TAC / Baychimo Teatro / Poemas y pájaros en concierto

Aspecto general de la instalación ‘Versos que anidan’. Fotografía: Juan A. Berzal.

La compañía zamorana Baychimo Teatro ha sacado la poesía de los libros y la ha puesto a incubar en casas-nido para que las palabras crucen las fronteras de los espacios convencionales, amplíe lenguajes y dialogue con otras culturas. Su propuesta artística Versos que anidan que pasó por el Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de Valladolid (TAC) atrajo la presencia de los amantes de nuevas expresiones artísticas. Portugal ya tiene su propia versión de esta instalación y muy pronto migrará al País Vasco y a Cataluña en sus propios idiomas. En León se pudo contemplar la instalación hace dos meses en los jardines de El Albéitar, en la pasada edición de la Feria de Editores FEE.

Por ISAAC MACHO
Fotografías: JUAN A. BERZAL

El concierto poético-visual y sonoro Versos que anidan, dirigido por Baychimo Teatro, comenzaba a las 12 en la glorieta del Libro del Campo Grande, de Valladolid. Una plaza redonda poblada por 30 casas-nido y una catarata de sensaciones. Esta vez la voz en off no convidó a los espectadores a apagar sus móviles, tampoco se impedía que nos moviéramos por el escenario. Los acomodadores nos invitaban a ser, incluso, intérpretes de nuestra propia sinfonía. Te podías desplazar con libertad, sentarte, levantarte, avanzar, retroceder, detenerte a escuchar las voces de los amigos-poetas que te susurraban al oído, admirar la arquitectura tradicional donde habitaban los pájaros que revoloteaban por todo este bosque urbano inimaginable. Pudimos hasta conversar con los intérpretes escondidos —eso sí, brevemente— porque enseguida se formaba cola con tanto público deseoso de ver y escuchar aquella primicia narrativa.

Nuevas tecnologías y arte de la mano en esta expresión artística. Foto: Juan A. Berzal.

Cuando comenzó a sonar la orquesta con la sección de cuerda, entraron en acción los primeros violines: verderón común, zorzal alirrojo, trepador azul, urraca, pito real, pinzón vulgar, escribano cerillero y tarabilla europea. Luego, los segundos violines: picogordo, gorrión común, herrerillo común, abejaruco europeo, lavandera blanca, escribano palustre y la graja. Tras un ligero respiro, irrumpieron las violas: pico picapinos, milo acuático, lavandera cascadeña y escribano triguero.

Transcurridos los tres primeros movimientos de la sinfonía, atacaron con decisión los instrumentos de viento-metal con las trompas: estornino rosado, colirrojo real y camachuelo trompetero. E inmediatamente el director de orquesta dio paso a la flauta travesera (martín pescador), al clarinete (mirlo común) y al fagot (estornino negro).

A continuación, la orquesta alcanzó el tempo allegro vivace e invadieron la partitura la marimba (collalba gris), los platillos (carbonero garrapinos) y el gong (jilguero lúgano). Este último movimiento dio paso al numeroso coro formado por voces de muy diferentes latitudes: Cándido de Castro, Marichu García, Pilar Borrego, Eléonore Bisson, Miguel Álvarez, Carlos Gaitón, Clara García Fraile, Elena Muñoz, Charo Jular, Antonio Oliveira, Patricia Casalderrey, Cristina Berhó, Moka Seko, María Ordás y Raúl Alfonso.

Y antes del aplauso final, los activos espectadores escucharon con atención los poemas percibidos desde las pequeñas casitas-nido colgadas de los árboles, seleccionados por Paloma Leal y Morsa. Al acercar el oído a las ventanas, surgían los versos de León Felipe, Gloria Fuertes, Anushka Ravishankar, Luis Cernuda, Jürg Schubiger, Alejandra Pizarnik, Gianni Rodari, Federico García Lorca, Beatriz Osés, Raúl Vacas y Karmelo C. Iribarren, entre otros. Este, titulado “Yo no soy yo”, por ejemplo, corresponde a Juan Ramón Jiménez:

Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.

