Germán Vega: “Todo centro docente debería tener un buen departamento de teatro”

Germán Vega delante de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, donde ha impartido tantos años la docencia. Foto: Juan A. Berzal.

ENTREVISTA:
Germán Vega, profesor emérito de la Universidad de Valladolid

 “Todo centro docente debería tener un buen departamento de teatro”

Por ISAAC MACHO

Este universitario, catedrático de Literatura Española y ahora profesor emérito de la Universidad de Valladolid, no se ha quitado el mono de trabajo en casi 50 años de vida académica. En este tiempo decidió desde joven convivir en pareja de hecho con la informática y posteriormente con la Inteligencia Artificial, meter las narices en las páginas de libros polvorientos de bibliotecas de relumbrón y tratar de tú a tú a Calderón y a Lope.  Referencia nacional e internacional en investigación sobre literatura medieval y teatro de los Siglos de Oro, codirige desde sus comienzos el festival Olmedo Clásico. Germán Vega ha localizado testimonios críticos novedosos, entre otros, obras desconocidas de Alarcón, Vélez, Mira y Rojas. Pese a no salir ni de día ni de noche de los escenarios, no ha escrito teatro porque considera que no está llamado para esos menesteres… Su sombre proyecta una sombra muy alargada.

¿En qué se traduce ser emérito en la universidad?

Me permite seguir ligado a la institución, aunque no implique remuneración económica alguna. Sigo manteniendo contacto con el grupo, digamos, de manera oficial no solo por amistad; igualmente, me facilita continuar implicado en el festival de Olmedo y, en tercer lugar, me proporciona utilizar las diferentes herramientas que tiene la universidad como las bases de datos, los programas informáticos, etc. Pienso seguir investigando y no contemplo aflojar.

¿Un emérito joven?

Lucho todos los días por serlo. Semanalmente también hago alguna locura como salir a correr que es un ejercicio que considero valioso. Con quienes tengo confianza y conocen al personaje de Marcelino Menéndez Pelayo suelo contarles una anécdota. Como este era un sabio que estaba todo el día leyendo cuatro o cinco libros a la vez y tenía un profesor que era además de la Universidad de Valladolid, él acabó los estudios en la UVA porque le costó aprobar por razones ideológicas… Por ese motivo, vino a estudiar con el catedrático de Filosofía, Gumersindo Laverde, con el que se hizo amigo de por vida. Laverde era un parásito, se daba cuenta de que Marcelino con 20 años era capaz de conseguir cualquier cosa intelectualmente y le pedía favores continuamente hasta el punto de que se puede decir que abusaba de esta circunstancia. Pero Laverde terminó inválido, sin poderse mover, en la cama, y le escribía cartas en las que le decía: «Marcelinín haz gimnasia sueca que si no te vas a quedar como yo…». La verdad es que estaba todo el día estudiando y murió joven.

En este momento, ¿cuáles son las cuestiones que le interesan?

Pues las mismas que antes quitando que no me dejan dar clases a los alumnos de grado. Podría hacer sustituciones y dar clases de master, pero el master en mi departamento está muy solicitado tratándose de teatro y, afortunadamente, esa materia está muy bien atendida. Todavía veo que puedo dedicarme a muchas cosas, además de atender a los amigos, a la familia…

En su vida docente ha sido una constante descubrir obras inéditas, autorías de textos  erróneamente concebidas… ¿Cómo le dio por trabajar ese filón?

En principio, porque muchos con los que yo comparto coloquio, diálogos, tenemos una especie de detective oculto que busca averiguar quién es el culpable de las cosas y eso en el campo de la filología, la literatura del Siglo de Oro o la literatura actual pues te interesa saber o intentar averiguar quién es el autor del Lazarillo, del Quijote de Avellaneda, del quijote falso por citar casos muy conocidos. Luego te vas metiendo, como me sucedió a mí, no por esta razón sino porque me gustaba el teatro del Siglo de Oro, y te das cuenta de que hay muchísimas cosas que averiguar y vas afilando las herramientas para ver cómo puedes acercarte a un posible autor de las obras. Este vicio dedicado al teatro del Siglo de Oro empezó con mi tesis doctoral que tenía mucho de investigación sobre atribuciones con las herramientas analógicas de entonces y luego me he visto favorecido porque la informática ayuda muchísimo a estas tareas.

La informática como herramienta de investigación…

Debo decir, sin pecar de soberbio, que junto con Fernando Molinero fuimos de los primeros que compramos ordenadores personales, unos artilugios que nos costaron un ojo de la cara. Eran unos aparatos carísimos para una familia de pocos recursos. Al tiempo que yo, los adquirieron Elena, mi mujer y Alberto Marcos, aunque pronto vi que no les iba la informática, y sigue sin irles.  Desde aquel momento, yo concebí el mundo de los investigadores en dos grupos: aquellos que no se entendían con la informática y los que sí que la comprendíamos, nos gustaba y nos maravillaba. Le eché, la verdad, muchas horas hasta averiguar las posibilidades que tenía aquella herramienta y entonces empecé a trabajar con el fondo de teatro de la biblioteca Menéndez Pelayo de Santander. Me pasaba muchas horas leyendo manuales porque entonces no había ni Windows. Era un ordenador al que había que ordenar, precisamente…

¿Cuándo tuvo el primer ordenador?

