
Por TOÑO MORALA
Aquel amanecer había nacido vestido de lluvia. Recordaba las gotas sobre su cara de niño solitario y enfermo de ternura; recordaba cuando encajaba alguna sonrisa para no sentir vergüenza ante la atenta mirada de la niña de trenzas negras; en el entremientras, inventaba palabras para sentirse acompañado ante el miedo del estruendo de los truenos y la luz cegadora de los rayos… una vez finalizado el aguacero, salía del portal al parque… Al poco rato, tendía su mano debajo de una hoja y, lentamente esperaba a que cayera la gota temblorosa sobre ella para morir… algunas no lo hacían y esperaban a que el sol las nombrara…
¡Que delicadeza y cuánta ternura saboreas cuando lo lees!
Me gustaMe gusta