Aulas abiertas para ilustrar la mascarada ancestral de “Los Carochos”

A la búsqueda de la simbología de los personajes. Ilustración: Malena Pérez.

Alumnos y alumnas de dos escuelas de Arte han participado este curso en una experiencia educativa singular: recrear una tradición ancestral con ilustraciones cargadas de imaginación. Se trata de la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Valladolid, así como la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Burgos. En total, 62 estudiantes se han enfrentado al reto de convertir en obras artísticas una celebración pagana con siglos de historia. Parte de estos trabajos están recogidos en la revista ‘Los Carochos’.

Por BEATRIZ DULZAR

Identidad y vanguardia. Dos conceptos que la revista Los Carochos, basada en la mascarada de Riofrío de Aliste (Zamora), ha sabido reunir en una publicación pionera en España donde el arte y las raíces de una comunidad local conviven en armonía.

La identidad la ponen los paisanos de esta localidad del oeste zamorano quienes durante siglos han conservado y mantenido con fervor esta manifestación pagana que ha resistido todas las cruzadas que se han interpuesto a lo largo del tiempo. El arte corre de la mano de los 62 futuros ilustradores de dos centros de enseñanza superior de arte de Burgos y Valladolid.

En 2013, la asociación cultural Amanecer de Aliste y el ayuntamiento de Riofrío  comienzan a editar una publicación con el nombre del ritual del pueblo, Los Carochos. Dos años después, 2015, entran a colaborar, con su desinteresada aportación gráfica, alumnos de segundo ciclo de Ilustración de la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Valladolid, bajo la dirección de la profesora de Producción Gráfica Industrial Rosa Rico. Ella asumió el compromiso de coordinar el proyecto, con entusiasmo y responsabilidad, para que los alumnos participasen en el marco de esta experiencia didáctica como una práctica necesaria en la orientación futura de su profesión.

Tras su jubilación, tomó el relevo Alejandro Antoraz Alonso, profesor de Diseño Gráfico y coordinador del Ciclo Formativo de Grado Superior de Ilustración en dicho centro de enseñanza. Para Antoraz Alonso, introducir este tipo de educación alternativa en las aulas en un ciclo formativo como el de Ilustración, que guarda mucha relación con su labor profesional, implica “simular situaciones reales propias de esta actividad pero que en muchas ocasiones no traspasan el ámbito académico”. Es más, en su opinión, “la colaboración con proyectos externos hace que el trabajo que se produce en el aula tenga más recorrido y permita al alumnado ver sus ilustraciones en el soporte definitivo para el que han sido concebidas”. Estas tareas extraordinarias, subraya, “le dan mucho más sentido a estas enseñanzas y resulta para los chavales motivador y estimulante”, recalca.

Doce personajes que no buscan autor. Ilustración: Lucía San Segundo.

En estos nueve años de colaboración, la revista Los Carochos ha recogido el trabajo de cientos de alumnos a través de técnicas como la fotografía, el collage, el acrílico, los lápices de colores, las maquetas físicas en la modelación de los personajes y la ilustración digital sin olvidar las modalidades más tradicionales como la estampación y la acuarela. Todo un campo novedoso teniendo en cuenta que se trata de recrear una tradición con siglos de historia que, a su vez, estos jóvenes volverán a imaginar con otros planteamientos desde el punto de vista artístico.

Adriana Álvarez Martín, jefa de Departamento de Desarrollo y Promoción Artística de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Burgos, entiende que este tipo de proyectos aportan mucho al alumnado. En primer lugar, porque la incorporación de sus dibujos en un producto tangible como es la revista, plantea nuevos retos, para lo que tienen que cuestionarse tamaños y colores que funcionen con el formato, además de la gratificación que produce ver el resultado real«, asegura. Álvarez Martín destaca también, por otro lado, “la importancia de transmitir a las nuevas generaciones las tradiciones culturales de cada zona, para que no caigan en el olvido”.

