Conversación con Luis Santana: «Todo lo que decimos es escuchado por alquien que no conocemos»

El poeta Luis Santana, conversando con Tomás Sánchez Santiago. Fotografía: Luciano Abejón.

“TODO LO QUE DECIMOS ES ESCUCHADO POR ALGUIEN QUE NO CONOCEMOS”

— — —
UNA CONVERSACIÓN CON LUIS SANTANA
— — —

Por TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO
Leer también, acompañando este texto:
· Luis Santana / «Cuadernos de borrones junto al mar»

Junio luminoso, Valladolid, mañana de sábado, Café Lion d’Or, entre chasquidos de lozas y conversaciones volando entrecruzadas sobre los desayunos tardíos. Nosotros nos quedamos por allí, acantonados al fondo del local, en un velador demodé que no desmentía el ambiente general extemporáneo. Podríamos empezar por el final de este encuentro con el poeta Luis Santana, cuando de pronto, justo a punto de levantarnos ya, me revela que sigue siendo un esforzado corredor de fondo de entrenamiento constante. Saberlo hizo que ambos nos fuésemos de cabeza hacia el territorio de lo que es correr (ese ensayo torpe de querer volar, dejar de pisar la tierra siquiera unos instantes) y vivir entre pequeños desafíos temporales –y eso lo pone a él cerca de su propia poética–, algo parecido a una perpetua huida (Leyendo la fuga). Nombres de ídolos de entonces (Ovett, Sebastian Coe, Dave Wottle) y experiencias comunes ocuparon el lugar de la conversación traída hasta entonces sobre su escritura poética. A eso también habíamos venido. 

TSS. Se me ocurre empezar por decir que leer tu poesía obliga a implicarse en ella sin reservas. Digamos que un embrujo verbal acaba por tomar del todo al lector que se deja, que se atreve a entrar allí. No hay otra manera de salir indemne de tu mundo poético si no es haber llegado a un pacto con el lenguaje que ahí se ofrece. No te pido claves que la expliquen pero dime algo que pueda ayudarnos a definir el carácter de tu escritura poética.

LS. No sé si se puede salir fácilmente indemne de mi poesía. Yo creo que el término que mejor puede definir mi escritura es la ocultación, la oscuridad que lleva aparejada. Yo asumo esa oscuridad como algo necesario en mi forma de tratar el lenguaje. Mi poesía no se entiende. Soy consciente de que solo me entienden los avisados, los del mismo círculo.

TSS. Pero creo que el verbo entender debe quedar desterrado en esta conversación, Luis. A mí, desde luego, no me interesa entender tu poesía. Hay un resplandor en las palabras, en las imágenes que desarrollan a su modo un poema tuyo. Con eso me basta. Y luego está eso otro: ¿Por qué entender la poesía? ¿Es lo que se hace al ver un cuadro o escuchar una música?

LS. Justamente. Escuchar una música no implica tener que descifrar nada. Tampoco en la pintura informalista hay algo más allá del plano significante. Pero los lectores tienen ese deseo de identificación de lo que se les ofrece. Quizás es que la comunicación por medio del lenguaje exige en primer término comprensibilidad.

El poeta Luis Santana, conversando con Tomás Sánchez Santiago. Fotografía: Luciano Abejón.

TSS. Yo antepondría al concepto de oscuridad el de sobriedad, a la hora de hablar de cómo es tu poesía.

LS Es que van aparejados. Mira, cuando descubrí cómo pintaba Zóbel me di cuenta de que eso podía hacerse también con el lenguaje. Vi en aquel pintor el proceso de pintar una silla. Primero lo hacía con mucha concreción; cualquiera reconocía la silla. Pero cuando estaba entera, digámoslo así, él no la daba por acabada. Entonces comenzaba una depuración hasta dejar la silla reducida a mínimos signos que la recordaban, sí, porque la silla seguía ahí. Pero solo quedaban trazos residuales de ella que la invocaban lejanamente.

TSS Tal vez esto que cuentas explique la aparente ajenidad entre muchos títulos de tus poemas, tan taxativos a veces, y el propio poema, que generalmente parece ajeno a la propuesta del título. ¿Lo es?

LS El poema se aparta del título pero también confluye con él. Yo necesito siempre un elemento detonador que ampare lo que viene después, o sea, el poema. Funciono así. Busco un título que me llegue incluso de un exterior. Recuerdo que cuando escribía los poemas de Sombra mínima iba a la caza de frases, juicios escuchados en cualquier ocasión… Era el principio. Tenía el título y solo a partir de ahí llegaba el poema, que era una especie de desembocadura.

El poeta Luis Santana, conversando con Tomás Sánchez Santiago. Fotografía: Luciano Abejón.

TSS. Además, el poema ya estaba incrustado en el título. Me refiero a los poemas de Sombra mínima, con esos juegos anagramáticos en los que el lenguaje ya solo se preocupa de sí mismo. Pero antes de eso, tus poemas aún sostienen un relato que se adivina, y también una relación de contigüidad más natural entre título y poema. En tu primer libro, Mirador, se detecta aún cierto hilo argumental por tenue que sea. ¿Qué hay en el itinerario poético desde Mirador a Leyendo la fuga?

