Por CAMINO SAYAGO
Juan Carlos Uriarte lleva casi cuatro décadas dando vueltas a sus útiles inútiles, una serie que no se agota y que desde el pasado 30 de noviembre de 2023 se aloja en el Museo de León, acompañada de una instalación sobre el bullying, el acoso y la soledad, y las fotografías de Julia Liébana, Carmen Coque y Belén Sánchez. Ahora la muestra, titulada «2/8», entra en su recta final y hemos querido saber cómo ha sido recibida por el público.
“La exposición está funcionando muy bien. Vino un montón de gente el día de la inauguración y vengo casi a diario a hacer visitas con todo tipo de público, que por cierto queda encantado con mis explicaciones”, explica un Juan Carlos Uriarte siempre afable y dispuesto para hablar de su trabajo, y ahora de este nuevo proyecto que se exhibirá más tiempo del acordado en un principio. Hasta este domingo 11 de febrero.
Antes de abordarlo hay que decir que “2/8” es una doble propuesta que incluye escultura e instalación y un título un tanto críptico. El “dos” se refiere a Pablo Estilo, director de la galería Espacio _E, y al propio artista, Juan Carlos Uriarte; y el “ocho” es la suma de estos dos, más tres fotógrafas (Carmen Coque, Julia Liébana y Belén Sánchez), dos escritoras (Patricia Vergara y Belén Ordóñez) y la pieza que se titula “mírame a los ojos” (un cráneo femenino sobre una peana de cristal). El epígrafe no podría adivinarse ni tan siquiera recorriendo la exposición pieza por pieza, pero la explicación que Uriarte nos detalla no precisa nada más.
La exposición en el Museo de León llega tras las que realizó hace siete años en Espacio_E y en la Fundación Sierra Pambley, centrada en dar vida a una sugerente serie, que igual que entonces trata de convertir los elementos más cotidianos en piezas artísticas, en un guiño al clásico gesto de los ready mades de Marcel Duchamp.
A través de 60 piezas da continuidad, de nuevo, a la serie útiles inútiles que ha explorado a lo largo de casi cuatro décadas convirtiendo lo inútil encontrado en útil transformado. “Incorporo a las obras que ya se pudieron ver en aquella ocasión otra treintena de piezas con un lenguaje muy similar al de hace siete años. Me tuve que reinventar a raíz de un robo que tuve en el almacén donde se guardaban”, explica.
Le pregunto sí el azar o la casualidad siguen dándole motivos para no cerrar esta serie. La respuesta es clara: “Esos son motivos muy buenos para crear, en mí funcionan. Después de la exposición de útiles inútiles me planteé continuar la serie sin ningún fin especial. Siempre llegan ideas nuevas, por lo que es de esperar que esta serie nunca llegue a concluirse. El resultado se puede ver ahora con nuevas esculturas que, como siempre, tienen un lenguaje crítico e irónico”.
Poesía visual
Ironía, y mucha poesía envuelven a estos objetos que desde sus peanas invitan a buscar otras lecturas o quizás las mismas que el autor trata de transmitir. “Mi obra tiene un acabado irónico y sutil que cada espectador puede canalizar según su manera de sentir y ver. Poesía visual que quiero que siempre me acompañe”.
Un breve repaso por los útiles inútiles de Uriarte ofrece una visión del pasado de estos antiguos artefactos cuya función original ha mutado a otra muy distinta y nueva. Como ejemplos: un violín encerrado en una vitrina que hay que romper para tocarlo; o unos rollos de pianola que invitan a disfrutar de la música de Piazzolla.
Las referencias a la literatura se suceden. Un espejo roto y una dentadura con colmillos de vampiro en una copa rinden homenaje al escritor irlandés Bram Stoker, autor de la novela gótica “Drácula”. Y títulos como “El libro que roba los recuerdos” -formado por bolas de gua, plumines, cuentas de un collar de su madre, y hasta hilos de un incunable entremezclados con los remaches de la rejería del edificio Botines-, o “El libro que mata a la literatura” que contiene páginas de 24 libros de cabecera, entre ellos El Quijote, Rayuela o Bajo el Volcán, hablan de esa otra gran pasión del artista, los libros, con los que mantuvo una relación muy especial en su etapa al frente de una conocida librería de la ciudad.
Una sucesión de clavos ordenados con una maquinilla de barbero, que rescató cuando quitaron la veleta del gallo de la cúpula de la torre de San Isidoro representa en “Atentado ecológico” su posición ante los retos medioambientales. Y en “Ante el abismo”, un antiguo mapa de 1900 instalado en el suelo con un barco de papel cayéndose por el borde, crítica la falacia del terraplanismo.




La transformación que adquieren sus piezas las hace únicas, con un acento incisivo muy característico. Una máquina antigua en “Cosiendo España” cose la bandera monárquica y la republicana. Y “Cuándo el mar llora”, se desliza fuera del cuadro… Tampoco falta el recuerdo para sus colegas, ya desaparecidos, los artistas Jular y Zurdo.
Instalación sobre el bullying
Además de esta colección de maravillosos objetos el artista añade a esta muestra una instalación que denuncia el bullying, el acoso y la soledad. “Es un cúmulo de copas rotas esparcidas de manera ordenada por el suelo. La sutileza de su colocación en forma de dianas nos hace ver la problemática que expresan sus títulos. Creo que es muy sugerente y solo contemplar las dimensiones nos puede dejar pensativos”.
En la pared colindante se pueden ver nueve impactantes fotografías de Carmen Coque, Julia G. Liébana y Belén Sánchez, que también exploran estas temáticas y son, sin duda, el mejor complemento a la exposición: “Quería rodearme de mujeres porque creo en el matriarcado. Donde hay mujeres los proyectos funcionan mejor, salvo excepciones y desde mi punto de vista. Sigo pensando que en este proyecto sobramos Pablo Estilo y Juan Carlos Uriarte”.
A continuación reproducimos un texto de Belén Ordoñez sobre una de las piezas de la exposición “Oblivion (olvido)”.
Liberación
“Después de vivir encerrados durante años y gracias a la visión de un artista loco, decidieron liberarse. Soltaron sus ataduras y, como si nunca hubieran estado aprisionados, comenzaron a volar a la vez que con un inapreciable aleteo se organizaban para interpretar sus obras por última vez. Mientras cubrían el cielo poco a poco, la luz natural iba desapareciendo para convertirse en algo similar a una membrana opaca llena de orificios en perfecta construcción. Emocionadas cintas perforadas bailaban en el cielo al tiempo que se filtraban pequeñísimos rayos de luz. Perfecto ensamblaje que dibujaba hermosas formas indefinidas en el suelo. Conscientes de la belleza que se respiraba con ese aroma dulce y tranquilo, hicieron sonar diferentes composiciones musicales de todos los tiempos, una detrás de otra. Cuando consideraron que ya era suficiente como evento homenaje a su existencia y mientras flotaba en el ambiente oblivion de Piazzolla, se fueron desintegrando con suavidad llenando la estancia de algo parecido a la emoción.
Pasado el tiempo ya nadie los echó de menos, aunque a veces el aire provoca preciosos sonidos indescifrables que solo el artista loco detecta».