De forma similar se expresa Bárbara García Santamaría, profesora de Técnicas de Expresión Gráfico-Plástica de la escuela burgalesa. Para ella, la base de esta iniciativa es que “los alumnos apliquen lo que están aprendiendo de dibujo e ilustración en un proyecto real”. Ese objetivo, dice, “les hace preparar muy bien su ilustración, con una investigación en otras revistas así como en las fotos de la web loscarochos.es y en internet”.

En opinión de la docente, “para estos jóvenes es muy motivador que reconozcan su trabajo y puedan enseñarlo una vez maquetado de manera profesional”. Además, considera que este desafío formativo es también “una gozada” para los mismos profesores porque les ofrecen a los alumnos “la posibilidad de hacer un trabajo en colaboración con una empresa, asociación o proyecto concreto”.

La valoración de los alumnos y alumnas

Y, ¿cómo valoran los propios alumnos y alumnas su participación en este ensayo experimental? ¿Qué piensan del resultado tras ver sus obras publicadas en una revista de papel? ¿Cómo fue el proceso la elección de los personajes? De sus respuestas, puede deducirse que el camino hasta decidir cuál era la figura a ilustrar fue una compleja tarea de documentación, estudio e investigación. Y un reto.

La elección de los personajes, en la mayoría de los casos, fue, afirman, por llamarles la atención la vestimenta, el contraste de colores, su historia en el ceremonial, por curiosidad, misterio o la simple novedad.

A Miguel A. Ruiz le despertó su interés el personaje de La Filandorra. Para transmitir la voluptuosidad de los papeles sueltos del traje, utilizó la técnica japonesa kawaii, caracterizada por la simplicidad y una paleta de color limitada. Es un estilo de ilustración que genera simpatía y ternura nada más contemplar sus formas.

La extraña y característica máscara de la figura de El del Lino, además de su indumentaria, llevaron a María Blanco a centrar su dibujo “en las siluetas, tanto de la máscara como de los objetos que portaba el personaje, dando contraste de ambos con el efecto negativo del cayado y el manojo de lino”.

Naiara, por su parte, escogió al Diablo Chiquito por su impacto “menos tenebroso, un poco más gracioso y hasta irónico” que el resto. Bajo este aspecto, buscó y encontró una expresión artística “muy de cuento y fantasiosa” que destacara, por ese motivo, por su dulzura.

En el caso de Lola Garrido Alonso, tomó como modelo a El Cojo, un actor “un poco tétrico”, al que quiso envolverle en un halo de “suspense” presentándolo “como que está agachado para verte”. Descubrir la tradición de Los carochos, conservada en la comarca alistana, fue motivo de satisfacción para Meliza Maura. Para ella, no solo “ha aportado referentes artísticos que de otra manera no habrían llegado a nosotros” sino que resulta “muy alentador ver el trabajo de tantos compañeros que han visto publicados sus trabajos, sobre todo, en la etapa educativa”, algo poco habitual.

Esta aventura de la mascarada carochera para Paula Xinyi ha significado un reto porque ha supuesto “crear una ilustración partiendo de un texto del que, en principio, desconocía todo: la fiesta, su simbología y sus argumentos”. Pese a estas dificultades iniciales, Xinyi piensa que “el resultado gráfico de la revista, en general, es positivo ya que han participado muchos alumnos y cada uno de ellos presenta una interpretación diferente y un estilo propio”.

Los escollos que se han visto obligados a superar estas jóvenes promesas de la ilustración no han sido pocas. “Comprender el origen, su significado, así como el valor etnográfico y cultural de la tradición” era la primera prueba antes de enfrentarse a la recreación de los personajes, tal como apunta el profesor Alejandro Antoraz. A continuación vendría la comprensión e interpretación de los textos para concluir con “la elaboración del mensaje que se quería transmitir”, concluye.

Este balance crítico debe recoger, como solicita la docente Bárbara García, más información gráfica de “calles del pueblo donde se realiza la acción y el atrezo, como el carro, para ubicar mejor a los personajes”. La fiesta y las ilustraciones continuarán. La revolución educativa en esta aula creativa también.

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