El primer ordenador lo compré hacia el año 83 u 84. Desde luego, no había internet, pero empecé a leer manuales y durante un tiempo hice un programa para la biblioteca de mi departamento y otro para los contables de la UVA. Como entonces yo era vicedecano les preparé un proyecto para que pudieran rellenar cheques para presentar al banco y que convertía los números en letras… Me costó mucho, esa es la verdad, pero me gustó. La informática me enganchó desde el principio.

¿Dónde está el secreto de la Inteligencia Artificial?

El secreto está en que le han metido muchísima obra de arte, le han dicho que eso es obra de arte y le han dado cierta libertad para que no haga lo mismo sino cosas parecidas. Incluso le puedes decir que haga propuestas atrevidas, muy atrevidas o atrevidísimas. Y las va a hacer. Al final lo que está haciendo es arte de humanos pero procesado por la máquina, por algoritmos que le enseñan a reproducir y a educarse, digamos.

¿Y cómo es posible que la IA pueda generar creaciones artísticas si no tiene alma ni corazón?

Hay que enseñarle. Una de las funciones que hemos utilizado nosotros en IA para la averiguación de autorías, de donde resultó La Francesa Laura, fue instruir a un programa que se llama Transkribus a leer manuscritos a base de decirle, mira, esto que ves así es esto pero también puede decir lo mismo aunque tengas esos rasgos y esos rasgos también significarían palabra y eso también sería palabra y al final, como no desaprenden, lo que hacen es aprender cada vez más y terminan acertando. En la creación, sí que sacan cosas distintas a las que ya tenemos. No son propiamente copia en grado primero, pero en grado tercero, cuarto o quinto sí que lo son. Es decir, que han dado con eso porque les han alimentado con mucha obra de arte.

Conferencia con motivo del estreno en Nueva York de ‘La monja alférez’. En la imagen Germán Vega y José Cheo Olivares (2023). Foto: Daniel Alonso de Santos.

Sus investigaciones, con la ayuda de la Inteligencia Artificial, han llevado a la conclusión de que La francesa Laura dejó de ser un manuscrito anónimo para pertenecer a Lope de Vega y que La monja alférez no era de Pérez Montalbán sino de Ruiz de Alarcón. ¿Estas obras son las niñas de sus ojos?

Sí, ha sido muy emocionante. Me metí en esta aventura para ser yo quien leyera las cosas en lugar de que me las leyese la máquina y para demostrarlo con mis fuerzas. Quiere decir que mis fuerzas eran de distinto tipo, podían ser digitales pero también analógicas, normales, las de toda la vida.  Pasó primero con La Monja Alférez pero también con La Francesa Laura. La Francesa Laura tuvo más proyección porque con Lope de Vega es otra cosa, aparte de que esa obra no se conocía, mientras que La Monja Alférez estaba mal atribuida. Lo que realmente me emocionó de este trabajo fue que la inteligencia artificial, de repente, te da una pista segura de investigación. Porque yo este tipo de búsquedas las había intentado, sabía que tal obra no me sonaba a mí de Calderón ni de Lope, o sí me sonaba pero, claro, intentar demostrarlo resulta complicado. Aquí, sin embargo, tienes un proceso digital o varios procesos que te dan una pista que te orienta y te dice investiga por ahí: esta obra se va por los criterios de estadística léxica, se va con las obras de Ruiz de Alarcón, es decir, algo está pasando ahí… Entonces es cuando empiezas a decir vamos a ver qué documentación puede haber de esta obra porque antes prestabas atención a todas. Vamos a ver si cuadra la métrica, si las alusiones…, y en última instancia, vamos a ver si los personajes se expresan como los personajes de Ruiz de Alarcón. Es decir, que al final utiliza las mismas metáforas, las mismas concepciones de las cosas, de la vida, del mundo, y al final te vas dando cuenta de que después de todo el proceso, sí, el chivatazo por así decirlo, que te había dado la informática tenía razón y lo más impresionante es que todos los chivatazos han resultado ser certeros.

Vivió el cierre de la UVA en 1975. ¿Era contestatario y participaba directamente en aquellos conflictos estudiantiles?

Yo no era un alumno de los de primera fila en la lucha estudiantil. Tengo compañeros que todavía están en activo y a los que sí se les puede definir como profundamente rebeldes, que militaban en el Partido Comunista, en el Partido Comunista Reformado, en grupos de izquierdas que se comprometían y arriesgaban mucho al frente de las luchas del momento. Aunque yo no era de esos sí estaba convencido de que aquella situación política tenía que cambiar. Yo tenía un cierto problema en casa porque mi padre era militar, coronel, y claro él, que siempre nos dejó actuar libremente y no nos obligó nunca a que aceptáramos las cosas como las veía él era un hombre formado en la etapa franquista y le costaba asimilar otros aires políticos… En realidad, yo quería mucho a mi padre y a mi familia, estaba muy integrado en ella y aunque no hablábamos de ese tipo de cuestiones, yo sabía que le disgustaban. Por ese motivo, tenía el alma dividida en dos, si bien es cierto que como alumno de la Universidad de Valladolid, como joven de 18-20 años estaba con que aquello tenía que cambiar y había que forzar una salida democrática.

