
Exposición: Zóbel. El futuro del pasado.
Sala C del Museo del Prado (Edificio Jerónimos)
Comisarios: Felipe Pereda y Manuel Fontán del Junco
Fechas: 15/11/2022 – 05/03/2023
El Museo del Prado acoge la exposición “Zóbel. El futuro del pasado” que analiza las “conversaciones” del artista con las tradiciones clásicas y su recorrido vital por Asia, América y Europa. La muestra estará abierta hasta el 5 de marzo de 2023.
Por GERARDO LÓPEZ LÓPEZ
→ @gerloplop
Fernando Zóbel no es un artista más del grupo de los informalistas españoles, del Grupo de Cuenca, sino que se trata de un personaje singular tanto por su biografía como por su concepción del arte de vanguardia, una singularidad que le confiere una extraordinaria relevancia en el panorama artístico del Siglo XX español. Precisamente es ahí donde pone su mirada la exposición “Zóbel. El futuro del pasado”, en aquellos aspectos que lo convierten en el artista más “global”, en el sentido actual del término, de cuantos poblaron el panorama español.
Global porque viajaba constantemente por toda Europa, Asia y América del Norte; global porque bebió de las principales fuentes de la vanguardia, el expresionismo abstracto, la Bauhaus o el Black Mountain College, y global porque su apetito intelectual lo abarcaba todo, literatura, filosofía, historia de arte, y no solo de la tradición occidental, sino que también estaba profundamente interesado por la cultura asiática.

Su erudición, su constante estudio de los grandes maestros y su compromiso con la difusión y la pedagogía del arte, que lo llevó a fundar el primer museo de arte contemporáneo de nuestro país, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca (1966) y el primero de Filipinas, el Ateneo Art Gallery (1960), además de sus constantes conferencias y ciclos en universidades y escuelas de arte, lo convierten en un personaje difícil de clasificar, radicalmente cosmopolita y que entiende su pintura como un instrumento para transitar y entender la historia del arte. Para él la abstracción no suponía una ruptura radical con el pasado sino una forma de interpretarlo, entenderlo e incorporarlo a su trabajo.

Esta exposición nos presenta el trabajo de Zóbel en un doble plano, en el vertical está su trabajo pictórico y algunas de las piezas clásicas sobre las que más trabajo, muy destacable es la presencia de la “Alegoría de la castidad” de Lorenzo Lotto, joya préstamo de la National Gallery de Washington; y en el plano horizontal una buena parte de sus cuadernos en los que anotaba y dibujaba todas sus reflexiones, viajes, cuadros que le impresionaban y hasta el color de las ciudades que visitaba, y otros documentos como apuntes de clase, dibujos y fotografías, que nos acercan a su forma de pensar, de analizar y de trabajar.

Estos cuadernos, en la exposición hay 51 pero se conservan más de un centenar, le acompañaban a todas partes, siempre en su bolsillo y constituyen un extraordinario legado que nos permite descubrir a un intelectual y un artista con una enorme curiosidad, muy buenas dotes de dibujante, buen escritor y con una delicada sensibilidad que nos ha aportado, en palabras de uno de los comisarios de la muestra, Felipe Pereda, “una de las obras más originales y sobre todo distintas de la pintura española del siglo pasado”.

El relato expositivo también se articula en dos recorridos que transitan por los planos horizontal y vertical de los que he hablado antes, es decir a través de las piezas colgadas en las paredes y los “papeles y cuadernos” de las vitrinas. El primero de esos dos recorridos es el que el pintor hace entre la modernidad y el legado de la tradición, reúne sus estudios realizados en museos a lo largo de todo el mundo, el Museo del Prado muy particularmente, reconstruyendo su proceso creador. En segundo lugar, la exposición sigue la obra de Zóbel a través de su itinerario geográfico internacional mostrando cómo el dibujo fue la herramienta que le acercó a una forma original y alternativa de modernidad que Zóbel descubrió en Asia, en la tradición vernácula de las Islas Filipinas o en la pintura china y japonesa.
Ambos itinerarios nacen de la particular condición biográfica del artista: Nacido en Manila, formado en los Estados Unidos para acabar instalándose en España. Una de las conclusiones más claras de la exposición es la importancia que el dibujo tuvo en la vida del artista y que él mismo resume en sus diarios con estas palabras: “Dibujar de cuadros es una forma de verlos. Limpia los ojos y deja en el subconsciente las cosas más imprevistas”.

Las cinco secciones en las que se ha organizado la exposición nos ofrecen una visión completa de esa relación del artista con los grandes maestros, su profundo conocimiento de sus obras y como se adentra en las distintitas técnicas a la vez que descubre las de los pintores que, con pasión, contempla en museos por todo el mundo. En cada sección hay algún aspecto que me gustaría destacar.

