
Por TOÑO MORALA
Era por aquellos tiempos de los años sesenta y principios de los setenta. El país, el nuestro, deambulaba entre la represión, las ansias de libertad y, sobre todo, la libertad sexual. El erotismo se iba a ver a la Francia aquella del famoso lema… y en eso se quedó… pero de aquellas aprendidas “lecciones”, hoy nos quedamos con ésta. Se veían en las tardes de invierno en los soportales de la plaza; al principio y, como todos, las sonrisas y risas participaban de la algarabía y la alegría… cortejar no había pasado de moda, fuera de la manera que fuera… y claro que sí, al final terminaban en una de aquellas pensiones –casas de citas– y terminaban haciendo el amor. Lo curioso de la cuestión era que lo hacían con la luz apagada; pero él, vulgar sin límites, mientras duraba aquel acto amatorio, a su compañera le susurraba al oído palabras y jadeos en francés… —Oh là là… Je t’aime, Je t’adore, Je te désire… oh mon amour… oh là là…!— Hortera; era un jodido hortera.
ABRAZOS SALUD
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