Germán Vega en primer plano en el espectáculo ‘Cátaro Hombre’ con motivo de los 50 años del grupo Samuel Becket. Foto: Javier Marín.

La Biblioteca Nacional ha sido una referencia en sus investigaciones, ¿qué ha significado este centro de estudio en su trabajo?

Mucho. La primera visita fue en el año 78 cuando empecé a hacer la tesis.  Recuerdo que era un chico de provincias y que, entonces, los bibliotecarios eran más duros que ahora. El cuerpo de facultativos era, como decían de broma, el cuerpo dificultativo, un calificativo que aplicaban tanto al personal de archivos como al de bibliotecas. Era gente que a nada que te veía con un bolígrafo aunque estuvieras cambiándolo de bolsillo, enseguida te reñían. Eso hacía que estuvieras un poco precavido. Luego tuve la suerte de encontrar allí a Manuel Sánchez Mariana, una persona maravillosa que me ayudó muchísimo en el comienzo de una investigación de la que he vivido toda la vida y vivo todavía.  Empecé a trabajar con un fondo de impresos teatrales desconocidos, muchos de ellos, y otro tipo de obras en particular.  Desde entonces hasta ahora he vivido mucho de aquel momento en que se me abrieron las puertas. Solía ir a la Biblioteca Nacional todas las semanas, día y medio. Estaba con ellos, trabajaba dentro de sus despachos e hice muy buenas amistades que me duran todavía.

¿Por qué llegó a especializarse en el Siglo de Oro?

Al Siglo de Oro llego por casualidad, como todo en la vida. Mis preferencias estaban en la literatura contemporánea y, especialmente, en el teatro, sobre todo, en la vertiente de actor.  Pero resulta que mi director de tesis, José Fradejas Lebrero, no era partidario de que investigase sobre autores vivos sino sobre algún aspecto de la literatura “muerta” y me propuso un tema del teatro del Siglo de Oro. En concreto, Felipe Godínez, un autor que en principio no encajaba demasiado en mis esquemas pero que me terminó enganchando, y de qué manera, como le sucediera a Fernando Urdiales cuando empezó a trabajar con Calderón.

¿Felipe Godínez?

Felipe Godínez es un dramaturgo situado, por edad, entre Lope de Vega y Calderón de la Barca. Es un autor de teatro del que se sabía, cuando yo inicié mi tesis sobre él el año 78, que era judío converso, que había sido proceso por la Inquisición, que era el único dramaturgo que había sido proceso por la Inquisición en persona, que se le había castigado, primero, a pena de encierro y luego de destierro. A mí me llamó mucho la atención ver cómo había repercutido en su obra esa condición suya y esa vida difícil que había tenido ese hombre en esa España dorada. Entonces, como no había un estudio ni de su vida ni de su obra, mi propuesta fue averiguar lo que se pudiera de la vida de Felipe Godínez y llevar a cabo un estudio general de las veintitantas obras suyas que se han conservado.

Otra de sus aficiones es el estudio de la mística. ¿Qué han aportado san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús desde el punto de vista literario?

Con san Juan de la Cruz, poetas de todas las lenguas, incluidos Paul Valéry y Jorge Guillén, se han declarado admiradores suyos. Todos lo definen como uno de los poetas más grandes que han existido pese a haber escrito muy pocos versos. Y aunque es cierto que son escasas las composiciones que tiene es verdad que poseen un lirismo tan avanzado, tan impropio de lo que hacían los poetas del Siglo de Oro, aun siendo muy brillantes, que esta especie de poesía visionaria, simbolista, viene a confirmar, sin duda, que fue un adelantado a su tiempo.

Y ¿santa Teresa de Jesús?

