
«La vida es sueño», una de las obras cumbre del teatro de Calderón de la Barca, en versión de Teatro del Temple, ha sido el espectáculo escogido por Joaquín Sancho para introducirse en el campo de la crítica como alumno del XII Curso de Análisis e Interpretación para actores “Fernando Urdiales”, ofrecido por el Festival de Teatro Clásico de Olmedo. Como sucede con los montajes, los espectadores-lectores valorarán si su autor entrará en el templo de los elegidos por sus observaciones.
Por JOAQUÍN SANCHO RODRÍGUEZ
“Hipogrifo violento, que corriste parejas con el viento, ¿dónde, rayo sin llama, pájaro sin matiz, pez sin escama, y bruto sin instinto natural, al confuso laberinto…..” Así da comienzo esta maravillosa obra de Calderón que pudimos ver sobre las tablas de la Corrala Palacio del Caballero, en Olmedo, interpretada por el grupo Teatro del Temple y en la que, en mi caso, se cumplieron todas las expectativas.
He de reconocer, a mi pesar, que hasta ese momento no había tenido ocasión de ser espectador de esta obra cumbre y que, desde luego, recomiendo encarecidamente a todas aquellas personas que amen el teatro.
Es cierto que ya conocía el texto, puesto que tuve el honor de ser alumno en el Taller de Verso que impartió Jesús Peña, de Teatro Corsario, muy versado en esta materia y en el que me acerqué por primera vez al conocimiento de los recovecos e intríngulis de esta genialidad.
El comienzo de la obra fue inesperado, desde luego sorprendente: un grupo de encapuchados enmascarados con aspecto de tribu urbana irrumpe en escena peleando… oscuridad, misterio, no se aprecia casi lo que les rodea, pero se intuye a Segismundo en su cárcel; las linternas que portaban los protagonistas, y que usaron magistralmente, resaltaban en el escenario aquellos detalles importantes y desde luego consiguieron el efecto buscado.
Reconozco que en ese momento dudé de la representación por lo atrevido de la puesta en escena, pero según fue avanzando la obra y se presentaron los personajes, con esa estética tan trabajada, interesante vestuario, maquillaje perfecto y uso de las sudaderas con capucha como un elemento de cambio de personaje, me dejaron con la boca abierta.
Poco puedo decir de la interpretación del texto que fue sublime, perfecta, rítmica, totalmente entendible, cosa que no siempre sucede y que, de principio a fin, mantuvo al público enganchado.

El personaje principal, Segismundo (José Luis Esteban), no deja indiferente desde el primer momento. Su aspecto de preso de una cárcel cualquiera, no desentona con el conjunto y sus movimientos interpretativos, sumados a esa forma tan especial que tiene de recitar el verso, incitan a escucharle, a querer saber más sobre él y su historia.
El gracioso Clarín (Alfonso Palomares), cumple a la perfección su cometido, dando ese toque de humor que siempre viene bien, pero ejecutando su papel a la perfección. Clotaldo (Félix Martín), da solemnidad a su personaje, mostrando dureza extrema en algunos momentos y dulzura en otros.
Rosaura (Minerva Arbúes) y Estrella (Encarni Corrales), los personajes femeninos de la obra, tienen una fuerza en el escenario abrumadora, arrolladora, dándolo todo en cada instante, viviendo su papel en cada verso, y por lo tanto, haciendo que el público se emocione.
Astolfo (Francisco Fraguas), es el contrapunto a sus compañeras de reparto, equilibrando la balanza y haciendo que el conjunto tenga la armonía que le corresponde. Y qué decir del rey Basilio (Yesuf Bazaán), imponente, majestuoso, pausado y reflexivo bordando su papel con elegancia real.
Por supuesto, mis alabanzas al músico del grupo, Gonzalo Alonso, que hizo las delicias de mis oídos durante toda la representación. Muchas gracias compañeros del Temple por tan magnífico trabajo. ¡Bravo!
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* Joaquín Sancho Rodríguez ha sido alumno del XII Curso de Análisis e Interpretación para actores “Fernando Urdiales”. Olmedo Clásico 2017.
