Por DAVID ARGÜELLES REDONDO
Llegar este año a la decimonovena edición de AR.CA es un logro lleno de dificultades, teniendo en cuenta que el presupuesto con que cuenta procede en exclusiva del Ayuntamiento de la localidad de Aguilar de Campoo y que cada año se ve recortado.
En este contexto general, AR.CA sigue siendo un encuentro de referencia imprescindible en el calendario cultural y artístico internacional. Esto es posible principalmente por Jorge Sanz, su coordinador y programador en estos 19 años, y por un equipo de regidores, técnicos y voluntarios que mantienen cada edición su ilusión y compromiso con el festival y público, ingredientes que otorgan coherencia tanto al estilo como a la programación.
La pervivencia en el tiempo de la cita anual ha propiciado que el público que asiste asiduamente a las representaciones sea exigente pero educado, expectante y abierto a las numerosas disciplinas artísticas que se le ofrecen. La afluencia de público es enorme y resulta curioso para unos pocos despistados la algarabía que se forma al término de un espectáculo, con cientos de personas desplazándose al siguiente lugar donde comenzará la nueva actuación.
Durante tres días, hemos podido asistir a doce espectáculos de circo, música, marionetas, yo-yo o dibujo con arena. Varios aspectos novedosos han enriquecido la propuesta: el primero de ellos se desarrolló en los días previos al encuentro y consistió en un taller de arte urbano impartido por el artista José Linares Salvador que culminó con la realización, por parte de los participantes, de varios graffitis. Enlazando con la propuesta anterior y encargado de abrir AR.CA, se realizó en el antiguo patio de “La Compasión” una acción urbana colectiva en la que el público pegaba fotos de AR.CA de ediciones anteriores. De entre todos los espectáculos presentes este año, destacaría dos de ellos: Álex Rived, M. Siluoettes realizó magistralmente, in situ, recortes de siluetas del rostro del público asistente. Y el japonés Naoto Okada, campeón mundial del 4A, demostró que el Yoyó es algo más que un juguete por su técnica y complejidad de movimiento.
Por último, quisiera resaltar la utilización del KUKU, espacio cultural alternativo gestionado por la artista textil Andrea Milde y Juan José Sánchez, como lugar de referencia para las compañías y la organización.
A lo largo de estos años, AR.CA me ha enseñado a convivir con lo efímero, pues muchos de los espectáculos a los que he asistido han dejado tal huella en mí que se me hacía insoportable la idea de que probablemente nunca más volviera a verlos. Aprendí, por tanto, a valorar y admirar la esencia misma del teatro. Si alguien me propusiera resumir AR.CA en una sola palabra sabría muy bien qué responder: AR.CA es “magia” y la magia no siempre está presente en nuestras vidas. Por eso, somos muchos los que cada año esperamos que llegue ese fin de semana de agosto, da igual que haga calor o mucho frío, porque sabemos que cuando la magia aparece, las vidas se transforman.