Tengo que reconocer que yo era reacio a leer a santa Teresa. Me atraía muy poco. Fue Teófanes Egido quien me dijo, oye, es el centenario  de la muerte de santa Teresa (1982) y vendría muy bien que hicieras un artículo del panorama literario para la revista de Espiritualidad que es una publicación seria y reconocida de los Carmelitas. Escribí un texto titulado La dimensión literaria de santa Teresa que me costó bastante redactarlo porque, claro, tuve que leerme a santa Teresa y todo lo que se refiere a ella. En aquel momento estaba escribiendo sobre ella García de la Concha y, además, ya había artículos muy interesantes sobre su dimensión. Ya se conocía que esta mujer era judeoconversa, que su familia había pasado por todos los problemas de los judeoconversos, todos los marginados en la sociedad estamental de aquella época. Existía también un artículo maravilloso del propio Teófanes Egido que se llamaba algo así como Santa Teresa personaje histórico en el que se analizaba su trayectoria como persona que había actuado en el siglo XVI con todos los condicionantes que conllevaba ser mujer y judeoconversa. Como eso influía en su trayectoria, intervenía en su obra, aquello me sedujo muchísimo. Después de meterme en harina, me pareció que santa Teresa es una de las personas más interesantes en cuanto a capacidad de interiorizarse. Hay que tener en cuenta que estamos en un momento en el que ya se ha escrito mucha literatura, se ha indagado en aspectos de lo humano pero estamos hablando de un tiempo en el que nadie había expresado lo que pasa en el interior de las personas y, de repente, santa Teresa no está haciendo escritos para hablar cómo es la mística, cómo es la teología, entre otras cosas, porque no tenía acceso a esa información ya que era una mujer y no había tenido estudios. Había sido una gran lectora y una persona muy inquieta que había preguntado muchísimo a cualquiera de quienes se le ponían a tiro sobre asuntos religiosos y lo que ella hace es contar su experiencia. Y, claro, para contar la experiencia, sobre todo, cuando llega a los aspectos de unión mística, de la práctica mística que ella dice tener, pues, no le queda más remedio que recurrir a la literatura porque  ahí no hay palabras, ahí no hay letras, como decía. Entonces lo que ella se ve obligada a hacer es introducir comparaciones, usar símbolos e imágenes. Utilizar el lenguaje persuasivo o construir exclamaciones, es decir, manejar el lenguaje literario para expresar aquello que no tiene palabras. Y claro a santa Teresa se la lee mucho en aquella época por todo tipo de autores y esa manera de abordar al hombre, de aproximarse a los problemas humanos va a dejar su huella en otros escritores. En esas circunstancias, me impresionó mucho porque ya empezaba a difundirse, digamos, la filosofía marxista a la hora de estudiar la historia y la literatura. Había una historia de la literatura marxista, aunque no se llamaba marxista, era la Historia social de la literatura española de Carlos Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas e Iris M. Zavala y me acuerdo que cuando llegaba a santa Teresa decía es absurdo estudiar a santa Teresa en un manual de literatura porque es como estudiar el acta fundacional del Partido Socialista Obrero Español o el Manifiesto del Partido Comunista. Santa Teresa se hubiera reído mucho de pensar que entraba en un manual de literatura porque la literatura estaba muy desprestigiada en aquella época, no era de las cosas sensatas, pero no le quedó más remedio que emplear recursos literarios para sacar adelante una comunicación, unos contenidos que no había otra manera de explicarlos. Yo en mis clases recurría a esos momentos en que se ve a santa Teresa pidiendo la complicidad del lector porque es lo que pide cualquier escritor que cuenta con mil recursos y que entran dentro de lo que se conoce como comunicación literaria.

El grupo de teatro Samuel Beckett fue una de sus pasiones de juventud. ¿Tanto?

Muchísimo. En lo personal, todo. A veces escucho a algunos padres que sus hijos están en el equipo de fútbol, en el equipo de baloncesto y que eso es muy sano… Pues el teatro o el cine es igual de saludable ya que tiene una dimensión intelectual, de formación integral de la persona. La experiencia en el grupo Samuel Beckett me aportó amigos para siempre y me enseñó muchísima literatura sin querer porque te apasionabas con hacerlo y me vi con facultades para implicarme en ello. Es decir, lo hacía y a la gente le parecía bien y eso también te estimula. Samuel Beckett coincidió con un momento difícil de mi vida y la de mis compañeros porque estás desplazado, no sabes muy bien quién eres, estás en plena adolescencia, el momento de la juventud compleja… Por eso, yo siempre he dicho que todo centro docente debería tener un buen departamento de teatro e intentar involucrar en las representaciones a los alumnos porque a mí y con los que he podido compartir experiencias nos ha sido fundamental lo que nos ha aportado el teatro. Nos ha entregado, primero, amistad, y también nos ha permitido desarrollar nuestra creatividad y formarnos intelectualmente. A mí siempre me gustó el mundo de la escena. Lo hice en León con los jesuitas y luego también en Palencia con los maristas antes de entrar en confluencia con jóvenes que venían de otros grupos hasta que surgió Samuel Beckett. Conocimos al director José Manuel Cabezón, un tipo serio que sabía muchísimo de teatro, que hablaba muy bien, muy de izquierdas hasta el punto, por cierto, de que tuvo problemas en la mili y eso que era hijo del director de la cárcel de Palencia. Curiosidades de la vida. Entonces nosotros íbamos a hacer guateques a la cárcel, sí, sí, porque su padre vivía allí, y recuerdo que nos saludaban los guardias civiles que había en la puerta y a continuación subíamos a la casa del director de la cárcel. Nunca olvidaré aquella experiencia en Samuel Beckett a pesar de que, lamentablemente, fue difícil mantenerla.

Fernando Urdiales y Germán Vega, dos de los 3 codirectores de Olmedo Clásico. Foto: Pío Baruque.

Al margen de otras compañías, ha tenido una intensa relación con Teatro Corsario.

