
El caso de Miguel Pertejo es idéntico al de tantos jóvenes que persiguen el sueño de vivir del cine. Poseen formación, se entregan en cuerpo y alma al oficio, y aceptan los desafíos en esta larga carrera de fondo. Escasean las ayudas y sobrevivir, en ocasiones, supone aguzar constantemente el ingenio y aceptar trabajos temporales en empleos que no tienen nada que ver con el horizonte profesional. Es el peaje del audiovisual.
Por ISAAC MACHO
Joven a contracorriente. Pertenece a la generación “Z” y pese a ser un nativo digital, no suele preguntarse cada mañana: ¿cuánto voy a cobrar?, ¿qué horario voy a tener?, y ¿las vacaciones? Actor, director, guionista, empresario, montador, técnico de sonido, publicista, buscador de vidas, postproductor, ayudante de…, creativo a tiempo completo.
Miguel Pertejo, 25 años, no tenía pensado estudiar Comunicación Audiovisual. Y una vez embarcado en la carrera creía que la radio podía ser una atractiva salida laboral por lo que se dedicó a grabar audiolibros e historias cómicas en audio como otra forma de disfrutar de la literatura. Entonces no sospechaba, ni por asomo, dedicarse al séptimo arte. La realidad, sin embargo, fue más testaruda.

Nieto e hijo de artistas, agradece que sus padres se preocuparan de darle la más amplia educación cultural, “algo que me ha sido muy útil para trabajar”. Creció en el estudio de una pintora —Gloria G. Pertejo, su madre—, y “mamar todo eso hizo que desarrollase aptitudes como el dibujo que de otra manera no hubiera podido conocer y disfrutar”.
Cuando tuvo la primera cámara digital, con 12 años, un regalo, aparentemente inocente, le puso en el camino de atreverse con las técnicas de animación y, de la noche a la mañana, se vio envuelto en las “stop motions con playmobiles y legos que luego montaba en el ordenador”.
En el instituto le flipaba construir historias, fueran escritas o dibujadas. Eso de levantar relatos de la nada y que se tuvieran en pie no lo cambiaba por nada. Parte de culpa, en esta alianza de frenético entusiasmo, la tuvo su hermano con quien pasaba las horas muertas sacando conejos gráficos de la chistera. Alguno de ellos —de los 11 a los 15 años— tuvo que ver con “una especie de parodia/cómic de star wars con todas las fotos familiares” que pillaban a mano con el siempre retador manejo de programas. Tal era su ardor creativo que hasta convirtieron a su abuela Margarita en el personaje de ficción Darth Vader. Grosso modo, puede que reunieran, mitad en serio mitad en plan de chunga, hasta 10.000 imágenes, una cantidad que con la perspectiva del tiempo, reconoce ahora, “le abruma”.
Pero las inclinaciones del niño Miguel, sin buscarlo, tiraban al monte siempre que veía una oportunidad. “De pequeño tampoco es que fuera un grandísimo cinéfilo”, se sincera. Sin embargo, es cierto que “me gustaban las películas, aunque con lo que realmente disfrutaba era en averiguar cómo estaban hechas. Empecé a fijarme en la forma en cómo se hacía el rodaje, cuándo y por qué utilizaban los realizadores el plano y el contraplano, la narrativa de las historias, cuáles eran los entresijos que hay detrás de la cámara, cómo se conseguían los efectos especiales…”
Era consciente de que cuando una cinta le hacía olvidar todos esos detalles técnicos, tenía ante sí una película de culto. ¿Por qué? Porque “había conseguido meterme dentro del relato de manera que no pensara en otras particularidades”.
Sabedor de que el camino artístico emprendido está atestado de tachuelas sin espacio para la mediocridad, el audaz Pertejo se agarra a los únicos remos que posee su barco: la confianza en sí mismo. “Esta es una carrera de fondo”, acepta deportivamente.
“Estoy aquí porque me gusta crear historias, no sé si en el campo de la ficción de toda la vida, pero en esas estoy yo. La dificultad no es una preocupación que me agobie, la asumo como inseparable del oficio. A veces da miedo convivir con el factor suerte que siempre acompaña a este tipo de productos, aunque si tienes algo que contar, al final, estoy convencido de que eso acaba saliendo a flote de una manera u otra”, razona optimista.
Ese itinerario hacia la belleza y la reflexión que supone una producción cinematográfica —además del humor absurdo con el que se define— no le ha distraído de la realidad. Y ¿por qué todavía hay espectadores que piensan que el género de los cortometrajes no puede considerarse cine de verdad, algo que está extendido urbi et orbi? “Supongo que por ignorancia. Al final, la narrativa y muchos aspectos de la estructura misma de una cinta son iguales a las de un largometraje, con un mismo lenguaje, eso sí, en formato diferente”, argumenta. “Quizás”, admite, “haya gente que al ver este trabajo de pequeña duración pueda entenderlo como un asunto menor, pero es evidente que hay cortos mejores que largometrajes y largometrajes mejores que cortometrajes”.
Su tesis viene confirmada por nombres como Juan Carlos Fresnadillo, Javier Recio, Rodrigo Sorogoyen, Nacho Vigalondo o Borja Cobeaga que han demostrado su talento con extraordinarios filmes de corta duración. Eso sin olvidar a cineastas de la talla de Carlos Saura, Isabel Coixet, Carla Simón o Pedro Almodóvar que también han sido aplaudidos por sus brillantes incursiones de cortos en festivales como San Sebastián, Berlín o Venecia. Anteriormente, Luis Buñuel en colaboración con Salvador Dalí produjeron Un perro andaluz, uno de los cortometrajes más famosos de la historia. En la práctica, hay que asumir, no obstante, que las producciones de cortos no tienen la atención suficiente ni en las salas, ni en las televisiones ni en las plataformas. Son producciones, lógicamente, de gastos más reducidos y emplean el género para presentar temas menos comerciales pero, a cambio, el autor tiene una mayor libertad creativa.

