Por TOÑO MORALA
Aparentemente es muy fácil escribir sobre la belleza… esa cualidad tan discutible; tanto, como seres vivos cohabitamos en este planeta lleno de sinsabores. La mirada de las cosas y su fragancia sutil hace que lo que para unos es bello, para otros no lo sea, o lo sea mucho menos. ¿Cómo se puede medir la intensidad de la belleza? … ¿cómo se puede medir la emoción a la que algunos llegan al admirar ciertas artes, y donde la naturaleza tiene su mayor exposición? … ¿cómo medir las sensaciones que produce algo bello, y que nos aturde, y nos golpea en el cerebro constantemente, hasta producirnos ese bienestar tan imprescindible para la vida? … ¿cómo sería la vida sin belleza?
Estremecerse ante el esplendor,
Y usar el lenguaje de la soledad y el silencio,
Para que la memoria recuerde esos momentos que muestra lo bello.
Hay que habitarse en la respiración pausada y tranquila cuando se mira alrededor de la mirada,
Crecer y cultivar el espíritu para que los sueños nos recuerden, y dejarse llevar por sus fábulas ilimitadas…
Y de esa manera ir creando la belleza suficiente para morir más tarde.
«Crecer y cultivar el espíritu»
Para qué este no muera.
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¿Lo bello es necesariamente efímero? ¿Podríamos apreciar la belleza si fuésemos observadores inmortales, o si el mismo objeto o ser observado fuese inmortal? (ahí queda eso para darle al coco…)
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