“Los nidos nos han sorprendido gratamente”, señala Ramón Enríquez, responsable de objetos y espacios visuales de la instalación Versos que anidan junto a Arturo Ledesma. “Desde luego, no esperábamos esta aceptación por parte del público” del TAC (Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de Valladolid).

“Nos hemos dado cuenta de que los espectadores del TAC que visitaban los nidos enseguida entendían nuestra propuesta artística y apenas había que darles explicaciones. Eso se explica porque Valladolid es una ciudad acostumbrada a las iniciativas culturales relacionadas con la creatividad y, a su manera, trataban de interpretar y jugar nada más acercarse a la instalación”, asegura Enríquez.

Visitante escucha una de las poesías que salen de dentro del nido. Foto: Juan A. Berzal.

El proyecto de Versos que anidan de Baychimo Teatro, una compañía en contante investigación teatral en busca de la belleza y la aventura, surgió como un planteamiento en el que interviniesen la información, el actor, el juego así como el título del juego. Sería una forma, pensaron, de obtener más posibilidades creativas y de participación entre todos los tipos de público.

Tras el estreno de esta instalación poética en la Feria de Teatro de Castilla y León de Ciudad Rodrigo (Salamanca), el año pasado, la obra no ha hecho otra cosa que crecer. Recientemente han estrenado en Águeda (Portugal) una nueva versión de los 30 nidos en que se compone esta original performance, con lectores lusos, brasileños y africanos, leídos en los distintos acentos del portugués, así como en español.

“Sou tu quando sou eu, homenagem à amizade” es el título de la poesía de Raquel Serejo Matins, incorporado a la familia de los pájaros de Baychimo:

Fizemos a gerra juntos.
Salvou-me a vida e salveil-he a vida.
Nunca soube o seu dia de anos
Nem havia cá postais no Natal.
Emprestou-me dinheiro e emprestei-lhe dinheiro.
Precisou de um arqueiro, precisei de um pinheiro.
Precisei de um carteiro, precisou de um sobreiro.
Quando lhe morreram os pais estava ao seu lado.
Quando me morreu a mulher estava ao meu lado.
No dia em que a mulher o deixou
Obriguei-o a vir jantar a minha casa.
Nunca tinha estado em minha casa, ficou três semanas.
E não o vejo há mais de um mês.
Não digo que não é estupidez,
Mas somos como cães pastores,
De guarda à porta do outro como à porta do dono,
Sem necessiade de muito ladrar para se entender.

Según Enríquez, el próximo mes de julio, llegará la tercera interpretación de la instalación al País Vasco, con traducción de autores vascos al euskera, al 50% con el español. Una cuarta glosa llegará a Cataluña para el otoño que viene y Francia podría ser el siguiente destino de Versos que anidan, aunque todavía no está confirmado.

A los componentes de Baychimo Teatro que emprendieron este proyecto por azar y sin apenas conocimiento de este mundillo, una vez estrenado, les ha llamado la atención el gran número de apasionados admiradores que tiene el ámbito de los pájaros. Se dio la circunstancia de que en un momento dado, alguno de los forofos de las aves les indicó que un nombre no correspondía con el dibujo que aparecía representado en la información de estos diminutos vertebrados.

Versos que anidan, el particular viaje por un espacio escrito, oral, visual y corpóreo —también sonoro gracias a Susana Jiménez—, encaja a la perfección con la peripecia profesional de la compañía zamorana cuyo barco siempre zarpa a la mar sin saber si hay tierra al otro lado. Perseguir la belleza colectivamente y querer transmitirla es un reto al que no renuncian.

Una espectadora se interesa por escuchar y ver los contenidos de la casa-nido. Foto: Juan A. Berzal.

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