«Fuga de la muerte». Fidel Martínez Nadal

Portada del libro.
Portada del libro.

Fuga de la muerte
FIDEL MARTÍNEZ NADAL
Edicions de Ponent, Alicante, 2016.

EN AUSENCIA DE ICONOS, IMÁGENES PESE A TODO

Por ANA GORRÍA

Autor hasta la fecha de diversos trabajos como los volúmenes firmados junto al guionista Jorge García Cuerda de presas, Hacerse nadie o la serie Enviado especial realizada para la revista Humo de la editorial Astiberri o diversas colaboraciones realizadas en volúmenes colectivos en relación a la historieta y la ilustración, Fidel Martínez Nadal publica la novela gráfica Fuga de la muerte. Es esta un proyecto de gran envergadura y ambición artística que toma como eje de significado la figura de Paul Celan y su poema Todesfuge, la quinta entrega de la colección Cuarto oscuro de la actualmente desaparecida Ediciones de Ponent.

Fuga de la muerte es una investigación gráfica que despliega narrativamente una arquitectura simbólica e icónica alrededor del gran poema de Celan. Presenta y despliega su biografía e imaginario ante un público general, a través de hechos que atañen a la historiografía del siglo XX, el clima de la Europa de entreguerras, la eclosión de los totalitarismos fascistas y soviéticos así como el exterminio del pueblo judio a manos del régimen nazionalsocialista. Todo ello en un marco más amplio que atañe a la reflexión sobre la crisis de la modernidad. El libro lleva un prólogo del traductor José Luis Reina Palazón que afirma: “Fidel Martínez expresa con una nitidez impactante las luces y las sombras de la vida de Celan”.

Un contrapunto de sentido en el poema: el horror, la utopía, la belleza, la mirada heredada, la herencia donadora De la misma manera que en el gran poema de Paul Celan todos estos elementos se organizan, para dar testimonio de la singularidad del horror del holocausto y de la excepcional mente poética del poeta alemán.. Así, la narración gráfica de Fidel Martinez Nadal decide levantar una arquitectura icónica y simbólica para presentar la iconografía sobre la que se levanta la obra poética de Paul Celan y, más en concreto, de Todesfuge.

Para ello, Fidel Martínez hace uso de una estructura de narración, en apariencia clásica, enmarcada en el momento en que Celan, a punto de saltar al Sena en el Puente Mirabeu decide poner en dialogo “al hombre que soy y al joven que fui, Paul Ancel”. Esa imagen dialéctica, esa búsqueda entra en contacto con el ambiente y el devenir histórico del clima de entreguerras y la posguerra mundial, ya que como ha dicho en alguna ocasión Arnau Pons “el poema se convierte en un texto que interpreta. Nos obliga a algún tipo de relación con la historia.” Y esa obligación es asumida por el dibujante con amor y delicadeza para desplegar su lectura del poema de Celan, desde un punto de vista tanto icónico como arqueológico ya que, como ha afirmado George Didi-Huberman en Imágenes pese a todo; “hay que ampliar el punto de vista simétricamente hasta que restituyamos a las imágenes el elemento antropológico que las pone en juego”.

Y a esa ampliación del punto de vista, se corresponde, consciente o inconscientemente, el propósito de Fidel Martínez Nadal a la hora de desplegar el poema Todesfuge en las ciento veinticuatro páginas que constituyen el poema, la mente poética de Celan. La sabiduría gráfica de Fidel Martínez consigue encarnar esas imágenes, imprimirles ritmo y movimiento, proponer una lírica soterrada en el aparato narrativo que se corresponde con los hechos biográficos y la Europa de entreguerras y de la II guerra mundial. Significados, sentidos, motivos que la narración gráfica de Fidel Martínez encarna, presenta y representa como la “Canción de la campana de Schiller”, la lectura de la ley judía de los versículos del génesis sobre la ambición de los seres humanos y la confusión de lenguas, algo en el relato funciona tanto en el nivel de representación íntimo como en el público o historiográfico. En uno Celan verbaliza expresamente a través de los versículos del génesis la ruptura irreconciliable con la autoridad paterna: “como en aquel relato bíblico, la imposibilidad de una misma lengua nos había separado para siempre”. En otra de las secuencias de Fuga de la muerte, el poema gráfico de Fidel Martínez mira el horror, el terror, de la misma manera en que se representa en el relato bíblico la definitiva ruptura de la unanimidad a través de los indescifrables versos onomatopéyicos, firmados ya como Scardanelli, que representan alguna de las producciones del último Hölderlin: «Pallaksch», «Pallaksch», «Pallaksch».

