Hace solo unos días se presentaba en la sede del Instituto Leonés de Cultura el libro «Pulchra» (Eolas & Menos Lobos, 2021), un homenaje lleno de amor a la catedral de León del fotógrafo leonés Manuel Martín, fallecido el pasado mes de mayo, cuyas imagenes se acompañan de textos del profesor César García Álvarez.
En sus 240 páginas, el libro reúne «las mejores fotos de Manuel Martín, las más representativas de la arquitectura de la Catedral, las de una belleza especial y las que permiten una contemplación íntegra del monumento», según García Álvarez. Son, en total, 122 fotografías, realizadas por Martín entre los años 50 del siglo XX y el año 2020 (desde las primeras que hizo, siendo adolescente, hasta la ultima que realizó, ya muy enfermo, en octubre de 2020, siete meses antes de fallecer). Los textos, por su parte, profundizan en el sentido de las fotografías y expresan la condición de la seo leonesa de «síntesis del pensamiento y la vida del tiempo de su creación».
Reproducimos el prólogo del libro:
PRÓLOGO
Por CÉSAR GARCÍA ÁLVAREZ
Este libro es un acto de amor y gratitud. De amor hacia la catedral, compartido por Manuel Martín, quien mejor ha sabido traducir a imágenes fotográficas su pulchra belleza, eternizar el combate amoroso de la piedra y la luz, desvelar las armonías musicales latentes bajo su forma visual, y revelar el éxtasis estético que cualquier visitante sensible de la catedral de León siente en su cuerpo, alma, intelecto y espíritu. Su escritura también ha supuesto, para mí, un similar acto de amor y gratitud hacia su obra y persona, que admiro desde que, siendo niño, asistía a sus reveladores montajes fotográfico-musicales sobre la propia catedral y sobre tantas otras realidades que ha logrado sublimar con su cámara.
Cuando visité por primera vez la casa de Manuel Martín, en septiembre de 2019, y comenzamos a esbozar la idea general de este libro, acompañados de su mujer, Carmen Fernández y de los entusiastas editores e impulsores del mismo, Héctor Escobar y Miguel Riera, poco podíamos prever que un diminuto veneno dilataría tanto tiempo su escritura y materialización, que fue perfilándose en las gozosas mañanas que he podido compartir con aquel cuya obra admiraba desde niño, pero cuya generosa amistad sólo he disfrutado desde hace demasiado poco tiempo. A ambos nos mueve, como indicaba, la misma pasión vital por nuestra prodigiosa catedral, el mismo deseo de contemplarla, sentirla, comprenderla y explicarla por los contrarios pero complementarios medios de la palabra y la imagen.
El recorrido de este libro, que no aspira a ser una enciclopedia, ni un manual, que no es un libro de arte, ni de arquitectura, ni de historia, ni de música, ni de filosofía, aunque todo ello esté constantemente presente en sus imágenes y palabras, está concebido como el itinerario que un cuerpo ingrávido, como el de un ángel, símbolo del propio ojo de la cámara, trazaría desde la lejana percepción de la catedral en la lejanía, sobrevolase los paisajes campestres y urbanos que la rodean, aguardase la llegada de la noche para contemplarla en la penumbra, flotase sobre sus torres, tejados y pináculos, descendiese para admirar e interpretar sus portadas, asistiese a los ritos y fiestas que acoge, penetrase después sin ser notada en la sosegada casa del espíritu, recorriese, ingrávido, sus alturas, se posase de nuevo para caminar la extensión de sus naves y capillas, visitase el claustro, y regresase para abismarse en el éxtasis de la oscura luz de sus vidrieras.
Los textos pretenden evitar, por todos los medios, el didactismo, convertirse en un pesado comentario histórico, artístico o filosófico, y no quieren tampoco ser una mera divagación pseudofilosófica, pedante o falsamente poética. Sólo aspiran a que el lector, después, y sólo después, de haberse empapado de la belleza y el sentido de las fotografías, acuda a ellos para, una vez leídos, regresar de nuevo a la contemplación, ojalá enriquecida, pero en cualquier caso modificada, por el itinerario cíclico eterno que conduce de la imagen al logos, de la realidad perceptiva, sintética, sensible y cálida, a la fría racionalidad analítica de las palabras, para regresar de nuevo a las inagotables y cambiantes impresiones del mundo. El lector decidirá si he conseguido tal fin.

