La llama del Estado Islámico se apaga en Siria

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Mujeres con sus hijos llegan al campo de desplazados huyendo de los combates en Baghuz, último bastión del Estado Islámico en Siria. | JM LÓPEZ

Así está Siria en estos momentos. Cuando el Estado Islámico parece estar cerca de su fin, el fotorreportero leonés JM López explica con sus imágenes y sus palabras la situación de un país que conoce a la perfección, y muestra cómo sigue sufriendo el pueblo sirio en estos días de guerra fratricida.

Por JM LÓPEZ
As Susah (Siria)

Desde lo alto de una colina, situada entre el río Éufrates y la frontera con Irak, se divisa la llanura que conduce hasta Baghuz, el último bastión del Estado Islámico en Siria. Hasta esta remota área del país llegan exhaustos, heridos y hambrientos los civiles que consiguen abandonar la ciudad en medio de los combates.

En el horizonte aparecen más siluetas, en su mayoría mujeres y niños, llevando consigo todo lo que han podido salvar. Atrás dejan los recuerdos de la vida en el califato islámico que ahora se desmorona bajo sus pies. Hasta aquí ha llegado Mahmoud, de 15 años, con su familia. “Mi hijo fue herido en la pierna derecha por un proyectil de mortero hace dos semanas pero hasta ahora no hemos podido escapar, dentro de la ciudad ya no hay medicinas y la herida se le ha infectado”, se lamenta la madre, que perdió a su marido en el mismo ataque.

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Mahmoud, de 15 años, descansa en lo alto de una colina donde ha llegado huyendo con su familia de los combates en Baghuz, último bastión del Estado Islámico en Siria. | JM LÓPEZ

Desde que comenzó la ofensiva contra el Estado Islámico en Siria miles de civiles han huido de la zona, un éxodo masivo que todavía continúa a través de este corredor abierto por las Fuerzas Democráticas Sirias, una alianza militar de milicias kurdas, árabes y cristianas, entre otros, que con ayuda de una coalición internacional liderada por Estados Unidos, pretende acabar con el último foco de resistencia yihadista.

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Mujeres con sus hijos llegan al campo de desplazados huyendo de los combates en Baghuz, último bastión del Estado Islámico en Siria. | JM LÓPEZ

Cada mañana un equipo de las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses llegan en un convoy de vehículos blindados a este improvisado campo para desplazados y procede a la identificación de los recién llegados. Buscan miembros del Estado Islámico que hayan intentado huir camuflados entre la población civil. Después de ser registrados con un detector de metales, les toman las huellas dactilares, les fotografían y pasan una entrevista.

La mayoría de los que llegaron a este lugar en el desierto de Siria en los últimos días son las familias de los militantes, sus múltiples esposas y numerosos hijos, mezclados con algunos habitantes originarios de la zona. Estas proceden de lugares como Alepo y Mosul, pero también hay otras muchas nacionalidades entre las que se encuentran británicos, alemanes, franceses o rusos.

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Civiles descansan en lo alto de una colina donde han llegado huyendo de los combates en Baghuz, último bastión del Estado Islámico en Siria. | JM LÓPEZ

Cuando Lina contrajo matrimonio a los 14 años con un miembro del Estado Islámico en Raqa no podía imaginar que tres años después estaría viviendo en una tienda de campaña con sus dos hijos. “Fue una decisión de mis padres porque nuestra situación económica era muy mala en aquellos momentos”, explica la muchacha mientras sostiene en brazos a su bebé; y continúa: “Al principio mi vida fue bien pero luego el se casó dos veces más y comenzaron los problemas”.

De acuerdo con los testimonios de los huidos se cree que varios cientos de combatientes, en su mayoría extranjeros, están resistiendo dentro de esta localidad. Utilizan a los civiles como escudos humanos, incluso a sus propias familias. “Yo después de discutir mucho con mi marido conseguí que me dejara marchar con los niños. Ahora él continúa allí y sólo le espera la cárcel o la muerte. Mis hijos serán huérfanos del ISIS”, concluye Lina.

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Lina, de 17 años, sostiene uno de sus hijos en brazos en el campo de desplazados donde han llegado huyendo de los combates en Baghuz, último bastión del Estado Islámico en Siria. | JM LÓPEZ

Mientras tanto, la aviación continúa bombardeando Baghuz, un villorio que pronto será reducido a escombros. Encerrados en 2 km cuadrados, los yihadistas han cavado túneles para defenderse y no renuncian a una solución negociada. Esta consistiría en la liberación de prisioneros, entre los cuales podría estar el periodista británico John Cantlie, secuestrado en Siria en 2012, a cambio de proporcionarles un paso seguro hacia la provincia de Idlib. Una solicitud que hasta ahora ha sido rechazada.

En juego está también encontrar vivo o muerto a Abu Bakr al-Baghdadi, autoproclamado califa en la mezquita al-Nuri de Mosul a mediados de 2014 y líder del Estado Islámico, que supuestamente habría sufrido un intento de asesinato por combatientes extranjeros de su propia formación hace unos meses. Se cree que permaneció en Baghuz por un tiempo, pero ahora podría estar en Irak, a donde cruzó por la porosa frontera que conduce hacia la provincia de Al Anbar.

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Mujeres con sus hijos esperan dentro de un camión a ser trasladados al campo de desplazados de Al Hol, en Hasaka. | JM LÓPEZ

Lejos todavía de acabar con el Daesh en Irak, lo que han hecho sus militantes es cambiar de estrategia volviendo a sus orígenes como grupo insurgente. La organización, que llegó a controlar un tercio del país y amplias zonas de Siria, ahora estaría reducida a células yihadistas con capacidad de cometer atentados y crear el caos entre la población.

Vestidas de negro de los pies a la cabeza y con velos cubriendo la cara para proteger su identidad, las mujeres continúan llegando al campo. Pocas son las que reconocen ser esposas de un yihadista. Roqiya es de Gaziantep, ella y su marido son turcos. “Cuando mi esposo se unió al ISIS yo decidí venir con él, hace 4 años, luego murió en un ataque aéreo y yo ahora estoy sola con mis 3 hijos”, relata desde el interior de su tienda. La situación para las familias de combatientes extranjeros es todavía peor, ya que las instituciones no las reconocen. “No hay futuro para mi, solo Dios sabe hasta cuando tendré que vivir así”, se lamenta amargamente.

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Mujeres con sus hijos hacen cola para ser registrados a su llegada al campo de desplazados situado en una colina a las afueras de Baghuz. | JM LÓPEZ

A la espera de ser trasladados en camiones a un campo para desplazados mayor, en Al Hol, las condiciones aquí son muy duras. La poca comida que hay es la que reparten las fuerzas de seguridad americanas y no hay tiendas de campaña para todos. Decenas de hoyos excavados en la tierra rompen la monotonía de este paisaje lunar, sirven de refugio contra el viento para los que tienen que dormir al raso soportando temperaturas cercanas a los cero grados por la noche.

El fin del Estado Islámico está cada vez más cerca en Siria, en el último mes han visto reducido su territorio de tres aldeas a una. Y a medida que el cerco se estrecha incluso aquellos que se unieron al califato en sus primeros días están tratando de salvarse.

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