mental. Foto: L. Fraile.
Participantes de la mesa en espejo, integrada por usuarios de los servicios de Salud Mental. Foto: L. Fraile.

Por LAURA FRAILE
(ultimocero.com)

Cuestionar lo establecido, dialogar, generar un movimiento que incorpore un modo distinto de asistencia, defender un lugar único para el paciente en el que éste tenga un papel más activo en su tratamiento. Éstos fueron algunos de los puntos de referencia sobre los que se establecieron las tres mesas de debate celebradas este viernes en estas III Jornadas de Salud Mental, que han sido organizadas por los integrantes de la asociación Revolución Delirante.

Una de las más valoradas y aplaudidas fue la denominada como «mesa-espejo», en la que se dio la ocasión de escuchar el testimonio de tres usuarios de los Servicios de Salud Mental con respecto a la valoración de su relación con los profesionales de este ámbito. La primera intervención se canalizó a través de Óscar García, que actualmente participa en el programa radiofónico `Fuera de la jaula´, y que aprovechó las jornadas para leer un texto escrito en primera persona al que tituló con el nombre de «La obsesión de estar enfermo o el privilegio de estar loco». A lo largo de su lectura, Óscar denunció la tendencia a la concentración en la parte enferma de las personas: «Es como fijarse en un queso gruyer, pero en la parte en la que no hay queso», comentaba, despertando desde el comienzo una gran complicidad entre los asistentes.

«Muchas veces nos habláis como se habla a los ciegos o a los extranjeros, levantando la voz, o como se hace a los niños, dándonos un rango que no nos corresponde», continuaba Óscar. «¿Todo esto es un problema de prejuicios o se encuentra dentro de la comodidad de no querer comprender?», preguntaba dirigiéndose a la audiencia, constituida mayoritariamente por profesionales de la Salud Mental, aunque también había algún usuario. «Mi valoración médica es positiva en general, pero el problema es que un mal profesional puede borrar de un plumazo el trabajo de muchos buenos«, decía al final de una intervención que, nada más acabar, despertó un largo aplauso.

Dentro de esta mesa de debate estaba también Paula Tomé, usuaria de los Servicios de Salud Mental de La Coruña. «Comenzaré mi intervención haciendo una reivindicación: la de la libertad y dignidad para delirar», indicó nada más tomar el micrófono. A lo largo de su intervención Paula habló de las funciones del pensamiento mágico, denunció el concepto de peligrosidad impulsado por Gallardón en su propuesta de Reforma del Código Penal (que, tal y como indicaban en el diario Público el pasado 15 de octubre, «permitirá que una persona permanezca encerrada incluso por delitos que no ha cometido, es decir, en previsión de los que pueda cometer en el futuro») e invitó a identificar «cómo navegar por el mar receloso del delirio». También se refirió al estigma y al autoestigma, a la necesidad de establecer buenas prácticas como la ejercida por el modelo de Trieste o a la idoneidad de crear nuevas redes que permitan trabajar mejor en este enfoque.

La tercera persona en intervenir en esta mesa fue Edgar Vinyals (integrador Social, fundador y director de l’Associació oci inclusiu Saräu de Barcelona y vocal de la Federación Salut Mental de Catalunya). Edgar eligió a un autor llamado Thomas Kitwood para denunciar la «Psicología Social maligna» a través de una veintena de puntos como la negación del contacto, el establecimiento de un ritmo inadecuado, la infantilización, el etiquetado, la desautorización, la acusación, la manipulación, la invalidación, el desempoderamiento, la imposición, la interrupción, la cosificación, la estigmatización, la ignorancia, la exclusión o la burla.

A todos estos elementos incorporó el establecimiento de lo que él considera como cinco necesidades psicológicas del usuario, como son la del confort, la identidad, la inclusión, la vinculación o la ocupación. «Tenemos que apostar por la calidez, por la proximidad, por la aceptación del otro, por la integración, por el reconocimiento de la persona como alguien irrepetible, por dar apoyo a la verdad del paciente», indicaba a los participantes de estas jornadas. También aludió a las buenas prácticas que están teniendo lugar actualmente en este ámbito, como es el caso de la asociación Hug de Escocia, así como a dos de los objetivos que, desde su punto de vista, hay que tratar de cumplir. Éstos serían, por un lado, fomentar la participación de los usuarios en los procesos de decisión y, por otro, otorgarles un mayor espacio para que puedan programar sus propias actividades y para que puedan participar en la elaboración de indicadores de calidad de los Servicios de Salud Mental. «Terminaré mi intervención con el cuestionamiento de qué o quién es normal. La respuesta nos la da Caetano Veloso, quien en su momento dijo: visto de cerca, nadie es normal«, acabó afirmando Edgar al final de su turno de palabra.

