
Los cuadros de pequeño formato no siempre son sinónimos de discursos insignificantes. Este es el caso del pintor leonés Manuel Sierra en la muestra que estos días cuelga en el espacio Puerto Chico de Valladolid. Cada una de sus pinceladas incorpora poesía y en ocasiones revive un drama humano.
Por I. M.
Es más de mediodía. El ambiente en Puerto Chico está animado. Grupos de clientes abrazan la barra del bar-galería; en las mesas, hay media entrada y de pie, un puñado de personas se mantienen en animada conversación. Al fondo, docena y media de cuadros de pequeño formato visten las tres paredes hermanadas entre sí. No tienen pérdida: llevan el sello de Manuel Sierra. Todas las obras colgadas en ordenada línea horizontal tienen incorporado un minúsculo círculo rojo: es la señal de que cuentan ya con dueño conocido. El artista ha hecho su trabajo envuelto en vistosos trazos y mensajes encriptados. Ahora le ha pasado sus inquietudes al espectador.
El sutil jaleo ambiental en el establecimiento adormece por completo el espacio hostelero. El observador que acaba de aparecer en escena se encuentra un tanto turbado con ese recibimiento. Pide algo y se acerca a las pinturas. Las mira fijamente, aunque no comprenda mucho en una primera hojeada. Repasa varias veces el contenido de las obras, saca el díptico-invitación del abrigo y lee el título “¿Hay alguien ahí?”. Se le amontonan las preguntas pero no le llegan las respuestas. Le gustaría encontrarse con un guía profesional, como disponen los grandes museos, para escuchar las claves de la intrahistoria y disponer de las certezas. Aterricemos.

Le da un último vistazo por si fuera capaz de compartir con el autor los recados que, seguro, esconden las tablas pese a su inocente apariencia. En esta nueva lectura contempla las mesas-camilla de pueblo, de toda la vida; la jarra con agua; los árboles y las montañas al fondo a través de la ventana; la cocina; la cama que buscar la luz; las casas cercanas de los vecinos, la cafetera y el café caliente en el vaso; instrumentos musicales…
“¿Hay alguien ahí?”. Con cierta cautela, el testigo curioso empieza a atisbar un hilo conductor en estas narraciones visuales. Estos lienzos, estas tablas no lucen pigmentos pintados al azar. Sierra no pierde el tiempo con borratajos… Todo apunta a un discurso vivo, colectivo. Retazos de memoria que buscan remover, de algún modo también, al público. En esas estaba este visitante extraviado cuando ve entrar en Puerto Chico a Manuel Sierra, el artista muñidor de la exposición.
No da un paso sin que todos los presentes quieran saludarle. Finalmente, lo tengo a mano y le suelto a bocajarro a dónde ha querido llegar con esa paleta cargada de guiños que no consigo descifrar. Enseguida enhebra la aguja: “He pintado un discurso familiar, entre otras cosas”, suelta el pintor. “Estos cuadros hablan de rincones exteriores e interiores de mi casa materna de Babia. En las afueras siempre hay una luz que corresponde a la cocina de horno o a la casa del sastre que estaba detrás de la nuestra”, dice también.

:: Respuestas en la noche
“La pregunta que responde al título de la exposición guarda relación con una peripecia familiar: ¿Hay alguien ahí? es la frase que oí muchas veces de niño dentro del relato que nos contaron sobre la guerra civil. A punto de entrar los nacionales en el pueblo, mi abuelo y otros parientes deciden marcharse a Asturias a echar una mano al bando republicano a través del sendero “El paso de los fugados” y de los puertos de Somiedo y Leitariegos, que están muy cerca, cuando todavía El Principado no había caído en manos de las tropas nacionales. ¿Hay alguien ahí? es la pregunta que hacían mi abuela y mi madre cuando salían sigilosamente en las noches de luna nueva por la huerta de atrás de la casa –una vivienda ocupada por los nacionales– por si alguien venía a comunicarles alguna novedad del frente que estaba solo a unos kilómetros: ¿traéis alguna noticia?, ¿estáis bien?, ¿hay alguien ahí?”
El pintor recoge el recuerdo de una madre y su hija –su abuela y su madre, en concreto– que “salían a buscar respuestas en la noche, temerosas e indefensas, desde su casa de labranza a cualquiera que pudiera darles alguna noticia sobre el paradero de ellos, jugándose la vida, en una época en la que no había teléfono, ni correo, ni nada de nada…”.

Al preparar la exposición, señala el artista de Babia, de repente, “me di cuenta de que al pintar esos rincones acudía a mí la evocación de aquella inquietante frase que oí desde niño y que la utilizo ahora por traslación a aquel momento”. En los cuadros de la muestra aparece también, en respuesta a la frase ¿hay alguien ahí?, “una piedra enorme curvada, como un tótem, un protector, donde yo vi tumbarse al sol en ella a muchos de los miembros de mi familia”, evoca. “En esa piedra hay algo que a mi familia nos atrajo y, al mismo tiempo, nos inquietó mucho a todos”. “La sensación tan placentera de cuando te tumbas boca arriba en el prado donde no hay nadie, que estás solo y, de repente, te ves en medio del universo y te planteas si habrá alguien más, y contemplas la infinitud, la carencia de límites… Has saltado del microcosmos al macrocosmos, el universo en su totalidad”.
¿Hay alguien ahí? lleva también al autor de la exposición a sumergirse en la noche, a esos instantes donde convives con el insomnio, a las personas que en medio del silencio están despiertas y se dedican a la creación. Son los momentos en los que te interrogas ¿dónde estás?, ¿hay alguien más? o incluso en medio de la soledad, compartiendo la atmósfera que describes en un cuadro, te cuestionas: ¿quién lo habita?, ¿qué respira?
En el fondo, piensa Manuel Sierra, en el acto de pintar te encuentras como si estuvieras frente a un espejo al que, incluso al ver tu propia imagen, indagas en quién es ese que está ahí…, es decir, vas más allá de lo evidente. “Ahí está el origen de las emociones”, asegura, “algo, por otra parte, común a todos que surge, sin embargo, de una experiencia personal que alimenta la idea de la gran comunidad universal”. Para justificar esta afirmación, Sierra aspira a que “un relato sencillo de las cosas pueda emocionar tanto a una persona de Extremo Oriente como de Japón, el Congo o Centro Europa”, anhela.
Estas cavilaciones, reitera el creador leonés, pertenecen tanto al oficio de pintar, como al músico, al profesional de la danza o del teatro, y, en general, a las personas que se dedican a la producción artística porque se trata de una demanda universal que, en el fondo, es “una llamada de auxilio para explicar que somos lo mismo…”.
La muestra de Manuel Sierra en el espacio vallisoletano de Puerto Chico lleva por subtítulo “Algunas noches estrelladas de Babia”. Alude, sobre todo, a la época de buen tiempo que permite a los habitantes de los pueblos tumbarse en la hierba y mirar la bóveda celeste. Este milagro rural faculta a las gentes del campo a alejarse de la contaminación lumínica y gozar de la aparición de las estrellas, una de las mayores expresiones de belleza que nos ofrece la naturaleza.
*La exposición “¿Hay alguien ahí?” de Manuel Sierra podrá visitarse en Puerto Chico (C/Nicasio Pérez,1, Valladolid), hasta el 7 de diciembre de 2025. Horarios: miércoles-sábado: 12:30-17 y 20-24 h.; domingo: 12:30-17 h. / Lunes y martes, cerrado.
