
«A vueltas con la improvisación» se tituló la charla de la cantante Cova Villegas y la compositora y percusionista Chefa Alonso con la que se abrió oficialmente el TESLA, Festival de experimentación sonora en tres jornadas y un epílogo, el pasado viernes 19 de febrero (18 horas) en el MUSAC.
Dos días antes de su mágico concierto dentro del TESLA, Cova y Chefa, auténticos referentes de la improvisación libre desde hace tres décadas, protagonizaron una conversación abierta al público, plagada de ejemplos musicales prácticos, y fueron desgranando los motivos que les llevaron a elegir esta disciplina artística tan poco reconocida, así como las dificultades, dudas, compromisos, magia y alegrías que han podido compartir con sus colegas a lo largo de su trayectoria.
En esta segunda entrega (puedes ver la primera aquí) reproducimos la parte de la charla en la que Chefa Alonso entrevista a Cova Villegas:
Cova Villegas:
«Improvisar es estar lo más viva posible»
Chefa Alonso— ¿Qué instrumento es la voz?
Cova Villegas—Es el más natural con el que se puede hacer música y quizás el que tiene más posibilidades de expresión: sentimientos y estados de ánimo, pensamientos. Desde los orígenes de la humanidad aparece el grito y la nana, la imitación de los sonidos de la naturaleza, de los animales, se canta en rituales o en formas de comunicación. A partir de ahí aparecen instrumentos como las flautas imitando la voz, pero la voz es un misterio. Peter Kowald decía que todos los instrumentos son prótesis de la voz.
—¿Cómo ha sido tu trayectoria musical?
—Yo canto desde pequeña, en mi familia cantar era tan natural como hablar o suspirar; empecé a estudiar música desde muy pequeña pero claramente lo que me gustaba eran las canciones que escuchaba en la radio, la música de películas, cantar en el coro. Mi madre cantaba siempre. Yo crecí escuchando música clásica por un lado y música popular por otro, escuchaba impresionada a mi abuela tocando el piano y a mi abuelo cantar vaqueiras a voz sola que me conmovían. Luego, en la adolescencia, apareció el rock and roll, el pop, el jazz (recuerdo un disco de Stan Getz con Astrud Gilberto, aprendí de memoria los solos del saxo). Después me dediqué al jazz. Y por fin, la improvisación libre. Camino largo e incluso duro, muchas dudas, caídas hasta encontrarte… Todo este proceso no hubiera sido posible sin un entorno y la ayuda de los músicos amigos, como Ildefonso Rodríguez o Chefa Alonso.
Me ayudó mucho hacer un taller con la cantante Vanessa Mackness, ahí vi claro que yo quería y podía hacer, y empezaron a desaparecer los miedos. Entonces apareció Sin Red. Ellos ya tenían el grupo y yo me uní. Así que mi camino musical tiene que ver con la amistad, las casualidades felices y, por supuesto, con el trabajo experimental.
—¿Cómo ha sido el trabajo con Sin Red?
—Decisivo. Estuvimos tiempo trabajando con pautas donde entraban dinámicas, volumen, texturas, ambientes, tímbricas, densidades, formas (ráfagas y espirales), distintas energías… Y siempre con referencias poéticas y visuales; una vez más, la imaginación. Así fueron apareciendo unas técnicas que fui incorporando a mi manera de cantar, las fui modificando hasta interiorizarlas y hoy son mi lenguaje, como la letra de una canción. Trabajábamos mucho y lo pasábamos muy bien, utilizábamos pequeñas formas, miniaturas con diferente carácter, contrastándolas; convertíamos los ensayos en auténticos laboratorios. Al no tener público delante nos concentrábamos en la relación con la música y con nosotros mismos; fue un trabajo interesantísimo. Tenía que ver con el juego, como debe ser cualquier proceso de aprendizaje auténtico.
—¿Cómo fuiste descubriendo tu territorio creativo?
—Yo creo que nadie puede enseñarte a improvisar. Te pueden despertar a la improvisación, contar cosas y dar herramientas, pero tú tienes que hacer algo con ellas y tiene que ser algo tuyo. Es muy importante la imaginación, te olvidas de que la tienes, la desconoces y va apareciendo y hasta te sorprende.
Todo parece estar inventado. La originalidad surge cuando te haces permeable, entrenas el oído y, entonces, eso que has escuchado se puede convertir en algo diferente al pasar por ti. “En un momento dado hay que olvidarlo todo y dejar que llegue el soñador a tomar el control”, dice la pianista Marilyn Lerner.
Hay que ser una ladrona de oído, como dicen los flamencos, hay que ir pillando aquí y allá, como alimento de la imaginación. Lo importante no es de dónde lo has pillado sino a dónde lo llevas.
Tienes que aprender a que el error sólo existe en función de lo que hagas con él. Al principio tienes miedo a equivocarte, a estar cometiendo error tras error, a no ser capaz de decir o de transmitir nada; pero el error se puede convertir en un acierto, eso es algo central en la improvisación.
