Un poema del libro «El jardinero». Rabindranath Tagore

Rabindranath Tagore, hacia 1920. Fotografía © Bettmann/CORBIS

Continuamos en TAM TAM PRESS con la sección de poesía antológica, denominada “LOS POEMAS COLGADOS” *, con textos de poetas muertos escogidos por Ildefonso Rodríguez y Eloísa Otero. El decimosexto autor que llega a esta sección es el poeta bengalí Rabindranath Tagore, (Calcuta, 1861 – 1941), un humanista de vocación cosmopolita, que fue filósofo del movimiento Brahmo Samaj (posteriormente convertido al hinduismo), artista, dramaturgo, músico, novelista, autor de canciones y «maestro» que creó escuela. Recibió una educación preferentemente inglesa y siendo muy joven empezó a publicar versos admirables. En 1913 se convirtió en el primer escritor no europeo galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Revolucionó la literatura bengalí con obras como ‘El hogar y el mundo’ y ‘Gitanjali’, y modernizó el arte bengalí desafiando las severas críticas que lo vinculaban a formas clasicistas.

Reproducimos un poema del libro «El jardinero», publicado originalmente en 1913 y editado en español por Losada en Buenos Aires (Argentina) en 1943 (y reeditado numerosas veces), con traducción de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez.

* Sobre la traducción:
Tagore redactó sus textos —de una amplitud insospechada— en bengalí, un idioma con una musicalidad extraordinaria, cuyas raíces se encuentran en el sánscrito. La traducción de la edición integral del legado de Tagore sigue pendiente, ya que solo una modesta parte ha sido vertida al inglés. Las primeras y más difundidas traducciones fueron efectuadas por el propio Tagore, gracias a su profundo dominio de la lengua de Shakespeare. Siendo Tagore el autor de las traducciones, se podría pensar que las versiones de sus textos, inglesa y bengalí, fueran idénticas. Nada más alejado de la realidad. La versión inglesa es una adaptación cuidadosamente elaborada para ser accesible a un público foráneo. En ella, los poemas son transpuestos al verso libre o incluso a la prosa. Las referencias a objetos, leyendas y hechos locales son o eliminadas o modificadas para hacerlas comprensibles. Las alusiones místicas hinduistas son transmutadas para tornarlas inteligibles a una cultura distinta.
Las traducciones de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez toman como base los textos ingleses de la pluma de Tagore. El propio autor bengalí escribe una nota a la edición inglesa de «El jardinero» que dice: «Estas versiones no son literales; unos poemas están abreviados y otros son solo paráfrasis».

:: Un poema de Rabindranath Tagore, del libro ‘El jardinero’ (1913)

Si quieres llenar tu cántaro, ven, ven a mi lago. Mi agua se cojerá a tus pies y te dirá tu secreto.
…La tormenta se echa encima y oscurece el arenal, y las nubes bajas son, sobre la copa azul de los árboles, como tu pesada cabellera sobre tu frente. Conozco bien el ritmo de tus pasos, que me están latiendo en el corazón.
Ven, ven a mi lago, si quieres llenar tu cántaro.

Si no tienes ganas de llenar tu cántaro, si prefieres dejarlo flotando en el agua, ven, ven a sentar tu pereza a mi lago.
La ladera está verde, y las flores de mi campo son tantas que no pueden contarse. Se te irán tus pensamientos por tus ojos negros, como pájaros que vuelan de sus nidos, y tu velo se te caerá a tus pies.
Ven, ven a mi lago, si no tienes ganas de llenar tu cántaro.

Si, harta de otros juegos, quieres jugar con el agua, ven, ven a mi lago.
Deja tu manto azul en la orilla, que el agua azul te esconderá. Y las olas se pondrán de puntillas por besar tu cuello y suspirarte en los oídos.
Ven, ven a mi lado si quieres jugar con el agua.

Si te has vuelto loca, y quieres morir, ven, ven a mi lago.
Mi lago es frío y no tiene fondo; oscuro como un sueño sin sueños. Allá abajo, noches y días son iguales, y toda canción es silencio.
Ven, ven a mi lago, si te has vuelto loca y quieres morir.

— — —

* “LOS POEMAS COLGADOS”

NOTA de Eloísa Otero e Ildefonso Rodríguez: Esta sección quiere ser una Miniantología (que puede alargarse hasta donde nos den las fuerzas y las ganas). Un doble criterio nos guiará: El primero, serán poemas que los autores no podrían colgar por sí mismos, por ser ya de aquellos que Joyce sin más llamó fantasmas (“… alguien que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres”). O por decirlo con Quevedo, en nuestra Miniantología viviremos “en conversación con los difuntos”. Y segundo: nuestros propios gustos, que ojalá sepan recoger el hermoso Babel de la poesía, la Gran Republicana.

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