
Por TOÑO MORALA
Había llovido en la noche del insomnio; la madrugada se desperezaba lenta y gris… el aburrimiento consumía su mirada. Sí, salió a la calle a escuchar la vida. En el encuentro iba recordando algunas cosas de la infancia feliz y tranquila que había tenido y, se encontró con él… al cabo de un rato, volvió la mirada, se acercó… miró a ambos lados de la calle… sin pensarlo, comenzó a chapotear sobre el agua, primero lo hizo lentamente, pero al momento comenzó a dar zapatazos sobre aquel charco; a la vez comenzó a reírse como cuando era niño… venga a reírse. Salpicado y mojado salió lentamente del charco; cuando se disponía a reanudar la marcha escuchó un leve susurro…
—¡Eh, me has dejado casi sin agua… vendrá el sol y el aire y harán que desaparezca… quedaré sin nombre y, sólo estaré en tus sueños…!
Aquel hombre confuso miró de nuevo al frente y musitó… ¡Maldito egoísta…!