Marta Medina: “El cine un día te adora y al siguiente te destroza, pero es mágico y maravilloso”

Marta Medina del Valle. © Fotografía: Isaac Macho.
Marta Medina del Valle. © Fotografía: Isaac Macho.

Nació para imaginar otros mundos, y no descansa hasta que no consigue salvar a los protagonistas de sus demonios particulares. Marta Medina del Valle estudió Periodismo, pero pronto cambió las historias de la actualidad por el cristal de los símbolos llevados a la gran pantalla. A sus 28 años, esta cineasta acaba de recibir el anillo de matrimonio con el cine por parte de la SEMINCI.

Por ISAAC MACHO

—Acabas de presentar en la SEMINCI tu primer corto tras terminar Dirección de cine en la ECAM. ¿Qué es Despertar?

—Despertar nos habla del determinismo, de que muchas veces luchamos por un imposible, que es mejor aceptar el destino y dejarse llevar. Cuenta la historia de una chica que tiene una enfermedad genética irreversible que le impide dormir y que, finalmente, la acabará matando. Ella busca el sueño una y otra vez, a pesar de que en el día a día la dolencia no se lo permite. En su interior, sabe que va a morir.

—¿Un sueño mortal también para ti?

—Bueno, es el proyecto de fin de curso de la ECAM, un trabajo conjunto entre los compañeros de la escuela que formamos el equipo, una especie de prueba final. Pero también ha supuesto una búsqueda con la intención de encontrar un estilo, una voz, a la hora de enfocar una historia. Ha sido la primera vez que me he enfrentado a un proyecto con un presupuesto considerable, una preproducción larga, de casi medio año, y un trabajo con un equipo grande en un rodaje de cuatro días. He podido comprobar cómo funcionan los tempos en un rodaje, aprender de los errores y valorar los aciertos. Ha sido una experiencia constructiva, edificante y muy grata.

—En el festival habéis compartido exhibición y sala los alumnos de la ESCAC, de Barcelona, con tus compañeros de la ECAM, de Madrid. ¿Compartís conocimientos como una gran familia o cada uno duerme a un lado de la cama?

—Siempre ha habido una pequeña rivalidad entre ambas escuelas. La ESCAC y la ECAM son los dos centros de enseñanza de cine más prestigiosos de este país, con lo cual creo que es inevitable que haya cierta competencia. Es casi una rivalidad consustancial, aunque tampoco estamos demasiado pendientes de lo que se hace en un lado o en otro. Esta es la primera vez que nos han juntado en la Seminci, una iniciativa que me parece muy acertada, y, la verdad, es que hemos congeniado bastante bien. Al fin y al cabo, somos gente con una gran pasión común, que es el cine, y en el cine se consigue mucho más a través de la unión de cabezas pensantes.

—¿Propones algo?

—Creo que debería haber más encuentros de este tipo, ya no sólo entre estas dos escuelas, sino entre todas. Una escuela de cine es un lugar efervescente, un hervidero de jóvenes de más o menos la misma edad con ganas de hacer, de ver, de saber… Las ideas salen y se desarrollan al hablar de ellas, los equipos se forman al conocer gente con la que te sientes a gusto. Creo que de este tipo de encuentros salen siempre muchas cosas provechosas, y hay que fomentarlos.

—¿Valladolid es una ciudad del y para el cine?

—Es muy reconfortante ver la entrega de Valladolid al cine durante la Seminci; la gente llena las salas ya sean las nueve de la mañana o las 11 de la noche, en todo tipo de películas, incluso en las proyecciones de los cortometrajes. También es muy reconocida la labor de la Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid, que siempre trae a grandes profesionales y atrae a verdaderos cinéfilos. Y por eso, porque es evidente la respuesta positiva del público ante este tipo de propuestas de calidad, creo que habría que fomentar la cultura cinematográfica durante el resto del año. Es una lástima que ya no haya una filmoteca donde ver los clásicos o las cintas fuera del circuito comercial. O que todavía sea complicado ver películas en versión original -aunque sé que algunas salas tienen pases en versión original, pero muy pocos-, o que haya obras españolas independientes que no encuentren distribución en una ciudad como Valladolid hasta que no están nominadas a algún premio importante… Después de ver este panorama, de pronto te encuentras con los cines Casablanca, donde encuentras las películas en versión original, títulos de cine de autor, retrospectivas de Ozu… La verdad es que hay que ponerles un monumento a esos cines, ya que, gracias a ellos, Valladolid es un poco más una ciudad de cine.

