Opinión / Un olivo sobre la muralla y una casa condenada

Muralla de León con el olivo de más de 400 años que crece en un cubo del convento de las Clarisas, al fondo.

Un olivo sobre la muralla y una casa condenada

Por CARLOS MUÑIZ SÁNCHEZ, arquitecto.

Es curioso que el árbol más longevo de la fría ciudad de León sea un olivo que, en contra de las leyes naturales al uso, prospera adecuadamente sobre un cubo de la muralla medieval como si fuera su gran tiesto.

La imagen del olivo es forzosamente lejana, recortada siempre su inconfundible silueta contra el cielo en lo alto del adarve que bordea el recinto de clausura de Las Clarisas.

Intuyo que sus raíces se abrazan al cuerpo de cal y canto de la muralla y a la vista no se aprecia que puedan perjudicar a su integridad formal.

El olivo,  arropado felizmente por sus guardesas, vive al margen de los permanentes cambios que se suceden a sus pies, justo en el nivel nuestro de la calle.

Por ahora no molesta, se siente protegido: es un recinto sagrado.

Pero abajo, los cambios del progreso reclaman la transformación implacable del espacio, que dicen de todos, para la forzada protección ambiental del lienzo exterior de la muralla.

El otro lienzo, el interior, permanece oculto de vistas, integrado con el caserío tradicional que en origen protegía.

Olvidado el fin defensivo de la muralla, nuevo caserío reclama nuevo espacio de asiento y la lógica economía de medios favorece la ocupación exterior, esta vez con planta y volumen adaptado sutilmente a la horma impuesta por los cubos.

 

La muralla ha sufrido agresiones y transformaciones durante su larga vida y no todas precisamente durante los tiempos históricos obscuros.

Se derriban cubos y se recrean otros nuevos.

Se suprimen edificaciones adosadas y se horadan arcos monumentales desconocidos.

Se suprime vegetación autóctona y se compensa con otra foránea,

Se limpian los muros y se musealizan los sillares significativos.

Se insiste en la continuidad del paseo por el adarve cuando el empeño es más que imposible.

Así, nace una nueva estructura urbana con telón de fondo manipulado, una muralla de imagen heredada confusa tanto en sus materiales añadidos como en su pretendida continuidad física y visual.

En ese pertinaz propósito, la última arquitectura vernácula, asociada y adosada a la muralla, está condenada.

Casa expropiada, pegada a la muralla, para ser derribada. Foto: Carlos Muñiz.

El caserío tradicional se ha desarrollado siempre integrado en la muralla como queriendo ocultar las diferentes heridas de guerra sobre sus modestos paramentos y contribuyendo, de manera desinteresada, a su estabilidad física.

¿Es justificable la condena de los últimos ejemplos de esta peculiar y modesta arquitectura leonesa adosada a la muralla?

Si la continuidad de la idealizada y aséptica imagen del conjunto amurallado es una quimera urbanística en el frente de la “Carretera de Los Cubos”, hoy ocupada sin remisión por varias construcciones en uso de dudosa calidad ambiental ¿Puede estar justificado el derribo anticipado de otras cercanas de sutiles valores de arquitectura urbana residencial, respetuosamente adaptadas a la horma del lugar y milagrosamente conservadas en sus elementos vistos, aparejos sólidos de ladrillo e imaginativas soluciones de arcos de ventana?

Afortunado el olivo que hoy queda fuera del alcance de nuestras opiniones.

Mayo de 2023

Recreación del tramo peatonal de la actual calle Carreras y antigua carretera de los Cubos.

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