Etiquetar la realidad

Con anterioridad a esta mesa de debate, a lo largo de la mañana de este viernes 18 de octubre se habían celebrado otras dos. La primera de ellas se centró en el tema de la evaluación en Salud Mental. Tras la lectura de un caso clínico en el que se expuso la situación de un niño que a los 6 años fue derivado al área de Salud Mental Infanto-Juvenil debido a sus problemas psicológicos, el debate giró en torno al papel jugado por el usuario en este proceso. «La evaluación toma al niño como un objeto mesurado, ofreciendo una visión fragmentada y una etiqueta diagnóstica que anula su idiosincrasia como sujeto. Muchas veces se impone la subjetividad de los padres y madres a la del niño», comenzaba denunciando Ana Elúa Samaniego (psicóloga clínica del Centro de Salud Mental Infanto-juvenil del Hospital Universitario Río Hortega).

«Debemos reconocer al niño como sujeto de su propia historia, ya que si no se da el peligro de que quede reducido a un conjunto de síntomas. Debemos construir un vínculo con los familiares y trabajar por que tengan de sí mismos una postura no culpabilizadora. Debemos luchar contra la silenciación del factor evolutivo existente en la Piscología Infantil, que tiende a establecer categorías standard y superficiales. Son clasificaciones que invaden con etiquetas que sirven para clasificar y patologizar a la población, y que niegan la posibilidad de reconducir la vida de los pacientes. Muchos colegas se han convertido en etiquetadores de realidades«, indicaba Ana a lo largo de su intervención.

A continuación tomaba el turno de palabra Isabel Sevillano Benito (MIR de Psiquiatría de primer año del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, y especialista en Pediatría y Áreas Específicas). Ésta empezó reconociendo que muchas veces, a nivel profesional, les resulta difícil hacer todo lo que quieren o todo lo que éticamente desean, en parte debido al aumento de la demanda de estos Servicios. Isabel advirtió también del arma de doble filo que suponen las escalas, ya que si bien por un lado «alivian las angustias» de no saber qué se padece, por otro son herramientas «inflexibles» que conducen a justificar lo que ocurre en el niño de forma reduccionista. «Muchas veces se impone la derivación a los Servicios de Salud Mental, lo que produce una saturación de estos Servicios, por lo que es necesario coordinarse mejor con la Sanidad Primaria. ¿Explicamos lo suficiente a los usuarios lo que se espera de nosotros? ¿Cómo reciben los padres y madres las pautas para sus hijos? ¿Cómo vive el niño todo esto? ¿Se respeta su confidencialidad? ¿Están coordinados nuestros dispositivos? ¿Mantenemos actitudes terapéuticas paralelas? ¿La formación en Psiquiatría Infantil es completa?«, se preguntaba Isabel minutos antes de que los participantes entraran en un interesante debate especialmente enfocado en el sistema educativo. Dentro de este tema algunos asistentes aprovecharon para compartir experiencias como las de las Aulas de Convivencia impulsadas en Galicia o como las reflejadas en un documental, `La educación prohibida´, que invita a pensar en otros modelos que están alejados del tradicional concepto de autoridad.

Otra de las mesas de debate celebradas durante este viernes se refirió al llamado «adiestramiento en Salud Mental», tema que fue abordado por Mª Cristina Molinero Ballesteros (trabajadora social de la Fundación Manantial de Madrid), Marlene Velasco Sáez (psicóloga y acompañante terapéutica del EASC de Tetuán de Grupo 5 de Madrid e integrante de la Cooperativa PuenteAT Acompañamiento Terapéutico de Madrid) y Laura Avendaño Núñez (enfermera del Centro San Juan de Dios de Madrid).