—¿Hay fiebre de titulitis en el panorama cinematográfico español?

—Al contrario. Yo creo que el título es lo de menos. A poca gente que conozco le importa eso. Primero, porque las nuevas escuelas de cine son relativamente jóvenes, con lo cual, aparte de quienes estudiaron en la Escuela Oficial de Cine desde el 47 hasta el 75, del siglo pasado, ha habido un largo periodo donde no había una escuela de cine de referencia. Lo interesante de las escuelas es más la experiencia, el familiarizarte con la técnica, el acceso a profesionales de prestigio en activo —me han dado clase Urbizu, Rebollo, Cobeaga—, y el encontrarte con compañeros con tus mismas inquietudes, con quien empujarse y apoyarse los unos a los otros, hacer equipo y desarrollar ideas. Y eso, la escuela, lo facilita. Te pone en el mismo sitio, en el mismo lugar, a debatir temas comunes durante mucho tiempo, algo que sería más difícil en otro entorno.

—¿Qué rasgos piensas que debería reunir un festival para que le interesase a los jóvenes directores?

—Creo que la organización de clases, charlas y coloquios impartidos por directores de referencia es un gran método. También interesa mucho que exista un mercado, un punto de encuentro entre directores o guionistas con ideas que buscan productores a la búsqueda de buenas iniciativas para poner en marcha. Además de un programa de proyecciones que cuente también con jóvenes talentos, una especie de ventana donde ver cómo gente con unas características, a priori, parecidas a ti saca adelante sus proyectos.

—¿Quiénes son tus directores de referencia?

—Ésta es una pregunta que, según el momento, da lugar a unos nombres u otros totalmente diferentes. Ahora mismo me interesan Claire Denis —Les Salauds, L’intrus, J’ai pas sommeil—; Lucrecia Martel —La ciénaga, en especial—; Michael Haneke, ya casi un clásico; Fernando Fernán Gómez —El extraño viaje, La vida por delante, La venganza de Don Mendo…—. Me gusta mucho más el cine europeo que el cine americano o asiático, aunque también me interesan Park Chan-Wook, Na Hong-Jin, o clásicos como Mizoguchi.

—Fernando Fernán Gómez decía que, como actor, lo que más le gustaba era interpretar a hombres vulgares. En tu caso, ¿cuáles son los temas sobre los que te interesa reflexionar?

—Todavía es muy pronto para marcar una temática, pero sí que puedo hablar de temas recurrentes en mis reflexiones y mis conversaciones, en lo que me atrae más en una lectura o una película. La verdad es que lo que capta mi atención no son precisamente los aspectos positivos de la vida. Siempre me he interesado la parte un poco más oscura, más desagradable de la vida. ¿El por qué? Ni idea… La muerte, la enfermedad, la insatisfacción, las frustraciones, la sordidez de la existencia están muy presentes en los libros o las películas que leo y veo. Pero, por supuesto, eso no es incompatible con el buen humor y la diversión…

—El director de La Tirisia, el mejicano Jorge Pérez Solano lamentaba que en su país mucha gente está “abandonada por Dios, los políticos y los militares”. Y los realizadores jóvenes como tú, ¿a quiénes echáis en falta?

