«2/8», una exposición de Juan Carlos Uriarte sobre el arte y la utilidad de lo inútil, en el Museo de León

Por LUIS GRAU LOBO

Juan Carlos Uriarte no necesita presentación en León. En esta oportunidad llena una de las salas del Museo con sus útiles inútiles, un conjunto de objetos cargados de cotidianidad cuyo rescate expositivo se orienta hacia dos polos de la epistemología museística. En un extremo, el de la arqueología, ciencia que extrae del pasado antiguos artefactos cuya función original ha cedido ante una más distinta y prestigiosa, aunque no más necesaria, la significativa. De aquella utilidad a esta cabe un cambio de uso cultural determinado por experiencia y actitud, aquel que sobreviene a cualquier objeto cuando se deja de elaborar, empuñar, manipular, etc., y comienza a ser contemplado con el afán de interrogarle sobre sus autores, usuarios, beneficiarios…

En el otro extremo, el ya clásico gesto de los ready-mades de Marcel Duchamp convierte cualquier artilugio cotidiano en una obra de arte por mera recontextualización topográfica. Tal metamorfosis adquiere en las piezas de Uriarte un sesgo mordaz, casi satírico, que en ocasiones conduce a una mutación de la cosa en otra (por mezcla, emparejamiento, simbiosis…), una nueva y exclusiva cosa cuya utilidad es precisamente la conjetura de su inutilidad, final de viaje y cierre del círculo de aquel proceso.

En el otro espacio temporal del Museo, el artista se ha concentrado en lo alegórico para denunciar situaciones de engañosa actualidad, pues se producen desde siempre aunque su caracterización y alerta sean recientes. Acoso, soledad, abuso son evidenciados por la enorme fragilidad y extensión de sus consecuencias individuales y colectivas. La agrupación de efectos plantea un dilema esencial: cada quiebra provoca un sismo de magnitud impredecible y consecuencias determinantes para la homogeneidad y composición del conjunto. Un mero acontecimiento puede acabar con todo cuanto ha costado tanto. Una injusticia, una actitud violenta, el aislamiento no deseado de un individuo desluce definitivamente la inocencia del cristal.

La exposición se completa con la obra diáfana de las fotógrafas Carmen Coque, Julia G. Liébana y Belén Sánchez Campos, y los textos de Patricia Vergara y Belén Ordóñez.