LS. Experiencia. Entre Mirador y Sombra mínima hay un libro de tránsito, Una lengua extraña. Ahí trato de decir algo sobre una lengua que yo necesito pero que no es la de los otros. La conciencia de tener que usar esa lengua es lo que hace que el poeta resida en otro territorio al margen. Para hablar de Sombra mínima tengo que remitirme a la concurrencia fortuita de tres nombres: José Ángel Valente, Anton Webern y Unica Zürn. Valente, en una conferencia sobre estética contemporánea, se había referido a la música del compositor austríaco como el exponente máximo de lo que él había llamado estética de la retracción. Esa mención despertó mi curiosidad y me llevó a la música de Webern. El otro nombre es el de Única Zürn que, a través de su texto El hombre jazmín, me había descubierto el mundo de los anagramas. Y con estos referentes, la música serial de Anton Webern y la escritura anagramática de la escritora suiza, se construye Sombra mínima, a partir exclusivamente de la combinación de una serie de letras contenidas en un título o frase, leído o escuchado en cualquier lugar.

TSS. Una escritura que no se deja visibilizar con facilidad. Hay una convergencia entre esa manera de escribir y tu propia actitud como poeta. Vives en la inadvertencia.

LS Es un recurso para no hacer del discurso pasto de lo público. Yo soy corredor de fondo. Lo mío no es la explosión sino la resistencia. En todo. También en mi manera de escribir poesía, un ejercicio esforzado. Me veo poseído por esa necesidad de trabajar solamente a partir de determinadas palabras.

El poeta Luis Santana. Fotografía: Luciano Abejón.

TSS. No es pirotecnia verbal, no es habilidad ni ingenio. Hay algo más.

LS. Claro. Me encargo de trazar un perímetro del que no salgo, no quiero salir. Incluso el léxico que utilizo en los poemas es un léxico sin concesiones. Responde por completo a un mundo mío. No voy más allá de él, no busco palabras de la modernidad, por decirlo así.

TSS Otra cuestión: la presencia de lo inalcanzable en tu poesía, de una “desactualización” que hace que no busques un compás con la realidad. Pensemos en Carta no enviada, ese título revelador. Veo en él un replegamiento decisivo. El acto se ha convertido en simple tentativa. ¿Es así?

LS. Sí, desde Sombra mínima va fomentándose con más relieve un componente restrictivo, un paso más hacia la desaparición que va pasando de un libro al siguiente. Y el discurso poético entra en otra exigencia, en una economía expresiva radical. Como decíamos antes, hay una depuración creciente.

TSS. ¿Tu formación lectora ya presagiaba tu modo de escribir? Se ha hablado de influencias concretas en ti: Celan, el surrealismo peruano…

LS. Sí, Oquendo de Amat

TSS. ¿Ha habido lecturas decisivas, reveladoras…?

LS. Aparte de las necesarias iniciales que me acercaron a la poesía (Machado, Hernández), hay una lectura fundacional para mí: la obra de Luis Cernuda.

TSS No se ve la huella de Cernuda en tu poesía…

LS. No, y ya no lo leo. Pero me influyó mucho en mi valoración de lo que debía ser el lenguaje poético. En cambio, no soy consciente de que los surrealistas me hayan influido. Pero leí mucho a Alejandra Pizarnik; ese descubrimiento se lo debo a Olvido García Valdés.

El poeta Luis Santana, conversando con Tomás Sánchez Santiago. Fotografía: Luciano Abejón.

TSS Por cierto, veo también sombras de Vallejo, sobre todo en Mirador. Esa poesía hecha jirones, esa mostración fragmentaria de una visión de la realidad ya está en ti desde primera hora, como si no creyeras en poder hacerte cargo de lo que quieres decir en un lenguaje cerrado, completo.

LS Sí, y no deja de preocuparme esa posible opacidad, esa falta de comunicación incluso en mi experiencia personal de hablante. A veces cuento algo y tengo conciencia inmediata de que no se me entiende tal como lo digo; y me estoy refiriendo a cuestiones de la vida cotidiana, nada que ver con la experiencia de escribir poesía. Pero ni siquiera ahí, en esas situaciones comunes a todos, parezco lograr una transparencia eficaz, suficiente. Hay más bien un desencuentro.

TSS Pero eso está también en tu escritura. Pienso en el poema “Lectora”, en ese desencuentro entre lo dicho y quien lo lee. Y hay otro poema que puede tener que ver con esa interlocución incierta. Es el titulado “Siempre hay alguien que escucha ¿adónde?”… Todo parece ganado por la incertidumbre en tu escritura poética.

LS Pero ese último poema que has mencionado tiene otro alcance, viene de otro lado. Viene de la certeza de que todo lo que decimos es escuchado por alguien que a menudo no conocemos.

TSS Como si estuviéramos intervenidos con facilidad por agentes que nos vigilan.

LS Eso es. Ese es el sentido final de ese título.

TSS Parece pensado para este mundo en que los algoritmos y el control remoto de la comunicación ponen en cuestión la privacidad, la intimidad, los deseos… ¿Tú sigues de cerca la obra de poetas actuales?

LS Hasta donde llego, nada más. No hace mucho Eva Hiernaux me recomendó Sacrificio, un libro de Marta Agudo. También he leído a Carmen Crespo, una autora muy interesante Y últimamente he leído a David Huerta, a quien citó Miguel Casado. Me encanta adentrarme en los gustos de otros y hacer catas en esas lecturas a las que de otro modo, seguramente, no habría llegado. Y luego está la escritura crítica, claro. A veces llego a ella y otras veces me desborda. Esa sí que es a veces ‘una lengua extraña’. Hace poco Mariano Peyrou habló en la radio, en el espacio “La estación azul”, de que en los primeros compases de mi poesía ya había una dosis de violencia. En principio me sorprendí de esa afirmación pero luego, pensándolo, creo que tiene sentido. Eso lo he visto después.

TSS Es que Mariano Peyrou es un poeta y te leería como tal. No buscando sino encontrando…

LS Podría ser, claro.

El poeta Luis Santana. Fotografía: Luciano Abejón.

1 Comments

Deja un comentario con tu nombre

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.