Martin Provost: «Violette Leduc fue una escritora e intelectual verdaderamente inspirada»

Martín Provost
– Martín Provost

Por JAVIER GUTIÉRREZ, ‘SABERIUS’
Desde astorgaredaccion.com

El preestreno de la última película de Martin Provost, «Violette» fue el punto de encuentro para la entrevista con el realizador francés. Tras la realización de ‘»Serafine», su última producción independiente trata de reivindicar la figura literaria que simbolizó esta escritora francesa defendida a ultranza por intelectuales como Simone de Beauvoir, relegada al olvido por los distribuidores coetáneos, aunque actualmente casi la totalidad de su obra haya sido publicada en Francia, incluidas «La chase a l’amour» y «La folie on tete». En España está traducida su novela «La bastarda» por Edhasa. Su obra más célebre y controvertida «Ravages» (‘Estragos’), censurada en su momento en Francia, dio lugar a partir de sus fragmentos más polémicos a otro escrito; «Thérèse et Isabel», una obra que traía a la luz los temas más candentes de nuestra sociedad, a los cuales Violette Leduc como clarividente precursora se había anticipado.

—El personaje de Violette nos acerca al misterio de la creación apasionada y en ocasiones irracional y nos sitúa en el debate sobre los roles estereotipados de los distintos géneros, en la construcción que cada sociedad realiza en torno a lo masculino y lo femenino.

En realidad parte de una meditación sobre la propia femineidad; la creatividad femenina y la dificultad para su materialización ante la complejidad de su propia psicología. Por otra parte debemos tener en cuenta cómo la resonancia del proceso de creación, en general, está profundamente condicionada por el contexto cultural en el que tiene lugar, los recursos económicos de los que se dispone y el entorno afectivo que la arropa; ya que si es positivo, transmite mucha mayor seguridad e intensidad y por ello  está igualmente relacionado con el espíritu del relato y su estilo literario. La relación humana, el afecto y el contexto de vida juegan un papel fundamental y en este caso se trata de una historia de amor no correspondida, profundizando tanto en los aspectos afectivos como en los sexuales, ya que el tratamiento de la sexualidad fue un tema central en la literatura de Violette Leduc.

—En la película queda patente una cuestión que se confirma en todo su metraje: la existencia del propio talento a medida que lo damos a conocer a los demás…

Antes de rodar la película de ‘Serafine’ conocí a quien sería la musa de mi siguiente película, una mujer madura que hablaba como los ángeles de la guarda para reivindicar el genio de esta pintora, Serafine, la protagonista de mi primera producción y comprendí que si Serafine no hubiera sido genial, pero sobre todo si no hubiera sido clasificada como pintora, como así lo fue, no existiría.Y por esa misma razón me decidí a rodar ‘Violette’ más conscientemente, para demostrar sin tapujos esta teoría: “No somos nadie sin los demás”. La relación con los seres humanos es por lo tanto una fase crucial en el reconocimiento de la obra; por muy grande que sea el genio que llevamos dentro no queda otra más que entrar en esta sociedad humana como guía para encontrar nuestro camino…

El cartel de la película.
– Cartel

Hay quien afirma que en la relación entre Simone de Beauvoir y Violette Leduc pudo haber una cierta manipulación: al principio se inició un conocimiento afectivo pero hubo momentos que se describen en la propia película en los que, aunque pudo existir una cierta ayuda y sentimiento de cooperación para la publicación de su obra, esta apenas tenía cabida en las librerías y su distribución prácticamente pasaba desapercibida al lado de la de sus contemporáneos como Albert Camus,  Simone de Beauvoir o Jean Paul Sartre, a quienes Violette conocía y con quienes se relacionaba… Y las evidentes penurias económicas por las que habitualmente atravesaba la escritora a veces eran compensadas antes por burgueses productores de cine convertidos en eventuales editores…

