«Las adorables derrotas». Karlotti presenta su último poemario en el histórico bar Benito

El histórico bar Benito, en la Plaza Mayor de León, acogerá este viernes 31 de octubre, a las 20 horas, la presentación de «Las adorables derrotas», el último poemario de Juan Carlos Valle, alias Karlotti, uno de los principales promotores de la Semana da Poesía Salvaxe de Ferrol. El autor estará acompañado por algunos amigos leoneses y gallegos, músicos y poetas como Alfredo Vidal, Ildefonso Rodríguez, Manolo Bacalhao, Nicolás Vidal, Víctor M. Díez y Eloísa Otero, que se le unirán en un pequeño recital con textos del libro.

Las adorables derrotas, es una metáfora de esas rutas que no siempre encajan dentro de lo marcado, un «homenaje al naufragio, entendido como ese descubrimiento que puede abrirnos a una situación excepcional», según cuenta este poeta de trayectoria nómada que al final encontró asiento en Ferrol. Este viernes estará en León, en el centenario bar Benito, compartiendo charla y amistad y recitando poemas de un libro que ya lleva este sugerente texto de presentación en la contraportada:

Al amor de la lumbre (todas las lumbres la lumbre), sin ayuda del compás de la gota en el caldero, se canta casi sola la canción, se va y se viene. No es el hogar del susurro o el recogimiento, porque Karlotti, salvaje como los indios, se come los tiempos del verbo, escupe flechas sin blanco que se curvan al atravesar la lejanía de los instantes incendiados. Hay también un descampado donde ladran los perros familiares, y allí, en ese “concurrido abandono”, uno se sacude el lomo como ellos para regresar ligero al lecho de las sábanas limpias y las sábanas sucias. “Es una fiesta resistir ante la lumbre/Iniciar un cuento que termina entre los párpados /… /”.

Karlotti, «Un personaje fronterizo, un viajero del tiempo. El que siguió a un Circo hasta la India y el que fue errante músico de cien culturas. Siempre de aquí para allá, siempre de paso. Nunca triste, siempre serio…», como le definió alguna vez uno de sus amigos leoneses, Víctor M. Díez, a quien también debemos este breve perfil:

«Es difícil definir a Karlotti: buhonero, rayano de origen incierto, viajero incansable, marinero de agua dulce, juglar, hostelero de farolito, gente de circo, poeta a deshora, poema crónico, personaje protagonista de las Mil y una noches, embaucador, clandestino, santo y seña de una generación perdida. «Todo lo que cuento es cierto y si miento, miento por mi boca», es la divisa heredada del amigo que él repite en su íntimo altarcito. ¡Son tantos los que faltan!, que se podría decir, sin disimulo, aquello de Karlotti nos enterrará a todos. Pero no, él no cesa mientras quede aliento: resistir y reír, es su lema, contra todo lo establecido».

Juan Carlos Valle, Karlotti. © Fotografía: Pepe Posse.

:: Un poema de «Mis adorables derrotas»

Suave destrucción, amontonar los restos del naufragio,
hacer astillas la luz que la pared come,
sacar fuerzas de flaqueza y hacer sangre con las manos desnudas,
llenas de sangre,
recoger los escombros, los restos del naufragio,
apilar la derrota sin perder la sonrisa,
una sonrisa que el cínico odia.
El hogar, el barco, la lumbre,
son el lugar donde mis pies ponen raíces al olvido.
Tirar los muros, acariciar el fuego,
abrir la puerta y las ventanas en pleno cielo,
doblar el muro sobre la luz,
doblar el muro y regresar.

KARLOTTI

Karlotti, durante una lectura en el Festival Eñe, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

La poesía como resistencia íntima

Por JUAN CARLOS VALLE ‘KARLOTTI’

La poesía es un susurro rebelde en un mundo obsesionado con la utilidad. Es maravillosamente inútil: no construye puentes, no paga facturas, no se vende en fórmulas. Y justo por eso es imprescindible. Sobrevive en los márgenes de lo práctico, como un musgo tenaz que agrieta el cemento de la rentabilidad.

Su inutilidad es un acto político. Al no tener precio, la poesía nos recuerda que hay verdades que no caben en los mercados. Por eso, claro está, nadie puede vivir de ella. Pero tal vez esa sea su grandeza: al no ser moneda de cambio, se libra de las cadenas del interés. El discurso poético no se doblega, no seduce con promesas, no se mancha las manos con fines ocultos. Es lenguaje en estado puro: un río que limpia en vez de inundar.

Y en su pureza, se vuelve un arma. Letal contra la imbecilidad reinante, contra esos lugares comunes que nos quieren sumisos y distraídos. Un poema bien afilado desnerva la estupidez, perfora la indiferencia. En mis versos, busco esa filosa claridad: palabras que sean espejos para que nadie pueda evadir su propio rostro.

Pero la poesía no solo resiste: ataca. Es núcleo de resistencia contra el Poder, sí, pero también semilla de mundos nuevos. En cada metáfora hay un mapa para escapar de las jaulas; en cada imagen, un refugio contra la tiranía de lo obvio.

Escribo sabiendo que la poesía no cambiará el sistema… pero sí puede agrietar su armadura en el corazón de quien lee. Y al final, ¿no es esa la única revolución que importa? La que nace en lo íntimo, desde lo inútil, desde lo libre. Desde lo que nunca podrán domesticar.

¿A Quién se dirige la poesía? pregunta Agamben

El poema no es a una persona, es una exigencia, el poema exige ser leído, incluso si nadie lo lee.
Leer un poema es crear un poema. Cada vez que se lee.

Por eso concebimos esta presentación del libro LAS ADORABLES DERROTAS, con las amigas y amigos, receptores muchas veces de mis poemas, recién hechos, leyendo un poema, pues en este acto, el poema, las palabras que el poema se aparean y fecundan, muestran, revelan ese poema infinito en el instante de su lectura. Cuando escribo un poema, soy un iletrado, un analfabeto, que desde el balbucir ante el mundo, ante la exigencia de traducir su silencio, trato de nombrar para habitar este presente infinito. Y ahí, sí vuelvo a coincidir con el filósofo, que se vuelve poético, el destinatario es aquella persona analfabeta, por eso leer en voz baja o alta la poesía hace que llegue a todos, sin reservas.
El contexto mas favorable, el amor, la amistad.

Y no necesitamos a Dios, ni a los dioses, la dignidad del poeta la asocia Hörderlin, a la ausencia de los dioses, y a la apropiación de lo sagrado y lo profano, misterio cuyo objeto es la vida misma, mas acá y mas allá de lo animal y de lo divino, en el umbral del ser, donde se aprende el oficio de vivir.

El poeta no está con lo establecido, ni se establece.
Es nómada, esencialmente, y su bandera es de humo, y su patria está allí donde enciende la lumbre, y surge la palabra.
Ser poeta no es una profesión, y si se parece a algo, es a una posesión, a una pasión. A una necesidad inexplicable.

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