Prosapiens (1)

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El poeta, ensayista y crítico literario uruguayo afincado en México envía para TAM TAM PRESS tres textos inéditos que forman parte de un libro en curso –»un libro que escribo cuando me entra una especie de velocidad de ira»–, titulado ‘Prosapiens’. Aquí, la primera entrega:

Por EDUARDO MILÁN

Aunque la expulsión del aparato productivo parece dar la imagen de la necesidad de concentración todo parece indicar lo contrario. El capital se desconcentra. La gente se concentra, se vuelve a concentrar. Una falla perceptiva hizo creer –necesidad de sentarse bajo la sombra de un álamo, hojas que alcanzan un plateado a cierta luz, verlas– que la desconcentración sería posible por mucho tiempo. Cara a eso, una poesía de la concentración, una poesía que esperaba oculta bajo una piedra, parece recibir el fruto de su temporalidad acumulada: el oficio del consuelo retribuye la aparente pérdida de un haber sido interesante. El consuelo: la poesía concentrada. Si esa concentración se da dentro de un ánfora que flota sobre un Mediterráneo asoleado, destellado, dentado en su cresta, mejor. El mar al sol tranquiliza, la playa al sol serena. La presencia siempre latente de la memoria antigua de los griegos sostiene el equilibrio difícil del presente en las calles de Atenas, menos griegas que un poema griego que serena. Arde, se vio arder Atenas en edificios vacíos y en automóviles. Si el sedimento bien asentado del mundo griego no tuviera ninguna relación con la movilidad del presente griego no hablaría. Lo clásico arde. Eso me hace hablar. En los triunfos críticos de la modernidad desolada –crítica sobre la modernidad y sus movilizaciones, crítica sobre el delirio moderno en nombre de la serenidad de un capital bien puesto en un mundo que no se movía más: vean el carro de asalto quemándose sobre la arena del desierto en la Guerra del Golfo del 91, único carro, único humo, única arena– lo clásico no ardía. Para intranquilidad de ciertos poetas canarios digamos que el capital quemó lo clásico. Ahora huele a intemporalidad quemada. Mientras los jóvenes salen a hacerse apalear por la policía en Madrid y en Nueva York –aunque aquí todavía hoy con un cierto pudor demócrata en el golpe– y en Atenas, una buena parte de la poesía que circula cree en la reconciliación mundial por el verso, más allá del capital, más allá del sin futuro, más allá del saqueo diario de lo que es tuyo. Claro, mientras en el poema siga habiendo verso. No vi nunca un mayor deseo de quietud que en los manifiestos por la fraternidad poética que circularon hace poco hasta cuajar en las antologías. La antología parece una baba de leche en lugar de una constelación, una guía que alternan caracoles y babosas en dejar brillar ante las miradas levantadas para ver arriba el exceso centelleante:

tanto poeta desciende del cielo por las vías del ojo al alma. La Gran Cuajada, estado de alarma.

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1 Comment

  1. insisten en el apaciguamiento, pero le llaman paz y consuelo, insisten en el buenrrollismo, buena manera de mantener la escalera de sube y no baja, de baja y cae y no toques más la escalera que tiene amo… en poesía, algunos de los que se autoproclaman alternativos o antisistema lo son en los límites cuadrados de una página, en la apariencia fugaz y violenta de una escritura desprovista de aura… siguen siendo repudiadas las creaciones, porque no hay sensibilidad ni verdadero interés en cambiar de carcelero, tan solo en que nos limpien el chabolo y nos saquen al recreo 1 hora al día… en poesía sigue habiendo guerra de guerrillas y bombas atómicas encapsuladas en minúsculos (nanotecnología simbólica) gestos o no tan minúsculos, en premios, en primicias, en proyectos, proyecciones, visibilidad, previsibilidad… la trastienda está llena de pólvora, pero hay goteras y gran parte se ha mojado… insisten en que aquí no pasa nada, puede que tengan razón La Razón y otros voceros insisten: ¿Para qué una Huelga? En algo no se equivocan, la batalla no avanzará porque el primer fortín a recuperar es la conciencia, la auto-ética que no dispara sin la voz de un general está condenada de antemano a la derrota… La Huelga, a más, la colectiva, la de poetas, albañiles, funcionarios, emigrantes, trapecistas, contables y jubilados, debiera ser como una escritura innegociable y constante, día a día, y sin otro objeto que desarticular el falaz escenario… todos a escena, dice el director y poetas de verde, naranja, azul, rosa y negro salen a interpretar un papel… igual en la calle cuando los sindicatos oficiales y autorizados por el productor de la obra les dice, «adelante. cinco minutos y vuelta a bastidores»… el camino no tiene sino bifurcaciones y más bifurcaciones… la poesía no es de otro tiempo que de este, tan sombrío, un botín de guerra… si la poesía ha muerto… si, la poesía ha muerto, Viva la Poesía…

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