En efecto, en la película se describen todos estos pasajes con la dureza propia de quien tuvo que vivir una vida marcada por la ausencia de afecto, un matrimonio de conveniencia, un aborto, el desencanto amoroso, la separación y el descubrimiento de la verdadera sexualidad; pero no hay que olvidar que Simone de Beauvoir no era rica, su familia se arruinó muy joven y se vieron obligados a dejar el piso de Montparnasse donde vivían, a pesar de haber tenido ascendentes aristocráticos. Por lo tanto podemos decir que su protectora, aunque algunos cuestionen este apelativo, tuvo que salir adelante gracias a su inteligencia. Por lo tanto no nos hallamos ante una relación entre rica y pobre sino entre dos talentos de gran inteligencia; y lo que quise mostrar en la película fue que Violette Leduc era una escritora e intelectual verdaderamente inspirada y Simone de Beauvoir cayó en la cuenta de su grandeza como narradora y decidió, cuando pudo salir de sus propias dificultades, ponerse a disposición de Violette para ayudarla y defender su obra en todos los escenarios posibles. No creo por tanto que haya existido esa manipulación que se sospecha, ya que existen muy pocos casos, en las relaciones entre escritores, en los que uno de ellos, en este caso Simone, le ingresara una paga a través de la editorial sin que ella lo supiera,  cuando fue consciente de su apurada situación…

—El reconocimiento y el valor literario de las obras de Violette Leduc se ha ido labrando poco a poco en Francia, sobre todo en los colectivos feministas… Su figura quizás haya ido renaciendo a medida que estos movimientos iban abriéndose camino en nuestro país vecino… La idea de narrar la película al estilo de una “bildungsroman” o historia completa del crecimiento de la escritora cuyas obras más duras fueron pergeñadas en los años de mayores dificultades para desembocar en su reconocimiento tardío, ¿forma parte de ese acercamiento hacia el propio redescubrimiento biográfico o nos adentra con mayor intensidad en los momentos más complejos para afianzar el espíritu reivindicativo de su vida y obra?

Hay que tener en cuenta que «Violette» se ha escrito en una época determinada, dentro de una sociedad concreta y marcada por la situación económica de su familia, entre los años cincuenta y sesenta, cuando los movimientos feministas aún se hallaban larvados en muchos círculos sociales y la influencia de su madre lo dominaba todo. En cuanto al feminismo latente en la propia película, que algunos podrían considerar tan abrumador como para catalogarla dentro de este género, y cuando tras haber realizado «Serafine» surge la pregunta de por qué hago películas sobre mujeres, o si fue la figura de mi madre dominante la que tendría que ver en esto, yo respondo: ¿por qué nadie se pregunta sobre las motivaciones de otros directores cuando hacen películas sobre hombres?… Quizás sean los convencionalismos del cine comercial los que nos hacen contemplar la imagen de la mujer con menos naturalidad, a través de personajes femeninos diseñados como objetos de belleza que exhiben su cuerpo… Hollywood lleva años trabajando en estos estereotipos. Sin embargo, no debemos olvidarnos de la importancia que representan mujeres como Violette Leduc, que fue la primera en hablar sobre el aborto en primera persona, en su propia novela, y cómo intelectuales como Marguerite Duras se inspirarían mucho en sus escritos…

Lo cierto es que cada vez que intento abordar un personaje masculino mi atención se dirige rápidamente hacia la mujer por su complejidad quizás relacionada con la maternidad, porque nos muestra una personalidad más humilde y complicada ante el sufrimiento por esta posibilidad de dar a luz. Probablemente la realización de una película más convencional, si esa es la palabra, me causaría una frustración enorme. La forma en cómo la mujer afronta todas las dificultades que le salen al paso y cómo casi siempre encuentra soluciones me parece apasionante…

Violette Leduc
Violette Leduc

La película constata la ausencia de afectividad desde su primera frase y en planos muy cerrados sobre las manos de los personajes se hace hincapié en la necesidad de afecto… El conocimiento de Simone marca un punto de inflexión en su vida y al mismo tiempo será la causa de otros desencantos y desafectos… ¿Es posible que Violette, a través incluso de la propia sexualidad, basara su obra en esta búsqueda emocional, casi desesperada, de afecto…?