—Viendo el panorama que tiene México, en España somos unos privilegiados. Pero mirando hacia un espejo en el que me gustaría verme reflejada, como puede ser Francia, por ejemplo, creo que en España hace falta una mayor integración del cine en los estudios; crear desde pequeños un gusto y un aprecio por el cine, además de que es una vía de transmisión de información de fácil asimilación, muy útil como complemento de otras asignaturas… Creo que falta un tejido industrial con mejores condiciones laborales donde no pueda venirte alguien a pedir que trabajes gratis, algo muy habitual, en el que se impulsen fórmulas de inversión de carácter público y privado, incentivos fiscales, y contar con una mejor red de distribución y exhibición. Y dejar de venir con la copla de el cine español es una mierda, porque no lo es. Y no lo es porque el prestigio que tienen las películas españolas en el extranjero, a pesar del poco presupuesto con el que suelen contar, demuestra que se hacen películas de gran calidad. Y como en cualquier gremio de cualquier lugar también se harán productos malos, pero yo creo que, en general, en España no es así.

Marta Medina, visionando una grabación. © Fotografía: Mario Sanz Fernández.
Marta Medina, visionando una grabación. © Fotografía: Mario Sanz Fernández.

—Castilla y León, ¿es tu tierra o tu destierro?

—Mi infancia y mi adolescencia las he pasado en Castilla, y muy felizmente. Algunos aspectos de mi personalidad son prototípicamente castellanos. Toda mi familia es castellana. Y le tengo un gran cariño a esta tierra.

—La Junta dice esforzarse en mostrar a la región como un gran plató de cine, publicidad y fotografía. ¿Cuáles serían los siguientes pasos a dar?

—Me gustaría conocer esos esfuerzos… Me parece que Castilla y León tiene unos paisajes apabullantes, muy cinematográficos. A mí me encantaría rodar en el Campo de Gómara, Soria, por ejemplo. Pero desconozco el tipo de iniciativas de la Junta para atraer o facilitar los rodajes. Desde luego, no son como los del País Vasco donde los responsables oficiales pelean, realmente, por atraer rodajes y reciben un gran apoyo institucional –el Instituto Vasco o la Filmoteca Vasca, por citar algunos- y una distribución magnífica.

—¿Cómo conseguirías rematar una película que “nadie más pudiera hacer”, siguiendo los consejos del director coreano Bong Joon Ho?

—Yo creo que mientras seas sincero y no intentes hacer un pastiche harás algo que sólo tú podrías haber hecho.

—Algunos expertos definían al español como un idioma sin enemigos y con futuro. ¿Dónde están puestas tus esperanzas?

—Ahora mismo me gustaría trabajar en mi país, si tengo la oportunidad. Sí que había pensado marcharme fuera, algo que no descarto, pero me gustaría intentarlo antes aquí. Y ya que mencionas el futuro de la lengua española, creo que no se están explotando convenientemente las relaciones entre España y Latinoamérica en el ámbito cinematográfico. Muchas de sus películas no llegan a nuestro cine, y a la inversa. Se podría fomentar mucho más las co producciones y la distribución a ambos lados del Atlántico, una asignatura que todavía tenemos pendiente.

—Los profesionales del arte, con frecuencia, se quejan de que los gobiernos no ven a la cultura como una inversión, sino un pasatiempo. ¿Qué les dirías?

—Que estoy totalmente de acuerdo. Creo que debería estar mucho más implantado en los programas educativos de los colegios.

—Una película sin ideología ni sexo, ¿podrá llegar a ser una obra que interesa al gran público?

—Creo que en cualquier película, en cualquier obra, subyace una ideología en tanto en cuanto está dirigida por una persona que tiene un punto de vista y escrita por un guionista que tiene una visión sobre un tema, aunque no pretendan adoctrinar. Creo que es imposible que una película no deje entrever unas ideas, el pensamiento de sus creadores sobre aspectos de la vida, sin ser panfletarios. Y, respecto al sexo, hay muchas películas maravillosas totalmente asexuadas, o que el tema está tocado muy de soslayo o de una forma muy poco carnal.

—¿El cine español actual es osado o conservador?