Por un lado, Laura se refirió a la actuación de su centro con un paciente diagnosticado con esquizofrenia paranoide, actuación centrada en aspectos como el estilo de relación frente al aislamiento social, la conciencia de enfermedad, el cuidado personal o el estilo de relación. Por su parte, Marlene se refirió a su tarea como acompañante terapéutica de esta persona. «Esta función se inserta en el entorno cotidiano de la persona, sea éste la casa, el parque, la cafetería o el supermercado. Con ella se establece un vínculo terapéutico que le permite historificar y recuperarse entendiendo su pasado, estando en el presente y planificando su futuro, fomentando así su inclusión en lo social desde un lugar diferente«, explicaba Marlene, que dio algunas pautas para establecer un mejor vínculo con el usuario.

Tratamiento involuntario

Al día siguiente, estas III Jornadas de Jóvenes Profesionales de la Salud Mental comenzaron con una mesa de debate sobre el tratamiento involuntario, cuestión que fue abordada por Iván Ruiz Ibáñez (psiquiatra del T.A.C. -Terapia Asertivo Comunitaria- de la margen izquierda de Bilbao), Andrea de Sayas Gallo (enfermera especialista en Salud Mental del Hospital Psiquiátrico de Zaldibar, Vizcaya) y Silvia Mulero García (trabajadora social del T.A.C. y del Hospital de Día de Barakaldo). Este controvertido tema, que en España carece de una normativa específica aunque se aplica en lugares como San Sebastián, Barcelona, Alicante, Gijón o Murcia, fue abordado desde sus puntos a favor y en contra. Entre los primeros estaban, en palabras de Silvia Mulero, aspectos como el favorecimiento de un tratamiento en un entorno menos agresivo, la implicación en la bajada del número de ingresos, las mejoras de la convivencia familiar o la potenciación del servicio comunitario. Por otro lado, como puntos negativos se identificaron el de su incapacidad para compensar la falta de unos Servicios adecuados, el deterioro de la alianza terapéutica, la posibilidad de que las actuaciones ejecutadas acaben siendo traumáticas o el hecho de otorgar un mayor peso al control que a la asistencia.

La segunda mesa de este sábado, y última de las jornadas, se centró en la incapacitación del enfermo mental, espacio en el que intervinieron Mercedes Bernardo Ramos (psicóloga y coordinadora del Equipo de Promoción de la Autonomía Personal de la Diputación de Salamanca) y Soraya Alonso González (educadora social del Equipo de Apoyo Comunitario e Innovación Terapéutica de Zamora de la Fundación INTRAS). De nuevo, este tema levantó un interesante debate que fue derivando en cuestiones como el rol de control, el concepto de normalidad, los conflictos personales a la hora de intervenir profesionalmente o el empleo de un lenguaje estigmatizador.

«Cambio de foco»

Finalmente, las jornadas contaron con una clausura de lujo, protagonizada en esta edición por el psiquiatra Mariano Hernández Monsalve. Su intervención comenzó con un divertido recorrido por la historia de su disciplina para, a partir de ahí, invitar a un «cambio de foco» a través de la apuesta por nuevas alianzas entre los expertos en psicosis y los profesionales que aportan su saber hacer. «Debemos prestar atención a las personas de apoyo, tender a la construcción de una identidad personal y social positiva, poner el énfasis en la recuperación emocional, recuperar la dimensión creativa», exponía ante las personas participantes de estas jornadas.

También aludió a algunas experiencias de postpsiquiatría, momento en el que aprovechó para invitar a revisar formaciones dogmáticas, a releer a autores como Foucault, Vygotski, Habermas o Wittgenstein o a prestar atención a la recuperación como una vía para «desarrollar un nuevo significado y nuevos objetivos en la vida personal, más allá del impacto de la enfermedad mental». En su intervención hubo ocasión para recomendar una decena de publicaciones que están abordando la Salud Mental desde un enfoque más crítico, así como para mostrar experiencias que, a través de la creatividad, están trabajándose desde este ámbito, como por ejemplo la del `EducaThyssen´, realizada en el Museo Thyssen de Madrid, o la de `Parelles artístiques´, desarrollada entre artistas y personas con enfermedad mental de Cataluña.

Sin lugar a dudas, estos dos días de jornadas han sido intensos y muy proclives a generar un interesante espacio de debate, cuestionamiento y (re)posicionamiento sobre un ámbito como el de la Salud Mental. También han servido para demostrar que, afortunadamente, hay una buena cantidad de voces interesadas, apasionadas y con ganas de cambiar modelos desfasados o demasiado enfocados en una perspectiva que olvida que, por encima de todo, cualquier intervención debe tener una mayor amplitud de miras hacia el paciente.

Noticia relacionada:

Deja un comentario con tu nombre

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.