En efecto, desde la primera frase “Mi madre nunca me dio la mano”, la presencia de las manos se destaca por ser el vehículo de transmisión de los primeros síntomas de afecto. Por su parte, el padre de Simone de Beauvoir decía: “Mi hija tenía un cerebro masculino y por tanto tuvo que trabajar y llevar una ‘vida de hombre’, aunque fue profesora”. Siempre me pregunté cómo se sentía respecto a Violette, pero posiblemente se trate de uno de sus mayores enigmas. No hay que olvidar un detalle: Gallimard aceptó publicar en su momento «Ravages» (‘Estragos’) tan sólo si se censuraban sus primeros amoríos con Therese, aunque después estos fragmentos se reeditaron bajo el título de «Therese e Isabelle». Estos aspectos resultan bastante ilustrativos sobre el sentir de aquella época. Sin embargo Simone le recomendaba a Violette: “Aparte de comportarte como una dama, intenta hacerlo también como un hombre, siéntate con las piernas abiertas…”, la trataba con cierta distancia e incluso en ocasiones se refería a ella como ‘la fea’… Comprendí cómo Simone había suplantado a la figura del padre, incluso en las mismas iniciales de su apellido, el del padre era De Barrault; una figura que por una parte representaba al padre de la época y por otra reconocía abiertamente sus inclinaciones y con esa forma de actuar ambas permitían que Violette construyera algo aún más hermoso en medio de sus propios conflictos. La relación entre lo masculino y lo femenino por tanto era algo muy nítido. Además, no podemos olvidar la famosa frase de Simone: “En cuanto puedas ayudar a una mujer, hazlo…”. Y sin duda fue capaz de sacar de la invisibilidad a Violette, reconociendo en ella  la unión perfecta entre el arte y la vida, y descubriendo así a un talento inigualable…

—A pesar de todos los esfuerzos de Simone de Beauvoir, y fuera de los círculos a los que aludíamos, ¿por qué en Francia aún se resisten a su reconocimiento un número más amplio de lectores?

Es cierto que en Francia han sido escasos los intelectuales que decidieron reconocer su valía. Llegó a ser un verdadero icono entre las lesbianas pero obtuvo mayores reservas entre los críticos literarios; su obra ha sido de difícil aceptación desde el punto de vista literario. Aquí tengo que reconocer además cómo parte de mi predilección nació en forma de artículo sobre un libro que una editorial me publicó antes de rodar «Serafine»; un texto magnífico que había escrito la propia Violette Leduc sobre la sexualidad de las flores y su sensibilidad latente. Fue entonces cuando comencé a leer sus escritos y decidí que ésta sería mi segunda película, al caer en la cuenta de cómo Serafine también era Violette y ella misma fue la propia coguionista.

Portada de la novela.
– Portada novela

Uno de los pasajes más hermosos de la película es cuando Simone decide apadrinar a Violette… Una espectadora llegó a transmitir incluso que el culmen de la cooperación entre dos mujeres aparece simbolizado en el momento en el que “una mujer da autoridad a otra mujer propiciando su visibilidad, en un momento en el que la vida nos sitúa por nuestra condición en lugares distintos y debemos jugar con las cartas que nos ofrece…”.  No obstante, no debemos olvidar cómo Simone de Beauvoir sufrió doblemente por ser mujer y a la vez intelectual, incluso también por lo que muchos describen como su ‘segundo sexo’…

Fue duramente atacada además por su entorno ante el hecho de contar interioridades de su propia vida, algo que sufrió igualmente Violette por alusiones. En efecto fue criticada y vilipendiada por su condición femenina y al mismo tiempo por lo contrario, o por lo que se identificaba en aquél momento con la virilidad… Es curioso… Escribí el guión para la actriz que finalmente lo protagonizó sin saber que cuando quedamos en Paris me dio a entender que estaba con Jeanne Moreau y precisamente hace tiempo hubo un intento por rodar ‘La bastarda’ con la propia Moreau. La película está repleta de coincidencias, de lugares comunes, de momentos de indescriptible intensidad emocional…

—A lo que de igual forma contribuye la fotografía… Los colores, tonos y texturas más apropiados a cada momento emocional y a los distintos lugares o zonas geográficas en los que tiene lugar, desde el entorno urbano al rural…

El cine ha cambiado muchísimo en poco tiempo; ya no se rueda en 35mm. y «Violette» está rodada en sistema digital, no como había rodado «Serafine». Pero tuve la suerte de filmar con un director de fotografía que me ayudó muchísimo a realizarla en digital y lo acabo de descubrir. En realidad no hay trasfondo, no existe la lejanía ni el grano, la imagen en video en teoría es terriblemente plana, pero después se puede trabajar mucho en la postproducción para intentar recrear algo parecido al 35mm. Tampoco existe el etalonaje, pero sí se pueden equilibrar los colores a posteriori con un proceso similar. Por lo tanto no se graba sobre haluro de plata o celuloide pero lo más importante es cómo se cuenta la historia, y en esta etapa crucial de transformación y reconversión lo que se pierde por un lado se gana por otro, así que lo mejor es quedarse con las posibilidades infinitas que nos ofrece la postproducción…

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