El trabajo de Corsario siempre me ha parecido admirable desde el primer momento. Después de mis escarceos en los escenarios, los espectáculos corsarios siempre me han atraído enormemente. Incluso lo tengo escrito: a mí me hubiera gustado ser actor de Corsario, es la   realidad. Con el tiempo te vas dando cuenta de lo dificilísima que ha sido su larga andadura y, desde luego, persistir en ese camino y querer ser profesionales de teatro con las dificultades que tiene eso, en cualquier lugar, pero especialmente en nuestra comunidad, no es precisamente amable. En las artes escénicas, hay muchas comunidades que están mucho mejor que la nuestra a la hora de proteger sus circuitos escénicos, de dar más facilidades a los profesionales. La trayectoria de Corsario ha sido tremendamente sacrificada, lamentablemente no tan reconocida fuera como debería. Algo que sí creo que les ha fallado a la compañía ha sido el marketing, por decirlo telegráficamente, personas que movieran comercialmente sus espectáculos, un reto que deben solucionar porque tienen marca sobrada. Parece mentira que hayan podido persistir con tanta calidad y dificultades a lo largo de más de cuatro décadas, con problemas de salud, incluso, y que nunca hayan estado desacertados porque lo que se dice pinchar, pinchar, no les ha ocurrido. Puede que hubiera un pequeño bache en la transición tras la muerte de Fernando Urdiales, algo normal, pero sus obras siempre han mantenido una alta dignidad. Es llamativo que después de tanto tiempo todavía esté vivo el espíritu corsario. Hay personas que tienen todo el derecho a decir que son de Corsario, eso está en la raíz de esta compañía y afortunadamente hay buenas señales de que Corsario va a continuar con ese gran nivel artístico, incluso se va a recuperar Pasión, un patrimonio a defender a capa y espada, por emplear un término teatral. Después de 42 años es admirable, no hay más que ver las últimas exposiciones en Las Francesas y Almagro.

Es co-director de Olmedo Clásico. ¿Qué aporta este festival a la cultura teatral del país?

Es la pregunta que me hacen siempre periodistas, políticos y otras gentes… Olmedo posee sus propias características, tiene su particular sello de identidad y nos diferenciamos de otros festivales. Un festival de teatro se justifica por sí solo sin necesidad de compararlo con otros. El teatro tienes que seguirlo en vivo y en directo, cerca de tu casa. Que haya un festival en Almagro, y eso que soy un vocacional y voy a Almagro de vez en cuando, me dice poco porque a la mayoría de los espectadores de Valladolid les queda lejos y no van a ir. El teatro es una actividad de cercanía y nosotros, lógicamente, hemos ido buscando nuestras señas de identidad. A la fuerza obligan. Olmedo Clásico, por condiciones geográficas, por tipo de público, por número de espectadores, al no estar muy cerca de Valladolid y porque ya lo hemos probado, optamos por ofrecer una obra cada día. ¿Qué ventaja tiene esa fórmula? Pues que es el único festival que presenta una selección de 15 buenos espectáculos en 10 días. Eso no se produce en ningún sitio. A esa propuesta escénica hay que unir el acompañamiento de las Jornadas. Pensamos que el teatro clásico no va a estar nunca desligado de la parte académica, intelectual, ya que es un tipo de teatro que necesita unas explicaciones particulares. Al aficionado al clásico, al degustador de este teatro más refinado, le viene muy bien ese tipo de encuentros. Considero que hemos acertado con este planteamiento, del mismo modo que atinamos con la propuesta de programar grandes congresos en 2009 y 2013, a los que asistieron hasta 150 participantes, a punto de reventar las costuras. En Olmedo Clásico se publican libros, se programan cursos de actores, en fin, todo aquello que acompaña a un festival.

Germán Vega y Benjamín Sevilla, directores de Olmedo Clásico, en la entrega del Premio Teatro Provincia de Valladolid. Foto: Pío Baruque.

¿Dónde está su fortaleza y a qué aspectos debe prestar mayor atención en adelante?

Desde el punto de vista de infraestructuras, estamos al límite. O conseguimos financiación para mejorar las instalaciones o no se puede hacer más. La fórmula actual funciona más o menos bien, aunque es cierto que con más dinero los espectáculos podrían ser mejores y podríamos producir que es lo que hacen los festivales que se tienen por más punteros. Desde luego, sería dar un paso importante pero supondría una mayor inversión. Quizá fuera por ahí, por poder encargar obras por lo que podamos estar más interesados.

Y del compromiso público por parte de las administraciones, ¿cómo anda?

Todos los años hay que ir a pescar… Últimamente contamos con una financiación más o menos estable, aunque creo que es escasa si la comparamos con otros festivales. Conocemos ejemplos que presentan datos similares a los nuestros en cuanto al número de espectáculos si bien es cierto que tienen un presupuesto bastante más alto que el nuestro. Afortunadamente, ahora se ha estabilizado la cantidad que aporta cada institución, pero, al final, el máximo financiador siempre es el público aunque no llega para pagarlo todo. Algunos financiadores, como el INAEM, van reduciendo su aportación aunque se va equilibrando en la balanza de la compensación. Si uno da menos, otro da más y, en caso de que sea necesario, es el ayuntamiento de Olmedo la entidad que termina por correr con los gastos necesarios. Algún año la Junta no nos dio nada, aunque este último año nos ha aportado más que en otras ocasiones. Cuando estuvo Ciudadanos en Cultura fue un momento crítico y se encendieron las alarmas; la Diputación de Valladolid suele ser generosa con el festival, igual que la Universidad que nos da marca y personal.

