
Por LUIS GRAU LOBO

Resulta que cancelar era facha, no woke. Qué sorpresón. Resulta que toda esa gente de bien que insistía en las cancelaciones wokes (o progres) insistiendo en la falta de libertad de estos tiempos, que ya no se puede decir lo que se decía en los ochenta o “antes”, ese antes indefinido, a lo mejor era porque les llevan la contraria públicamente y no les gusta. Gente como Mariló Montero o Miguel Bosé explican que ya no se puede hablar mientras lo hacen en hora de máxima audiencia (o prime time), porque lo que decían antes (ese antes mitológico) no se lo criticaban más que en la barra del bar y no lo escuchaban, o acudían a “cadenas amigas”. Ahora les llegan las críticas y a nadie le gusta que lo critiquen. La libertad de que les critiquen les parece censura: la libertad ajena “cancela” la suya.
Sucede que la libertad gusta mucho a esa gente solo cuando la ejercen ellos. Habrá incluso para quien no dejará de ser curioso que los adalides de la libertad cierren programas y despidan a presentadores en los Estados Unidos de don Donald porque no les gusta un chiste o les ha parecido hiriente una sátira. Cogen entonces el teléfono con toda libertad y amenazan con libérrimas represalias al dueño de la cadena si no se despide –no digamos cancela, eso tan woke– a tal o cual empleado: que no salga más en antena, déjenlo libre. Hasta es posible que alguien se sorprenda al conocer las prohibiciones de exhibir la bandera de un país invadido en el Madrid de doña Isabel, donde antes se exhibían sin problema banderas de otro país invadido. Hay países y países. Y libertad de invadir. Y de matar. Vista así la libertad es un fenómeno físicamente previsible: funciona solo en un sentido y tiene un punto de ebullición y una reactividad notorios.
Ya sabíamos cómo funciona esa libertad en el terreno de las necesidades básicas: eres libre de acceder a una educación mejor o a una sanidad de más calidad si puedes pagarla, si no es así, la de todos cada vez te va a servir de menos. Porque el Estado, esa propiedad pública, debe también privatizarse en nombre de la libertad de los mercados, la auténtica libertad, no vaya a ser que se condene a alguien a compartir recursos con todos y de todos para lograr una sociedad más justa. No. Aquí estamos hablando de libertad, no de justicia. Como eres libre, siempre puedes ir a los tribunales a por una ración de justicia. Por un módico precio y sin efectos rápidos ni garantizados.
En resumen: la principal propiedad de la libertad reside en su comportamiento ordenado en condiciones normales de temperatura y presión, esto es, en su condición de propiedad privada. Quien más tiene, más libertad puede adquirir. Esa es la libertad que promocionan; usted decide si quiere y puede comprarla, si tiene dinero suficiente o necesita pedir un préstamo a los accionistas de la libertad.
Puede que aún esté a tiempo; cuando esté privatizada del todo quizás ni siquiera eso.
(Publicado en La Nueva Crónica de León el 21 de septiembre de 2025)
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