Son técnicas inventadas, a partir de buscar, escuchar y practicar las vas incorporando poco a poco a tu lenguaje. Peter Kowald decía “no debemos renunciar a nada de lo propio, ponerlo encima de la mesa, volcar la mochila; para más tarde ordenar, relacionar y establecer polos de energía”.
Y otra vez Marilyn Lerner con algo que para mí es definitivo: “La improvisación no es solo un acto de espontaneidad, sino de experiencia, de una disposición a fallar, a no saber, a ser vulnerable, a esperar”. Y también: “Mi guiso, que es mi sonido, ha llegado a ser orgánico”.
—¿Qué es para ti lo esencial en la improvisación?
—La escucha. Yo creo que escuchar es la clave y es también lo que más cuesta aprender. También el silencio. Dejar de tocar para poder oír es empezar a improvisar. Pero escuchar es más que oír, es elegir, y para esto se necesita concentración y atención. Se trata de estar lo más viva posible. La improvisación tiene que ser vivida. Hay que aprender a tomar decisiones en el momento y arriesgar, con vértigo a veces, con intuición; y sobre todo en compañía de los demás músicos. Improvisar no significa tocar olvidando la memoria, hay que ofrecer todo lo que tienes dentro y aprender a modificarlo dependiendo de la situación en la que te encuentres. Aprender a tomar decisiones en el momento de tocar, arriesgando. Es la libertad de construir tu propio idioma.

—Preferencias o cantantes dentro del jazz y la música improvisada.
—Me gustan muchas músicas, incluidas la de los pájaros, el agua o el viento.
Me gustan las lenguas y sus músicas: el chino, el japonés, el ruso, el polaco, el rumano, el portugués, el alemán, el inglés, el francés, me inspiran. No se trata de hablarlas o entenderlas, se trata de dejarlas sonar en tu oído. De pequeña pasé horas en la cama, la escarlatina, las paperas, me dejaban una radio pequeñita que yo me aplicaba al oído y pasaba ratos largos escuchando la onda corta, emisoras en otras lenguas que yo no entendía, pero no me importaba no entender, lo que me fascinaba era escuchar aquello que era tan diferente y que era tan musical, me encantaba la radio.
Improvisadores como Phil Minton, un cantante inglés que tiene la gestualidad de un cantante de flamenco, Maggie Nicols, Vanessa Mackness, Abbey Lincoln, Billie Holiday…
—¿Cuáles serían las dificultades en la formación de un improvisador ?
—El acceso a una comunidad de músicos improvisadores, poder asistir a conciertos de improvisación libre, a talleres, escuchar grabaciones, cuestionarse la relación con el instrumento. Todo lo que te permite desarrollar tu propio lenguaje musical.
—¿Qué importancia le das a no haberte encasillado en un género fijo?
—Pues mucha. Creo que entender el jazz desde la modalidad y las formas abiertas te lleva a hacer una música más libre, cada vez más improvisada y colectiva. No me ha tentado estar en el jazz como una música cerrada y de repertorio, de intérpretes, teniendo en cuenta que se trata de una tradición con músicos creadores maravillosos.
—¿Qué diferencias sientes cuando cantas una canción o cuando cantas una pieza improvisada?
—A mí me gusta cantar, simplemente, cantar; canciones de todo tipo, lo que se llamaba canciones del mundo: un estándar de jazz, un bolero, una copla o una vaqueira. Y me gusta cantar improvisación libre, que es otra forma de cantar esas canciones. La diferencia está en que al cantar una canción tradicional, dentro de una forma y un ciclo, no disfruto de la libertad que siento cuando improviso.
—¿Tiene un precio la libertad?
—Claro que lo tiene. El precio de la libertad puede ser la incomunicación con cierto sector del público, y es un riesgo que hay que asumir.
—Siempre hay alguien del público que reprocha a los músicos que toquen para ellos, que se lo estén pasando tan bien (se ve que os lo pasáis de miedo), como olvidando al público, que se convertiría así en pasivo y casi mirón. ¿Cómo te enfrentas tú a esto, si te ha pasado alguna vez?
—Si no te lo pasas bien tú, ¿cómo puede pasárselo bien el público que te escucha y mira? La empatía se crea desde tu apertura al gozo de cantar, tocar, crear… Un novelista, Mario Levrero, dice de su trabajo: “Para un escritor lo único importante es la salud del relato. No me importa este lector, o aquel lector; me importa que el relato se conserve como un todo viviente, y para ello debe satisfacerme a mí en primer instancia”.
Pues así es, tal cual, con todo lo artístico (y hasta lo no artístico).
Información relacionada:
- TESLA 2016 / Crónica (5) / En estado de magia (Chefa y Cova en el MUSAC), una crónica del concierto ofrecido el día 21 de febrero, por Ildefonso Rodríguez.
- TESLA / 21 de febrero de 2016 / Chefa Alonso y Cova Villegas en el MUSAC