¿Está de acuerdo en que a los estudiantes en España se les prepara poco a pensar y a resolver problemas y mucho a memorizar?

Los aires de la educación yo creo que han ido por otro lado. Se ha ido desprestigiando la memorización y se ha ido prestigiando el enseñar a aprender que dicen los pedagogos. Es cierto que ahora no está muy bien vista la memorización y, sin embargo, yo sí la creo necesaria. Con la perspectiva de los años, cada uno valora lo que crees que te ha resultado bien, pero, claro, no has probado otras fórmulas. La memoria es un músculo como otro cualquiera: si te lo hacen los ordenadores no lo haces tú y entonces el músculo tuyo se afloja. No hay que desprestigiar la memorización. ¿Cómo están los alumnos ahora? No recuerdo qué cambio de sistema educativo hubo, pero en uno de ellos se notó que los alumnos llegaron a la universidad menos formados para tareas básicas, en materia de ortografía, de lecturas… Se notó un bajón en humanidades.  Yo creo que en los últimos años la situación es mejor, la verdad.

¿Y a los profesores se les enseña a “enseñar”?

En el campo de la educación, existe un debate abierto entre las didácticas y los contenidos. Hay ciertos piques, incluso, a la hora de la contratación. Por ejemplo, si los de Didáctica tienen que contratar profesorado, los méritos por artículos, por libros o la poesía de Lope de Vega no vale mucho mientras que un taller para teatro de Soria, en Segundo de BUP, es valoradísimo. Yo estoy más del lado de los contenidos, es decir, es absurdo que alguien que no sepa literatura, que no haya leído, que no sepa de qué va la lengua intente enseñar a alumnos. El enfoque desde los conocimientos es fundamental. Mi experiencia es que la base para ser profesor te la da el haber visto a otros profesores, tanto a los buenos como a los malos. Yo me he querido parecer a varios profesores que he tenido aunque lo hicieran de manera distinta. Nunca sabes muy bien dónde está el enganche con el alumno, qué tipo de actitud tienes que adoptar, qué tipo de planteamiento de clases tienes que idear, pero ves que te agarra y no te suelta, que atrapa a tus compañeros. Curiosamente, hay docentes, con otra fórmula diferente, que también conectan estupendamente con los alumnos. Todos hemos tenido o conocido profesores, es cierto, que no captan tu atención para nada, incluso, a veces, se produce el distanciamiento simplemente con aspectos que tienen que ver con el carácter. Saber utilizar nuevas herramientas didácticas está bien, pero sin tener una buena base de contenidos, el idilio termina muy pronto.

Estamos habituados a que los alumnos evalúen a los profesores a través de las encuestas docentes pero lo cierto es que participan poco en ese tipo de consultas. ¿Dejamos de hacer esos sondeos o buscamos otra manera de hacerlo?

Durante mucho tiempo de mi vida profesional no hubo encuestas en la universidad. Al principio, cuando se pusieron en marcha estas consultas la respuesta del alumnado fue razonablemente buena, pero ahora no. Para atraer a los posibles votantes hasta se ha tenido que llegar a sortear un Iphone.  Como en cualquier sondeo, la estadística no puede sacar conclusiones objetivas si no responde un porcentaje mínimo de alumnos. Después de unos años de vigencia de las encuestas, en mi opinión hay dos tipos de contestadores: unos son los alumnos que quieren vengarse de algún profesor que les haya hecho algo, aunque haya sido un malentendido, y que te van a poner las peores notas y comentarios, y otros, el típico cumplidor de siempre que responde muy positivamente a las preguntas de las encuestas. La pena es que no se llega nunca al número que sería aconsejable y es una herramienta fundamental para el profesor. Como docente, una encuesta negativa te sienta mal, lógicamente, pero la realidad es que si de una clase de 40 alumnos, responden 14, entonces, al validez es relativa. Y a la hora de analizar los comentarios, a veces, hay observaciones en las que no te reconoces. Me acuerdo de una vez en que un alumno valoró mi trabajo diciendo que “es mal profesor y desprecia a los alumnos”. Fueron dos afirmaciones que me llegaron al alma porque yo soy exactamente todo lo contrario. Para mí los alumnos están en un nivel superior, me imponen, me siento exigido por ellos, ¿cómo voy a despreciarlos?

Y como profesor, ¿qué esperaba de los alumnos?

Esperas que sean de los buenos porque en la práctica te das cuenta de que, al final, das la clase para 4 o 5 alumnos. Y ese pequeño grupo responde a los que más capacitados están e, indirectamente, vas diciendo las cosas pensando en cómo las perciben aquellos que están interesadas en la explicación. El lenguaje corporal, gestual, nos delata a todos. No hace falta que los alumnos te digan nada, sabes perfectamente cuándo un alumno está a gusto en tus clases, pendiente de la asignatura. Normalmente, aunque a veces te puedas llevar un chasco, lo habitual es que te das cuenta enseguida de quién sigue con atención y quién no la explicación en el aula.  ¿Qué esperas de los alumnos? Pues que tengan interés por la materia, que tengan inquietud incluso para preguntarte las cosas que no les han convencido, que se enganchen y que, en un momento dado, se acerquen y te digan que quieren hacer el TFG sobre tal cuestión. Siempre es un orgullo que confíen en ti.