En la primera las ilustraciones que un joven Zóbel, estudiante de literatura en Harvard, realiza para la traducción del drama de Federico García Lorca, “Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín”, que hizo como trabajo para la asignatura de Literatura Comparada y presentó con cuatro delicados dibujos y que, además de anticipar su interés por la pintura más que por la literatura, ponen de manifiesto su gran interés por la obra del poeta granadino sobre cuyo teatro realizó la tesis de final de carrera.
Las cuatro ilustraciones encajan muy bien con el espíritu de artista plástico de Lorca. También nos hablan del carácter cuando menos extravagante (hoy diríamos friqui) de un estudiante que ilustra a todo color un trabajo de clase. Con estas ilustraciones y con todos los dibujos que “iluminan” sus apuntes, ya nos encontramos con el Fernando Zóbel que no sabe mirar si no es dibujando.

Su atracción por la caligrafía china, así como por otros aspectos de la cultura y el arte asiáticos, están muy presentes ya en sus primeros cuadros abstractos, los que conformaron su primera exposición celebrada en Boston en 1951. En esta segunda sección además de algunas de piezas de artistas japoneses como Munakata Shikö o Morita Shiryū que actualizaban la tradición oriental y que Zóbel coleccionaba, se encuentra su cuaderno de sellos orientales y una serie de sus primeros cuadros junto con un autorretrato del año 52, pieza con la que se abre esta sección titulada “Dibujar pintando: caligrafía asiática y pintura abstracta”.

La tercera parte de la exposición está dedicada a profundizar en la relación, la “conversación” como la llamaba el pintor, con los cuadros de los grandes maestros que estudiaba y diseccionaba durante horas en sus visitas a los museos, cuaderno en mano, y de forma muy singular en el Museo Del Prado donde no solo no solo pasó innumerables horas dibujado y estudiando sus pinturas, sino que incluso donó a la colección del museo un número importante de dibujos de maestros españoles datados entre los siglos XVI y XVIII.
Resulta apasionante poder seguir todo el proceso interpretación/creación de sus cuadros “El sueño de la doncella” y “El sueño de la doncella II” (1967) partiendo de la pieza clásica “Alegoría de la Castidad” (1505) de Lorenzo Lotto, un óleo sobre tabla préstamo de la National Gallery of Art de Washington que es toda una joya y está acompañado en la exposición de los cuadernos de dibujo donde la obra se va descomponiendo para surgir al final la pieza de Zóbel, puro esquematismo y pura belleza. En esta sección también merecen especial atención el cuadro “Dialogo con Juan van der Hamen” (1969) que se expone junto al bodegón “Cesta y caja de dulces” (1596.1631) del pintor barroco y el cuaderno digitalizado, que se puede revisar en una pantalla, con los trabajos del pintor sobre alguno de los cuadros de Diego Velázquez, especialmente “Las Hilanderas” (1657).

Otras “conversaciones” interesantes que se recogen son las que establece con Goya, mostradas a través de sus cuadernos con estudios sobre distintas obras del pintor aragonés y con la serie “El dos de mayo”, que Zóbel pintó entre 1983 y 1984; También se hace mención a la que mantiene con el pintor Degas y que da pie al singular “Dialogo con Degas” (1969).
En la cuarta sección destaca la combinación de color y movimiento que Zóbel descubre en el fútbol, concretamente en los colores de los equipos y en el movimiento provocado por el desarrollo del juego. Resultan sorprendentes las piezas presentes en la muestra y que nacen de esta doble atracción que ejerce sobre el artista este deporte. Cabe destacar las piezas “Fútbol 14” y “Fútbol 15” (1973) que resumen muy bien sus hallazgos. Como curiosidad comentar que en uno de sus cuadernos se recogen en un par de páginas una selección de zapatillas Adidas con su variedad de colores, a modo de collage, que recuerda a muchos trabajos artísticos contemporáneos relacionados con el archivo y las clasificaciones. Una vez más el futuro del pasado.

“Paisajes del pasado y del futuro” es el título de la última sección de la muestra y nos encontramos como colofón con una de las obras maestras de Zóbel, “La vista XXVI” (1974), un extraordinario óleo y grafito sobre lienzo de gran formato inspirado en el paisaje de la hoz del Júcar y que invita a la contemplación. En este cuadro, de gran equilibrio y perfección técnica, se alcanza quizá como en ningún otro del artista, su aspiración a conectar la pintura abstracta con la vibración y el pálpito de lo real.

La exposición tiene mucho más que ver y guarda algunas deliciosas sorpresas como la sala con la que se cierra en la que se proyecta el documental “Memorias del instante. Los cuadernos de Zóbel” realizado con ocasión de la muestra y que cuenta detalladamente la larga conversación con los maestros del pasado que puebla los casi doscientos cuadernos de apuntes que dejó el artista.
En la misma sala hay un abundante material documental gráfico y visual que recorre la vida del pintor y una pequeña biblioteca, muy bien seleccionada, que nos advierte de la importancia que tenían los libros para Fernando Zóbel, un hombre global en pleno siglo XX.
