Los primeros greenes que pateó fueron los del Club Liberal de Madrid, curioso estreno de quien llegaría a ser la cabeza visible de las tendencias más conservadoras del Partido Popular. Le venia de familia. Su padre fue procurador en Cortes por el tercio sindical durante siete legislaturas como Empresario del Sindicato Nacional de Combustible (el producto, no él). Nunca opositó. Desde su licenciatura en leyes fue directamente designada para diversos cargos en el Ministerio de Cultura. Una fría mañana de diciembre de 2011, tras un meritorio birdie, afirmó que un interino es como su nombre indica, alguien que entró a dedo, que no preparó las oposiciones, que viene a ser algo así como traducir pernocta, de per, dormir y nocta, fuera de casa.
En 1987 abandonó el Partido Liberal para ingresar en Alianza Popular donde se impuso con un par de bolas (de golf). Tras ser Ministra, comienza a verse como la Dama de Hierro siete. Concepción que se ve reforzada cuando la reina Isabel II le concede el título de Dama comandante del Imperio británico. Desde la Presidencia de la Comunidad intenta llegar la primera a la Casa Club de la Presidencia del Partido, pero Sir Rajoy se pega a la calle y Lady Esperanza se va una y otra vez a la trampa de arena. Como cuando apoyó a Álvarez Cascos en contra del PP asturiano. A ella, como jugadora de golf, le va el uno contra uno y cuando le hablan de jugar en equipo, piensa en llevar más de un caddie.
Por el camino, revienta huelgas, levanta sospechas de financiación ilegal, maquilla déficits y participa en tres obras cuyos títulos resultan sorprendentes: “Pensamiento liberal en el fin de siglo; Discursos para la libertad y Prohibido prohibir”.
Parece que ha decidido entregar la tarjeta antes del hoyo 18 y en Camelot esperamos que no sea porque esté malita. Pero menudo alivio.

Ay, aquella ministra de Cultura que confundía a Saramago con Sara Mago…. ¡ay sus hándicaps!
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