De izda. a dcha., los calderonistas en Finisterre: Don W.Cruickshank, Germán Vega, José Mª Ruano y Santiago Fernández.

Habrá cambios en la EBAU para 2025, pero las modificaciones en los últimos años han llevado a que apruebe un alto porcentaje de los alumnos presentados. ¿Cree que la selectividad “selecciona”?

Parece que es mucho montaje para tan poco resultado. Lo que sucede es que la selectividad sí es muy eficaz para los numerus clausus. En carreras como Medicina o Enfermería, los resultados de esta prueba pueden jugar malísimas pasadas, jóvenes que por décimas no puede hacer la carrera que han esperado realizar desde el Bachillerato. Medicina es el caso más sangrante, en otras carreras, la verdad que lo aprueba todo el mundo…

Pero, ¿es lógico que apruebe la mayoría?

No, no creo, ¿qué selectividad es esa, entonces?

Sí, pero ¿el 90 y pico por % de aprobados…?

Es un filtro porque no se trata de sacar un aprobado, es que el alumno aspira a sacar un 8 o un 9 y ahí yo sí creo que la selectividad cumple una función que no sé si eso es justo porque una persona tiene que jugarse su vocación a una carta. No sé las posibilidades que tiene el alumno de rectificación, si puede esperar un año para volver a examinarse o si tiene otros caminos para terminar haciendo la carrera que quiere estudiar. Si no tuviera alternativa, quedarse fuera por unas décimas, sería muy injusto porque tampoco hay que olvidar que existen evidentes  diferencias entre que te corrija una persona u otra…

¿La selectividad tendría que ser igual en todas las comunidades autónomas?

Sí, desde luego, porque en caso contrario se crean agravios comparativos. Imagínate que hay comunidades que dan notas altas, que las hay, entonces esos alumnos si vienen a la Universidad de Valladolid llevan evidentes ventajas respecto a sus colegas de aquí que han tenido mayor rigor en sus pruebas.  Una nación de naciones como es España debería tener un común educador para que una parte de las preguntas fueran las mismas en todo el territorio y, luego, pudiera haber especificaciones por comunidades autónomas. A mi modo de ver el país está un poco dejado de la mano de Dios en Educación, que cada comunidad puede tirar por su lado en esta materia es poco serio. Debería haber más cohesión.

¿La universidad atiende adecuadamente a los talentos que salen de ella y sigue su proceso formativo para que una vez formados en el extranjero vuelvan a casa?

La Universidad de Valladolid tiene sus propios sistemas de contrato para gente que tenga una excelencia en su profesión y se crea para recuperar jóvenes talentos. Hay, sin embargo, un problema muy grande que es el económico. Pagar genios es muy caro y no solo es caro porque tienes que retribuir unos sueldos que no son los españoles, sino que te encuentras dentro de un sistema de funcionariado que enseguida cantaría cuando un investigador cobrase el triple o el cuádruple que uno español para mantener la nómina que cobraba en Estados Unidos. Tú no puedes traer un genio a aquí sin tener unos laboratorios y un personal que estén a la altura de ese investigador. Es complicado atajar ese problema, pero es verdad que se van, y se marchan no solo al extranjero, emigran a una ciudad tan cercana como Madrid, un foco de atracción que chupa cerebros de toda España, especialmente, de ciudades como la nuestra.

Entrega del premio Consejo Social de la UVA a Germán Vega por parte de Gerardo Gutiérrez. Foto: Juan Carlos Barrena.

Cuando uno oye que EEUU da dinero a los profesores y departamentos y que aquí en la universidad española es suficiente con darte “las gracias” o ni siquiera eso, ¿qué le parece?

Realmente es muy diferente la manera de abordar la investigación en unos países respecto a otros. Las universidades grandes en el extranjero no son estatales, son privadas y saben a qué apuestan. Conceden becas y, desde luego, al rico que estudia le pillan muchísimo dinero, tienen un sistema de financiación que no es el de España. Aquí las universidades buenas son las universidades públicas, pero andan muy justas a la hora de pagar, alguna puede tener algún régimen especial como la Carlos III, que creo que no paga exactamente lo mismo que otras, aunque no conozco el tema de sus sueldos en detalle.

¿Qué piensa del debate de los últimos meses en el que los rectores de Madrid han levantado la voz para quejarse de que sus universidades públicas están infrafinanciadas?

¡Que estoy muy de acuerdo con ellos! Alguien definió a las universidades públicas como low cost. El dinero llega a cuentagotas y es evidente que la calidad de cualquier empresa, pero especialmente en el campo de la educación, está directamente relacionado con el dinero que inviertes. Las universidades privadas saben muy bien dónde están los agujeros que dejan las públicas y ahí es donde atacan para asegurar luego el puesto de trabajo…

Hay profesores que no ganan para vivir…

Es tremendo que hasta pierdan dinero, que no puedan vivir de ello. Es lamentable que ocurra eso.

