Once «poemínimos» de Efraín Huerta

Efraín Huerta, 1981. © Fotografía: Maritza López.

Continuamos en TAM TAM PRESS con la sección de poesía antológica, denominada “LOS POEMAS COLGADOS”*, con textos de poetas muertos escogidos por Ildefonso Rodríguez Eloísa Otero. El vigesimosexto autor que llega a esta sección es el mexicano Efraín Huerta (1914-1982), que ejerció como periodista, crítico cinematográfico, guionista, activista social… y que, sin duda alguna, es uno de los poetas mayores de México.

Efraín Huerta nació en Silao (Guanajuato) en 1914 y falleció en Ciudad de México en 1982, a los 68 años. Empezó a escribir poesía a una edad muy temprana, y como periodista colaboró con más de cincuenta periódicos y revistas, algunas veces firmando con su nombre y otras con seudónimos. Muy amigo de Octavio Paz, sobre todo durante su juventud, fundó la revista Taller (1938 y 1941) con un grupo de poetas que intentó reunir en una sola corriente poesía, erotismo y rebelión. De ideología comunista, en 1951 fue nombrado secretario general del Consejo Nacional de Partidarios de la Paz, cargo que le llevó a viajar a la Unión Soviética, Chechoslovaquia y Hungría.

Su primer poema publicado, siendo adolescente, se tituló «El Bajío», y apareció en un periódico local. El éxito que obtuvo con primer libro, Absoluto amor, publicado en 1935, le llevó a volcarse completamente en la poesía. En 1944 obtuvo cierto reconocimiento con Los hombres del alba, libro en el que aparece la Ciudad de México como tema por primera vez, y que continúa en Línea del alba (1946). En 1950 dio a conocer un pequeño volumen, La rosa primitiva, ignorado por los críticos de su época. En 1956 publicó Poemas del viaje, llenos de observaciones políticas y sociales. Ese mismo año publicó Estella en alto, en el que mezcla poemas de amor y tópicos políticos, y al que seguirán Poemas prohibidos y de amor (1973), Trama poética (1980), Estampida de poemínimos (1981) y Amor patria mía (1981).

Apodado “El Gran Cocodrilo”, muchos amigos suyos han ofrecido una razón diferente del por qué le empezaron a llamar así. Esta es una: “El Gran Cocodrilo de grandes escamas que esconden grandes ideas, temores y chistes tras escamas, muchas escamas de un gran cocodrilo”. Otra: «Porque sus versos son ácidos, ácidos como la sangre y agua del estanque de un cocodrilo».

Durante toda su vida escribió y publicó aforismos y pequeñas líneas humorísticas hasta que, en los años sesenta, creó una nueva forma poética a la que bautizó como «poemínimo”. Juegos y sorpresas, bromas y burlas… los Poemínimos son poemas en su mínima expresión, desenfadados y gozosamente subversivos, y le dieron enorme fama a Efraín Huerta como poeta irónico y juguetón. En forma de pequeñas píldoras, el poeta recupera en ellos el habla popular para regresar a esa propia habla parte de su inventiva y de su juego.

:: Once «poemínimos» de Efraín Huerta

Amenaza

Bienaventurados
Los   poetas
Pobres
Porque
De     ellos
Será
El      reino
De     los
Suelos

Redil

Como
Buena
Oveja
Descarriada
Que soy
Me vendo
Bien
Al mejor
Pastor

Resignación

Buenos
O      malos
(Más malos
Que   buenos)
Todos        mis
Poemas
Son   del
Demonio
Público

Tótem

Siempre
Amé
Con   la
Furia
Silenciosa
De     un
Cocodrilo
Aletargado

La Ley I

Todo
Cabe
En un
Poemínimo
Sabiéndolo
Acomodar

La Ley II

No hay
Peor
Poesía
Que la
Que no se
Hace

Potagórica

El
Hambre
Es
La medida
De todas
las Cosas

Mansa Hipérbole

Los lunes, miércoles y viernes
Soy un indigente sexual;
Lo mismo que los martes
Los jueves y los sábados

Los domingos descanso

Paseo I

Ahorita
Vengo

Voy a dar
Un paseo
Alrededor
De
Mi
Vida

Ya vine

Mandamiento Equis

No
Desearás
La
Poesía
De
Tu
Prójimo

Poetitos

El que
Esté libre
De influencias
Que tire
La primera

Metáfora

— — —

“LOS POEMAS COLGADOS”

NOTA de Eloísa Otero e Ildefonso Rodríguez: Esta sección quiere ser una Miniantología (que puede alargarse hasta donde nos den las fuerzas y las ganas). Un doble criterio nos guiará: El primero, serán poemas que los autores no podrían colgar por sí mismos, por ser ya de aquellos que Joyce sin más llamó fantasmas (“… alguien que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres”). O por decirlo con Quevedo, en nuestra Miniantología viviremos “en conversación con los difuntos”. Y segundo: nuestros propios gustos, que ojalá sepan recoger el hermoso Babel de la poesía, la Gran Republicana.

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