
El viernes 16 de septiembre de 2022 asistimos a una performance en el hall del MUSAC (León). La propuesta nos la trajo Derek Van Den Bulcke a través de un proyecto de investigación y producción musical en el que, en esta ocasión, colaboraba la bailarina Carmen Muñoz.
Por LOURDES G. MORRONDO
Es interesante ver cómo el flamenco se reinventa de manera extraordinaria y lo hace con artistas vinculados a lo musical y a la parte más conceptual del arte. En esta investigación, como viene haciendo en su trayectoria artística, Derek Van Den Bulcke escoge el error y sus efectos propios en lo digital, el llamado glitch, y lo utiliza como elemento generador. El artista pone el acento en lo musical y como DJ termina de construir la pieza sonora en el momento, basándose en la improvisación y el apropiacionismo. En esta construcción, el maestro de ceremonias aparece más alto, está subido en un pequeño escenario. Detrás y un poco más elevada, hay una proyección en loop de tres cabezas que giran impasibles durante los 50 minutos que dura la sesión, y que generan una mirada desconcertante.
De entre el público aparece Carmen Muñoz, quien nos lleva a abrazar lo clásico a través de la danza. De esta forma se mezclan tres planos en la propuesta: lo terrenal encarnado por el cuerpo y la danza, lugar ocupado también por el público; lo simbólico representado por las tres cabezas impasibles; y lo atmosférico a lo que llegamos a través de la música, pero también gracias a la presencia y la mirada que devuelve el público. De esta forma viajamos de la raíz a la que nos traslada Carmen a través de su danza, de su respiración, de su cansancio, de sus límites. La percusión que sale de sus zapatos se mezcla con sonidos electrónicos contemporáneos a través de la improvisación, el apropiacionismo y la repetición a través del sample, recursos que pertenecen tanto al ámbito visual como al sonoro y que se unen en una propuesta compleja en la que conviven lo folclórico y lo artístico.

Desde el lugar que ocupo entre el público me surgen varias pulsiones y también varias preguntas: ¿es interesante recibir esta propuesta desde una silla?, ¿es la silla el recuerdo de la pandemia o pertenece a la identidad que como espectadores nos otorga el museo?, ¿seria interesante para el proceso de investigación que el público se apropiase del cuerpo y bailase, o el don para la improvisación no cabe en el plano en el que nosotros nos movemos?, ¿qué se espera que hagamos o qué deberíamos hacer?…