
Por LUCÍA MIRANDA
Un programador comentaba, en una reciente reunión, que los jóvenes salen de las escuelas de Arte Dramático y no tienen ni idea de por dónde empezar. Doy fe. Mi compañía está llena de esos jóvenes.
Un ejemplo: al último espectáculo que hemos realizado, la Red Nacional de Teatros le ha concedido la R de espectáculo recomendado. Al contárselo al equipo, la pregunta fue: “y esa R ¿de qué? ¿de modeRnos? ¿de Remajos? ¿nos hacemos unas chapas y nos las ponemos?, ¿qué hacemos con esa R?”. Yo tuve que coger el teléfono y preguntar, porque como decía ese programador, no teníamos ni idea.
No nos debe extrañar la ignorancia en este campo de nuestros artistas emergentes. Desde los planes de estudio de las escuelas de Arte Dramático (privadas o públicas) no se enseña gestión y salen desconociendo por completo el mercado en el que van a trabajar: distinguir una feria de un festival, diferenciar un circuito de una red, redactar un proyecto con sus objetivos y sus fases, llevar la contabilidad de una producción, estimar presupuestos… etc.
Cierto que hay profesionales con su máster en gestión cultural mucho más adecuados para llevar a cabo estas labores, pero la realidad es que no existe una conexión directa entre las escuelas de Arte Dramático y las universidades que facilitan estos títulos en gestión. Por lo cual, o se incluyen en los planes de estudios de las escuelas asignaturas de producción y gestión para que los alumnos tengan unas ideas básicas que les permita comenzar a emprender (y mantener una conversación coherente con un distribuidor o un productor) o vinculamos directamente a los alumnos de ambos campos para que puedan investigar y crecer juntos.
En Estados Unidos, los máster en gestión cultural se desarrollan dentro de las facultades de Arte Dramático. En el caso de Columbia University, los estudiantes de gestión se encargan de la producción de las muestras de sus compañeros artistas. Estas muestras cuentan con pequeños planes de comunicación y de marketing que provocan que alumnos de otros centros se acerquen a verlas y que profesionalizan el trabajo. De esa manera los jóvenes gestores aprenden la producción desde lo más pequeñito y quedan ligados a un proyecto en el que ambas partes crecen al tiempo.
Y ya no hablo de la escasez de apoyos (la Fundación Siglo ha eliminado sus ayudas para compañías emergentes, por ejemplo), sino de un problema que tendría una solución a largo plazo si nuestro sistema educativo se lo planteara en serio.
No todos los emergentes pueden ni tienen que ir a parar a la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico y, como es normal, las compañías establecidas tienen sus elencos formados, por lo cual hay que obligar a los artistas a que adquieran conocimientos mínimos del mercado y hay que generar sinergias desde los inicios entre gestores y artistas para que las prácticas no sean hechos aislados y puntuales. Para que sepan qué hacer con la R de la Red Nacional cuando se la concedan, y no les pase lo que a nosotros, que tenemos que llamar para preguntar y ahora con esto qué.
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*Lucía Miranda es directora de la compañía Cross Border Project.