Por JOSÉ RAMÓN VEGA
Son gentes de pueblo, de aldea, labradores, ganaderos, aparceros. Gentes de la tierra, con sus siembras, sus cosechas, sus inclemencias, sus fiestas, sus muertos y sus obligaciones. Todos o casi todos pasaron por la cámara de Virxilio Viéitez, un fotógrafo que no aparece en la historia de la fotografía hasta hace relativamente pocos años gracias a su hija, Keta y a otros aficionados que desempolvaron sus negativos y dieron a conocer una obra emotiva como pocas.
Soutelo de Montes (Pontevedra) vio nacer y morir a Virxilio Vieitez, un fotógrafo especial. Aficionado desde joven al retrato, se instruyó como fotógrafo lejos de su tierra, en Palamós, al lado de Julio Pallí, quien le enseñó los secretos de la fotografía hasta que, tras unos fructíferos años de aprendizaje, la enfermedad de su madre le hizo regresar a una tierra de la que ya no se movería hasta el final de sus días.
No sé si fue gracias a las virtudes del maestro o las mimbres del aprendiz, lo cierto es que estamos ante una rara avis. Un fotógrafo que vivió anclado a un medio rural y recóndito como la Galicia interior y que fue capaz de producir unas imágenes tan en línea con el estilo del neorrealismo italiano que en aquellos años 50 y 60 recorría Europa o del trabajo de los grandes fotógrafos documentalistas americanos.
En ese medio desarrolló Virxilio prácticamente la totalidad de su obra, que no es pequeña. A lomos de su Lambretta y con su Rollei, no hubo momento, acontecimiento ni ceremonia en la zona de la Terra de Montes que se le escapara. No lo hacía por afición, él era un profesional de cabo a rabo, es decir, todas las obras son encargos, pocas fotos hizo que no cobrase por ellas. Virxilio vivía de la fotografía pero tenía una mano y un gusto exquisitos, un talento especial para conferir solemnidad a cada uno de los retratos que realizaba.
Virxilio trabajaba a demanda y por eso prácticamente no encontramos anteriormente positivados de sus fotos, ya que aquellos estaban en poder de quien los encargó. Cabe imaginar que sus fotos en papel se encontrarían en la cartera de un parroquiano, o de un emigrante, en un marco de alpaca encima de una mesa camilla o en una caja de farias atadas con una goma elástica, como siempre se guardaron en casa de mis padres.
Sus imágenes, aún partiendo de hechos cotidianos, nos llevan a una atmósfera extraordinaria. Son tomas de bodas, comuniones, fotos para el carnet de identidad que en aquellos años se implantó como obligatorio, entierros, velorios, retratos de muertos, que muchas veces servían para resolver cuestiones de herencias o simples fotos junto a las pertenencias más queridas como un coche, una moto o un aparato de radio que las gentes enviaban por carta a sus seres queridos, allá en el extranjero. Estas imágenes son las que más me emocionan. Una foto, una humilde fotografía encerrada en un sobre de correos junto a unas letras, un momento congelado, un resumen, un instante. Eso es la fotografía, de eso hablamos.
Fotos de José Ramón Vega en:
http://maqroll.shutterchance.com/photoblog/
Muy buena tu reseña de Viéitez, Vega. Un tipo especial este Virxilio.
Este verano tuvimos la oportunidad de manejar el catálogo.
Un amigo que conocía a su hijo, nos contaba una anécdota.
El hijo le había comentado, al hilo de su éxito y valoración al final de su vida:
varias exposiciones en las que él se sentía extraño, raro al principio.
el hijo le contaba a nuestro amigo, al preguntarle éste por su padre:
» Ya no quiere caldo, ahora sólo pide canapés»
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Ah, que soy victor m. díez. Y hablando de su fotografía
impresionante la capacidad de naturalizar una escena.
lo escenográfico que tan frecuentemente artificializa
lo visible, en este caso conmueve. La imaginación
para disponer lo disponible: recuerdo el niño con el avión
o la mujer (o eran dos) entre el parentesis de dos maceteros.
La impresión sobrecogedora de la pobreza vistiéndose de fiesta.
La mujer junto a un coche americano, sobre una lápida o junto
a una muralla. Qué belleza, me recuerda a los mexicanos manuel
álvarez bravo, juan rulfo…
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Si Víctor, parece mentira como un trabajo tan apegado al terruño puede transportarte a lugares y referencias tan distantes. Convierte los hechos normales, lo cotidiano, en escenas extraordinarias cargadas de magia y simbolismo. Un abrazo y como decía mi suegra: muchos «canapiés» para Virxilio.
Por cierto, la edición en Photobolsillo de Viéitiez es acojonante. Por poco más de 10€ no se me ocurre mejor inversión.
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Esa, esa es la que manejamos este verano. Impresionante.
También la aconsejo como regalo fin del mundo.
te llevas un resumen nuestro ídem, cuando aun era humano.
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