¿Cómo se acaba con esta situación?

Es abusivo: un salario de esclavitud desde el punto de vista económico, utilizar profesionales cualificados y no pagarles un sueldo digno. Lo que pasa es que son asociados y se supone que los han contratado porque se considera que tienen otro trabajo y les das un plus para la universidad, pero lo que hacen ellos es ponerse como autónomos… No están ganando nada. Creo que se están buscando nuevas fórmulas aunque en honor a la verdad no sé cómo se está planteando el tema para mejorarlo.

Germán Vega, a la derecha, en una carrera con Rebeca San José y el rector Antonio Largo. Fotografía: Ángel Cartón.

¿Y el tema de la endogamia en la universidad tiene solución?

Ha habido fórmulas para solucionarla, de hecho, yo creo que ahora hay mucha menos.  Sigue existiendo el recomendado pero ya no tan descarado como era antes. Con los sistemas de evaluación por baremación, cada apartado está establecido que cuenta con una puntuación por lo que es bastante más difícil colar a un profesor malo mientras que antes entraba si quería el catedrático. Cualquier plaza se convoca mediante concurso público aunque sea de urgencia y por baremos. Siempre puedes decir yo quiero que entre esta o aquella persona y, por lo tanto, voy a hacer que el baremo prime unas cosas u otras, pero inevitablemente ahora la figura del recomendado lo tiene mucho más difícil. ¿Acabar con la endogamia? Yo soy un producto de la endogamia, nunca me marché de la Universidad de Valladolid. No sé cómo va a quedar ahora porque va a cambiar todo ya que para estar en la UVA obligan a los aspirantes a estar dos años fuera. Es verdad que se ha hecho mucho el paripé.  Puedo decir, por ejemplo,  que estoy en Ciudad Real, pero no voy mucho a Ciudad Real, estoy yendo, me firman, en fin, que los españoles hemos sido unos maestros en inventarnos trampas. Yo he estado años en la comisión de reclamaciones y llegaban casos de gente que consideraba que no había sido bien tratada en su concurso de méritos. Estuve, incluso, varios años de presidente en esa comisión y la verdad es que, a veces, llegaban casos de un cierto mangoneo, pero es que ahora existen muchas más garantías.

¿Las humanidades están en crisis?

En humanidades hay dos tipos de alumnos: unos, que son vocacionales, de lo mejorcito que puede dar la universidad, con expedientes maravillosos, que les han gustado las letras, el teatro y el arte; otros, que no saben muy bien qué hacer porque tienen que elegir una carrera universitaria y optan por humanidades simplemente porque es en español y ni siquiera tienen que aprender otra lengua. Ahora, digamos lo que digamos, cuando los alumnos están preparados están mil veces mejor capacitados que nosotros lo estábamos antiguamente. Es gente que ha ido al extranjero, que sabe lenguas e informática, naturalmente, y esto bien combinado con la cabeza es mucho andar.

La Federación de Asociaciones de Catedráticos de Universidad (FACU) señala que la enseñanza universitaria se enfrenta, sobre todo, en los primeros cursos, a un déficit de preparación de los alumnos.

Digamos que si comparas con lo que te exigían a ti cuando estabas de alumno tú venías mejor preparado para bastantes más cosas de las que sirven para humanidades que ahora porque en Bachillerato estaban mucho más presentes. Nosotros sabíamos mucha geografía, sabíamos mucha más historia, memorísticamente, desde luego, porque no te quedaba otro remedio que aprender haciéndolo así. Actualmente, los alumnos vienen con muchas carencias, es verdad. Puedes hablarles de Larra y no sonarles para nada mientras que nosotros lo gordo, gordo, de literatura lo conocíamos. Es cierto, sin embargo, que ahora tienen otras capacidades que no teníamos nosotros. Tienen otra manera más libre de abordar los problemas, están en el mundo con otras herramientas que les ayudan, caso de las informáticas que te pueden perjudicar mucho pero que también te ayudan. Es muy difícil comparar. Evidentemente, tienen déficits en aspectos que nosotros éramos fuertes pero que tampoco eran materias importantísimas y, sin embargo, presentan superávit en relación con nosotros en otros campos. Creo que son más libres, más abiertos, les importa menos preguntar, son más espontáneos, más inquietos… Los alumnos al final son como un ente que depende de cómo sea ese curso y su liderazgo para que digas: son geniales… Yo he tenido años en los que pensaba que no iba a poder soportarlos y otros cursos que eran maravillosos. Todo iba de cine cuando había tres o cuatro personas que lideraban la clase, daba gusto.

Autores del libro-homenaje «Un caballero para Olmedo» posan con Germán Vega al finalizar el acto (2024). Foto: Javier Marín.

El pasado verano más de 130 autores le sorprendieron con el libro-homenaje Un caballero para Olmedo en dos tomos y más de mil páginas. ¿Cómo se quedó?

Impresionado, gratísimamente impresionado y abrumado porque pienso que en esta vida hay que ser agradecidos. Es una de las cosas que debes pensar y agradecer, no sé si voy a tener vida para eso…

 

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