Un adiós a Astrid Rodríguez, amiga, compañera y cómplice

Astrid Rodríguez y José Manuel López.

Por JOSÉ MANUEL LÓPEZ

La periodista leonesa Astrid Rodríguez, nacida en Bélgica y muy pegada física y anímicamente a la zona minera de Olleros de Sabero, falleció la pasada semana a consecuencia de un cáncer contra el que luchó con valentía durante casi ocho años. Su compromiso con el periodismo tiene dos etapas muy definidas y un denominador común. Por un lado en el Diario de León; ahí se hizo un hueco con la información de los tribunales hasta entonces en un segundo plano. Y por otro su trabajo en la Subdelegación del Gobierno en León, en donde nunca dejó de ser periodista. En paralelo, formó parte de la primera etapa de la Asociación Provincial de la Prensa, convencida de la necesidad de la lucha por los derechos de esta profesión tan maltratada.  

Querida amiga Astrid:

He querido apurar la calma que acompaña al paso del tiempo, aún efímero, apenas unos días, para abordar un adiós que no sé cómo hilar. El desenlace que intuíamos ya cercano, a una pugna que encaraste con garra, con valentía, con tensión y fuerza, no ha mitigado el dolor que me produjo. Y sin embargo cuando afloran en mi cabeza muchas de las instantáneas tan vitales como cotidianas que compartimos durante muchos años, predominan la alegría, la sonrisa y el buen humor.

Desconozco por qué mi mente viaja de forma instantánea al día de tu boda y en especial a aquel patio de San Justo de la Vega, en donde la fiesta maragata puso la guinda a una jornada de algarabía y mucha risa, en la que sellaste tu compromiso con Ángel Santiago.

Y de ahí salta hasta el viaje a Olleros de Sabero, en la primavera de 2016, para participar en esa semana cultural que don Manuel ha convertido en un  precedente único en la provincia. En alguna parada que otra, durante el trayecto, nos reímos con alevosía y reincidencia de algunos de los muchos desaguisados que yo había protagonizado recientemente en el trajín del día a día y que agrandan mi leyenda. Incluso cuando compartimos café e infusión y sus respectivos complementos en forma de tortilla, de los que di buena cuenta, el 19 de mayo del año pasado, tu sonrisa fue capaz de dejar en un segundo plano la delicadeza del momento, que siempre abordaste con una fortaleza inmensa. Podría recuperar del disco duro de mi memoria otros muchos episodios cargados de ese optimismo y esa valentía que te han acompañado siempre, y en todos ellos constataríamos esa actitud continuada, cargada de energía positiva, de fe en la vida y en la condición humana. Comparto, seguro, este pensamiento con muchas y muchos compañeros muy cercanos que nunca dejarán de quererte y de pensar en ti y que no puedo señalar a todos, porque la lista sería demasiado larga.

No tengo duda, te has ido con la tranquilidad de saber que Clara está trabajando en el área de la educación, como siempre quiso, y que Adrián combina varias expectativas de futuro, porque sabe buscarse la vida. A Santiago le queda un camino complejo pero que afronta con unas alforjas cargadas de infinitas vivencias llenas de amor y complicidad.

No sé si estas palabras que escribo con el corazón te llegarán allá donde estés vía wasap o por alguna red social. Pero te repito por enésima vez querida amiga, compañera y cómplice, que siempre estarás presente en mis pensamientos. Si algún día veo una estrella en el firmamento que brilla con más intensidad que las demás, creeré que eres tú y que me está insinuando “hola colega, tómate la vida con calma y no dejes nunca de reírte, ah! y cuidado con lo que tocas que si es de cristal corre peligro; pero no te preocupes, es sólo cristal”. 

Astrid Rodríguez Rozas.

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