La trabazón narrativa y el despliegue icónico de las imágenes del siglo XX se sostienen a través de una serie de motivos que ponen el acento en la construcción de la mente poética de Celan, su amor por su madre, sulamita, el amor por Margarette y sus cabellos de oro, como dice el poema. En uno de los múltiples incisos que suponen una pausa al acontecer lineal se nos presenta la ensoñación del poeta imaginándose a sí mismo en un diálogo con el Mefistófeles del Fausto de Goethe capaz de ofrecer su alma a cambio de un amor correspondido. Y aparece aquí la mirada aprendida en la ley judía por la que el encuentro con la amada solo puede ser la de la unión absoluta con dios, con la sabiduría, con el bien como las ficciones del Amor cortés y el Cantar de los Cantares habían modelizado en la visión del poeta que, en una salida al campo como el pastor del Cantar enamorado de la sulamita, se entrega a la exaltación de la creación, algo que también encuentra un correlato biográfico en el amor de Paul Celan por la botánica.

Los arcos argumentales o de sentido que vertebran el excelente trabajo de Fidel Martínez a la hora de plantear su articulación en imagen del poema Todesfuge de Paul Celan son tres que se hilvanan de una manera perfecta y pueden pasar desapercibidos si la lectura no es atenta. El primero, es la propia biografía de Celan desde que es un adolescente, su intimidad. El segundo, los terribles acontecimientos históricos que Europa vio en el primer tercio del siglo XX, el auge de los totalitarismos. En tercer lugar, y con tanto peso como los dos anteriores, las imágenes, los iconos en los que el poeta funda su fe: la ley judía, la revolución soviética, la admiración por la poesía de la ilustración y romanticismo alemán. Todos iconos o imágenes ambivalentes ya que, como afirma Immanuel, músico en conversación con Paul sobre la responsabilidad de la palabra y del arte en analogía con la música: “Lo que me gusta de los libros es que ofrecen un refugio menos perecedero para la palabra que nuestra memoria. Nuestro preciada palabra tan poderosa y a la vez tan frágil, tan susceptible de ser adulterada. Utilizada por aquellos que detentan el poder para manipular a las masas, es nuestro deber como poetas preservarla”.Así, también ambivalente es la música que canta y escucha Celan con sus amigos, metáfora de la capacidad del horror y el placer que encierra cualquier símbolo: las canciones medievales sobre la peste negra, la Fuga en mi menor op. 152, de Shubert o el Tango Plegaria de Eduardo Bianco, instrumentalizado por el nazismo a favor de su lógica de exterminio sistemático, ya que esto era lo que oían los seres humanos conducidos a las cámaras de gas. Así también son conducidos los guiños a las imágenes bíblicas: el Génesis, el Éxodo, el Cantar de los cantares, el Apocalipsis que estructuran el texto en un nivel profundo.

El lenguaje gráfico de Fuga de la muerte de Fidel Martínez Nadal cabe ser leído como un poema gráfico al servicio del gran poema del poeta rumano. Introduciendo, jugando con múltiples registros que abarcan desde la ironía, a la distancia, la ensoñación o la compasión en la expresión de lo terrible, Martínez Nadal dispone hábilmente tanto la arquitectura de sentido como su narración. Su dibujo se propone representar el alma de sus protagonistas en cada uno de las viñetas y páginas, compone poemas visuales para aquello que no es posible nombrar. Genera ecos tanto de sentido como gráficos a lo largo del texto, como es el caso de los camiones que son patrimonio del padre de Margarette Saurer que más adelante serán los furgones que llevarán a las cámaras de gas al pueblo judio y que son introducidos en el relato con la jerga aséptica de la publicidad, tanto en los bocadillos que acompañan a su presentación como en el propio dibujo de estos.

Hay que celebrar la valentía, la ambición artística y el riesgo del reto al que se ha enfrentado Fidel Martínez Nadal en un cómic que aventuro que merece ser leído durante mucho tiempo y que admite muchos registros y lecturas, dada la complejidad y eficacia de su composición, construida como una tupida red de significaciones. Ajeno al tono memorialístico de Maus o de otros documentos que se categorizan como literatura postraumática opera contra el olvido. El historietista construye su propuesta, como la voz de Celan, a partir de este mismo olvido para cumplir la exigencia del “deber de memoria” que ha reclamado Reyes Mate a lo largo de su trayectoria.

Martínez Nadal apuesta por el conocimiento, no por la imposible comprensión, de la derrota de los iconos, de las creencias, de las confianzas sobre las que se sostuvo el siglo XX y que toman forma, toman voz se hacen cuerpo en nuestros oídos a través de la palabra rebelada de Celan contra la palabra. “Dice verdad quien dice sombra,” decía Paul Celan. Tal vez, como un guiño a las míticas adaptaciones de la revista Jebouquine que no publicaba el final de los clásicos que versionaba en sus propuestas, Fidel Martínez nos anima a emprender nuestro propio camino al terminar el libro, al proponernos, en su voz, la del poeta:

Schwarze Milch der Frühe wir trinken sie abends

(Reseña publicada originalmente en El Cuaderno, 78).

 

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