La exposición de la Fundación Mapfre muestra en Madrid ochenta pinturas y más de setenta piezas entre grabados, dibujos y cerámicas del artista malagueño, muchos de ellas pertenecientes a colecciones privadas y museos de cinco países.
El taller como espacio de la labor creadora del artista y como reflejo de su vida diaria, es el hilo conductor de esta muestra que estará abierta hasta el 11 de mayo.
Por GERARDO LÓPEZ LÓPEZ
→ @gerloplop
“La pintura es más fuerte que yo y me obliga a hacer lo que ella quiere”, decía Pablo Picasso (1881-1973) y esta exposición evidencia de nuevo, a través de las más de doscientas piezas, entre pintura, grabados, dibujos, cerámica y fotografía, que esa fuerza transformó el lenguaje del arte y marcó profundamente a las vanguardias.
La muestra Picasso en el taller plantea un recorrido por la obra del artista, con el argumento del taller como espacio de trabajo y de vida, a lo largo de más de sesenta años, entre 1906 —año en el que crea la obra con la que se abre la muestra, Autorretrato con Paleta— y 1969 —en el que pinta el también autorretrato que la cierra, Hombre en un taburete—. Son estos los años que van desde la incorporación de Picasso a las vanguardias, hasta su muerte y la exposición nos propone una mirada profunda a su incansable trabajo de experimentación y a sus brillantes resultados.
Tras el autorretrato del pintor la muestra comienza con “El taller: espacio de Experimentación”, capítulo que habla de la cotidianeidad del artista, del taller como laboratorio de experimentos cubistas y de la permanente búsqueda de un lenguaje propio. Destacan obras como Pipa, vaso y antifaz (1918), en la que trabaja con óleo y arena, Guitarra y partitura 1920) o una de las obras maestras del periodo, Naturaleza muerta con busto (1925) que marca una inflexión en la obra de Picasso, desde el cubismo comienza a crear un nuevo clasicismo. También en este capítulo podemos disfrutar de una pieza singular, el recortable de papel Guitarra y mesa delante de una ventana (1919) que procede, como muchas otras piezas de la exposición, de una colección particular, incluso de la propia familia del artista, atractivo adicional de esta exposición de la Fundación Mapfre.
“La modelo en el taller: entre el clasicismo y el surrealismo” comienza con en el final de los años 20 en los que el pintor alterna formas clásicas con cubistas e incluso surrealistas, consolidando un estilo completamente propio. Entre los años 1930 y 1937, Picasso graba los cien cobres que componen la llamada Suite Vollard en la que se define con más claridad que en ninguna otra de sus obras “la concepción que tiene del arte, de la vida, de la sexualidad y la creación artística” según afirma Valeriano Bozal en Historia de la Pintura y la Escultura del Siglo XX en España. En este capítulo de la exposición se puede disfrutar de una magnífica muestra de la serie, así como de algunas de las muchas pinturas para las que sirvió de modelo Marie-Thérèse Walter, El pintor y su modelo (1927), Durmiente bajo un árbol al borde del río (1934) o El Taller (1937).
Mujer en sillón rojo (1939) es la pieza central del capítulo “La metamorfosis en tiempos de guerra” en el que también se encuentran obras tan importantes como Cráneo de toro, frutas y jarrón (1939) o Naturaleza muerta con paleta, vela y cabeza de minotauro (1948). La preocupación por la Guerra Civil española y el estado de ánimo en el que se encuentran el artista y todo el continente europeo, se reflejan en todas ellas, tanto en las naturalezas muertas como en las pinturas en las que el cuerpo femenino es el protagonista.
Otro de los grandes capítulos de la exposición es “La vuelta al Mediterráneo: parodia del arte”, en el que se muestra el trabajo desarrollado por el artista en la bahía de Cannes, especialmente en su casa La Californie que se convierte en un gran taller y Jacqueline Roqué en su modelo. Podemos ver obras como Jacqueline en la mecedora (1954) o dos pinturas de Jacqueline con vestido turco (1955) y también cuatro piezas de cerámica, ya que es en este periodo cuando el artista se interesa por este material, y una buena parte de los dibujos de la Suite Verve (1953-1954). Otra temática presente en este capítulo es el estudio que realizó Picasso sobe Las Meninas de Velázquez, del que se muestra Las Meninas (conjunto), 1957.
El último capítulo está dedicado al tema de “El pintor y la modelo” y en él que se recogen piezas creadas entre 1959 y 1969, en las que se pone de relieve el carácter de voyeur del pintor y la intensa relación que este establece con la modelo y la obra. Los dibujos del Cuaderno 1097 (1964) lo tienen como motivo central, además de estos dibujos se pueden disfrutar obras como Jaqueline sentada con sombrero amarillo y verde (1962), El pintor y su modelo en el taller (1963), Cabeza de hombre y desnudo acostado (1965), una serie de retratos titulados El Pintor y termina con el autorretrato Hombre en un taburete (1969).
La exposición se cierra con una serie de fotografías firmadas por los principales fotógrafos del siglo XX realizadas en los distintos talleres en los que trabajó Picasso. Hay imágenes de Franz Hubmann, André Verdet o David Douglas Duncan, entre ellas algunas tan potentes como El primer trazo de Duncan o tan íntimas como las realizadas por Jacqueline Picasso.
Sin duda estamos ante una de las exposiciones más interesantes y mejor trabajadas del año, comisariada por Maite Ocaña, ex directora del Museo Picasso de Barcelona, que además de presentar una gran cantidad de obras, en su mayor parte son de una extraordinaria calidad y ofrecen una visión sintética pero muy completa del trabajo que desarrolló el genio malagueño y sus aportaciones a la historia del arte, con el plus de la intimidad y el atractivo del taller.