El título del libro, una sola palabra, no sólo se refiere de modo evidente al apelativo que desde el siglo XIII ha acompañado a la catedral leonesa, sino que condensa también la cualidad esencial de la fotografía de Manuel Martín, su pulcritud, puesto que la palabra pulcher abarca en latín un amplio espectro de sentidos, no sólo la belleza, la hermosura, sino la nobleza, la fama, la gloria, e incluso la dicha, la alegría y la felicidad, lo bueno y bien acabado, lo perfecto. La limpieza, la nitidez, la belleza, en una palabra, la pulchritudo, son cualidades supremas no sólo de la estética gótica, sino también de toda la obra fotográfica del autor de este libro, que aspira a reflejar la belleza de lo visible, la bondad del mundo, y a negar su transitoriedad mediante la deseada atemporalidad de la imagen fotográfica.
Por ello, aunque toda imagen es indecible, del mismo modo que toda palabra es irrealizable, la mirada de Manuel Martín es la más perfecta traducción posible de las alquímicas bodas entre la materia y la luz que el hoy mecánico y cotidiano, pero en realidad trascendente, milagro de la fotografía logra perennizar. La luz es la sustancia de la fotografía, y el origen de la luz es la obsesión de quien ha pasado tantas quietas y anhelantes horas en la catedral leonesa, para capturar el instante decisivo en el que la apariencia de las cosas se transmuta en una composición fugaz que redime, al eternizarla, la fuga del tiempo. De este modo, su obra logra reproducir con inefable fuerza expresiva las mismas sensaciones, emociones, pensamientos y estados espirituales que se experimentarían en la catedral misma, si nuestro cuerpo ocupase el lugar desde que el fotógrafo ha dirigido su mirada, con la misma pasión y deseo de eternidad que la muchacha de Corinto que, al intentar fijar la sombra de su amado, proyectada por la luz del amanecer sobre la pared de la habitación, dio mítico origen a la pintura. La fotografía de Manuel Martín es, parafraseando a Simónides de Ceos, padre, por cierto, del arte de la memoria, una luz que poetiza, un poema que ilumina.
Si mis palabras logran finalmente fundirse con estas extraordinarias fotografías, iluminar al lector, enriquecer su comprensión de la catedral, y así devolver a este trascendental monumento al menos una parte de la belleza, placer y sentido que nos ha brindado no sólo a Manuel y a mí, sino a todos cuantos hemos tenido el privilegio de amarla y de ver conformada por ella nuestra misma existencia, no habrán sido escritas en vano. E incluso si así fuera, quedarían las imágenes, testimonio genial y perenne de sabiduría estética, pasión y amor por nuestra Pulchra.

:: Sobre Manuel Martín Martínez

Manuel Martín Martínez (León, 1933-2021) fue hijo de uno de los pioneros de la fotografía en León, Manuel Martín de la Madrid. Trabajó con su padre en su negocio de fotografía Foto Exakta, en León y ganó su primer premio con 18 años en un concurso fotográfico celebrado en Valladolid. Realizó estudios mercantiles en la Escuela de Comercio de León. Colaboró durante más de diez años con los proyectos la Ciudad de los Muchachos y el Circo de los Muchachos desarrollados en Benposta, en la provincia de Orense, desempeñando los puestos de director artístico, jefe de estudios, jefe de programación y profesor de historia del arte y de la música. Después impulsó el establecimiento de un proyecto similar en Colombia, donde permaneció varios años y donde creó el Coro Polifónico Benposta. Fue también el fundador de la Schola Cantorum Catedral de León y de las Aulas Corales, que fueron vanguardia de la docencia artística y musical en la provincia de León.
El Ministerio de Cultura adquirió en 2016, cinco años antes de su fallecimiento, su archivo fotográfico, una colección integrada por 11.344 negativos, 76.400 diapositivas a color y 28.009 ficheros digitales, cuyos temas están relacionados principalmente con la provincia de León, sus paisajes naturales y su patrimonio histórico artístico.
Aunque el trabajo fotográfico de Manuel Martín Martínez hunde sus raíces en la tradición familiar, él revela en sus fotografías sus propias esencias vitales: la música, el romanticismo, la poesía, las luces, las sombras, el amor a su tierra… En el libro ‘Tiempo y luz’ (EolasFoto, 2015) se puede descubrir, asimismo, la amplia y diversa mirada de un artista imprescindible en la fotografía española y leonesa en particular.
:: Sobre César García Álvarez

César García Álvarez (León, 1970) es profesor titular de Historia del Arte en la Universidad de León y profesor de piano por el Conservatorio de Valladolid. Ha sido profesor invitado en la Universidad de Heidelberg. Su labor docente e investigadora abarca diferentes campos de la Historia y la Teoría del Arte, especialmente aquellos relacionados con el simbolismo de las imágenes y los aspectos teóricos y metodológicos de su interpretación.
Ha publicado los libros ‘Iconografía fantástica y simbolismo en el Renacimiento’, ‘El simbolismo del grutesco renacentista’, ‘El laberinto del alma. Iconografía, geometría y simbolismo en la catedral de León’ (Eolas & Menoslobos) y ‘Gaudí. Símbolos del éxtasis’ (Siruela), así como numerosos trabajos centrados en el estudio de aspectos simbólicos del arte.
1 Comment