—Hay de todo. Tienes experimentos admirables como Los ilusos de Jonás Trueba, que personalmente me entusiasma; películas contemplativas como Costa da Morte de Lois Patiño o a Albert Serra con, por ejemplo, Historia de la meva mort, que, aunque te gusten más o menos, es innegable que son arriesgadas. Últimamente el cine español ha encontrado visibilidad en festivales como el de Locarno, por ejemplo. Pero también te encuentras con películas rancias, de otro tiempo, que van con retraso o que se han quedado anquilosadas dos o tres décadas atrás. Hay de todo.

—¿La periferia sigue siendo un desierto para los emprendedores cinematográficos?

—Hay mucho cine de los márgenes. Mucha gente que se une y hace películas por el placer de hacerlas, sin cobrar, entre amigos. Mucha, ¿eh? Y luego están las súper producciones de directores consagrados, que tan poco son tan súper de presupuesto. Lo que falta es ese punto intermedio que existe entre trabajar gratis o gastarte tus pequeños ahorros para sacar adelante una producción y una película de Álex de la Iglesia, Almodóvar o Amenábar. No hay un tejido intermedio. Es una queja que muchos productores y directores nos han transmitido en estos años de escuela.

—¿Qué te da el cine que no te aportara el periodismo?

—El cine me encanta, el periodismo no. Son dos ámbitos muy diferentes. Eso sí, intento estar al tanto de la actualidad y me mantengo lo más informada posible.

—¿Estás por llevar el cine a la escuela?

—Por supuesto.

—Tienes tu graduación debajo del brazo. Y ¿ahora qué?

—Ahora el abismo… A escribir, a no perder la ilusión y a grabar, grabar y grabar, coger todo lo que me ofrezcan y seguir aprendiendo.

—Tu nueva profesión es un oficio de riesgo… ¿Cómo te enfrentas a ese vértigo?

—Primero, a ver si puedo hacerla profesión. Pero sea lo que sea, de riesgo es… Yo creo que la gente que queremos dedicarnos al cine somos un poco masocas: mal pagados, siempre en la incertidumbre de no saber cuándo volverás a rodar, cuándo tendrás una paga; con horarios locos, hoy de mañana, mañana de noche…; muchas, muchas horas seguidas, tensión extraordinaria, meses sin encontrar trabajo… Y siempre desnudándote un poco frente al público, que un día te adora y al día siguiente te destroza, y luego te olvida, y luego te vuelve a adorar. Y todo esto, a la vez es mágico y maravilloso. El contar tu historia, la que tú quieres contar, cuando se puede, y mientras, conocer sitios nuevos, gente distinta, y ver cómo se suceden las imágenes, y la emoción de cuando algo te sale bien, o cuando encuentras un gesto que no habías visto o tiene lugar un maravilloso accidente en el que, de repente, pasa un pájaro por el fondo, o la luz está de tal manera, o el pelo de la actriz se mueve de tal forma… ¡De locos!

—¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar en esas condiciones?

—Parafraseando al gran Buzz Lightyear, hasta el infinito y más allá

Cartel de Guillermo Escribano.
Cartel de Guillermo Escribano.

1 Comments

  1. UN GRAN ABRAZO DESDE AUSTRALIA DE TU TIA MONTSE Y MUCHISIMAS FELICITACIONES. TRIUNFAR ES ALGO BELLO CUANDO UNO SE LO MERECE…ADELANTE!!! ACA ME TINES SI MI VIDA TE VIENE BIEN PARA PAPEL CINEMATOGRAFICO!… ALGO QUE QUEDO FUSTRADO EN MI VIDA… YA QUE SE HUBIESE TRIUNFADO EN ELLO… ENHORABUENA … YO TAMBIEN ESTUDIE ACA CINEMATORGRAFIA EN LA UNIVERSIDAD MAS LO ENCONTRE UN TANTO DURO…Y CAMBIE LA DIRECCION DE MIS ESTUDIOS… MAS ME SIRBE DE GRAN SATISFACION TU LO HAYAS CONSEGUIDO!! BESOS!! QUE DIOS TE GUIE!!

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