
Por LUIS GRAU LOBO

Mirábamos la tele sin verla, como la usan de distracción y ruido ambiental en muchos lugares, y comenzó la crónica de una corrida de toros. Entonces, una niña de unos catorce años levantó la vista y preguntó entre sorprendida y molesta: “¿pero todavía hay toros?” Y los presentes sentimos una punzada de vergüenza –¿torera?– por tener que explicar que sí, que aún subsiste el espectáculo de torturar y matar animales, que sí, que todavía seguimos considerando esa “tradición” como admisible pese a haber descartado otras no más bochornosas y violentas. Como sucede con el traje del Emperador desnudo, los niños señalan las vergüenzas sin reparo, como debería ser.
La Cultural y Deportiva Leonesa ha subido a Segunda División. Hasta ahí, celebración. Pero a renglón seguido se reclama que nos rasquemos el bolsillo. Todos. Hace casi un cuarto de siglo este ayuntamiento y sus ciudadanos sufragamos con impuestos un nuevo campo de fútbol destinado a un ascenso de categoría. No se subió (sí unos cuantos años después). Ahora se ha vuelto a subir y parece ser que el campo no sirve, que hay que reformarlo, adecentarlo, cumplir no sé qué normativa o acomodo, aunque la ciudad tiene menos habitantes y el club pocos más abonados. A pagar todos. Por fútbol. Vienen a la mente otro club privado y otro deporte. Las imágenes de un paso religioso por las calles de Roma aupado a hombros de muy ufanos representantes políticos locales de uno y otro partido, traído y llevado (y llevados y traídos) hasta allí por impuestos de uno y otro ciudadano, cofrade o no. Cómo, cuánto, a quién, por qué…
Esta semana se ojea el Boletín Oficial de Castilla y León y se descubre por casualidad que la Junta birregional pretende declarar Bien de Interés Cultural la tuna. La tuna, sí, con la misma protección que la catedral de León o el acueducto de Segovia. La tuna. Y además, como patrimonio inmaterial, como si la tuna no fuera material, en formas y en propósitos.
Julio Verne pronosticó avances científicos atinados y un futuro plausible, aunque se vistiera en él con paletó y monóculo. Sin embargo, en las películas y relatos de ciencia ficción que tratan del siglo XXI proliferan dos tipos de escenarios: mundos límpidos y ordenadísimos, como diseñados por Jonathan Ive (Apple), o llenos de ruinas, muerte y desolación, como diseñados por Netanyahu. Leviten los coches por el aire o derramen gasolina a chorros sobre polvorientes pistas de tierra poco o nada revelaban sobre la persistencia de ciertas creencias, costumbres y aficiones en esos tiempos imaginarios.
O se luchaba por la supervivencia o se subsistía dejando atrás un pasado de antiguallas y menudencias algo carcamales; el apocalipsis siempre tenía algo de limpieza general. Año de bitácora 2025: Toros. Fútbol. Procesiones. Tuna…
(Publicado en La Nueva Crónica de León el 15 de junio de 2025)
- Mi nueva Crónica, el blog de Luis Grau Lobo