En ese cuaderno sin escribir, esta promesa del cine español pronto se dio cuenta de la importancia del equipo. De unir su destino a un grupo de colegas con las mismas inquietudes. Sin ellos “no se pueden lograr grandes cosas”. Bebe y deja beber: “cada persona aporta su experiencia y habilidades únicas” y, por eso, “siempre trato de rodearme de compañeros talentosos y trabajadores que compartan mi pasión por la gran pantalla”.
Ideas y dinero. Un binomio inseparable. ¿Cómo financiar los proyectos y no equivocarse de puerta a la hora de llamar? “Ahora mismo, lo más complicado es que alguien confíe en ti. El cine y la ficción no dejan de ser una industria arriesgada, por lo que empezar es lo más enrevesado ya que tienes que demostrar tus potencialidades y es difícil probarlas sin poder presentarte ante un posible interlocutor que te escuche”.
Ese es uno de las incógnitas inciertas de los inicios. Porque “el escribir no es problema”, asegura convencido Pertejo. “Ahora mismo estoy contento porque siento que soy prolífico en cuanto a iniciativas y proyectos, pero echo en falta eso, puertas que se abran y alguna persona que impulse las nuevas propuestas”.
¡Buenos días, administraciones! “A día de hoy, se produce más contenido y se rueda más ficción que nunca en España, al igual que se consume como nunca antes”, primer argumento de partida que el joven cineasta quiere poner en valor para abrir el melón de la gran pantalla.
A continuación desgrana otras credenciales cerca de casa: “Castilla y León puede ofrecer a esta nueva era, donde todo se ve a través de una pantalla, una biodiversidad y diversidad geográfica que abarca casi todo el espectro, multitud de paisajes y pueblos culturalmente diferentes, precios asequibles, facilidades administrativas y de rodaje, y todo a tiro de piedra de Madrid”, capital en la que se asienta y se cuece la industria cinematográfica.
La región más grande del Estado, reflexiona, “podría convertirse en uno de los principales platós naturales del ámbito nacional. Si se promocionase rodar en nuestra Comunidad y se diesen facilidades e incentivos para ello, nuestras localizaciones casi no tendrían rival”. Y para reforzar su propuesta, pone sobre la mesa títulos de películas como Doctor Zhivago, El Cid, Campanas de media noche o El bueno, el feo y el malo, Celda 211 o El Laberinto del Fauno que se grabaron, en parte o totalmente, en este vasto territorio.
Si “la diversidad de Castilla y León es una de las características más notables de nuestra región, valiéndonos y aprovechando esta diferenciación, se podría generar”, plantea, “una pequeña industria que ayude a redinamizar” la actividad en las nueve provincias.
Con más apoyo y recursos de la Junta a los jóvenes cineastas “que tienen mucho que contar y ofrecer”, reclama, otro gallo cantaría para alcanzar nuevos desafíos que aviven la vida cultural castellanoyleonesa.

Siempre quedan, piensa, los festivales y certámenes cinematográficos para esperar una oportunidad y dar un salto que sirva para introducirte en el oficio. En la filmografía de Miguel Pertejo figuran la dirección de cortos como Domingo Tutoriales (2022), Linde (2021), El fantasma de Valero (2023), Mangun Days (2018), Calles del barrio oeste (2020) y Montesco (2018). Entre otros, ha obtenido numerosas nominaciones y reconocimientos como Mejor director Joven en el Festival de Cine de Paterna, Mejor realizador de Castilla y León en el Festival de Cine de Astorga y diferentes gratificaciones colectivas de las que también se siente agradecido.
“Los premios en festivales al final sirven, entre otras muchas cosas, justamente para se te empiece a conocer. Sin duda, es un sello de calidad, una reseña de valor, tanto para la obra como para los autores. Por eso estas citas son importantísimas ya que te encuentras con entidades y profesionales de prestigio que te dan visibilidad y crédito”. Y en eso está este emprendedor a pierna suelta.
Mientras acumula experiencia, rueda nuevas producciones y afina la técnica cinematográfica. Miguel Pertejo desempeña, sin complejos, tareas de editor de vídeo o participa en rodajes formando parte del equipo técnico de otras iniciativas así como en organización de eventos, si llega el caso. La versatilidad adquirida, pese a su juventud, le permite dedicarse a otras disciplinas al margen del modelo audiovisual para sobrevivir “mientras avanzo con mis propios proyectos”, apunta.
Ese continuo rastreo, “temporal”, a la búsqueda de “una meta clara”, no le hace perder el norte personal y profesional. “Lo importante es no sentirte perdido, eso sí que me preocuparía”, advierte. Pero, en ese sentido, afirma, “estoy muy tranquilo”.